Capítulo 59

162 7 0
                                    

Capítulo 59

Me giré y observé los ojos curiosos de Carlisle, pensando las palabras adecuadas para que no sospechara sobre lo que tenía en mente.

-Creo que si nos vamos mañana deberías ir de caza. No sabemos cuánto tiempo estaremos allí, ni qué ocurrirá; necesitas estar fuerte.

-No quiero dejarte sola, puedo aguantar.

-Estoy bien, de verdad. Deberías hacerlo, Carlisle. Eres el único que tiene alguna posibilidad si hay una lucha de por medio.

Él se detuvo a pensar unos instantes, para después volver a fijar sus ojos en los míos.

-Tienes razón, no tardaré. En un par de horas como mucho estaré aquí.

-Vale, te quiero. –Dije incorporándome para besarlen sonriendo en mi fuero interno.

Minutos más tarde escuché como la puerta de la casa se cerraba, entonces, rápidamente me dirigí hacia la ventana del cuarto con cautela, para comprobar como el rubio desaparecía en la espesura del bosque con su vertiginosa velocidad.

Con suma rapidez me despegué de la ventana y saqué del cajón de la mesita de noche una tarjeta de crédito destinada a emergencias, en la cual guardaba todos mis ahorros, y también mi cartera, de donde saqué todo el dinero que tenía. Me vestí rápidamente para salir corriendo de la casa con el móvil en mano.

En menos de media hora un taxi llegó a la puerta. Observé que nadie anduviera en los alrededores y me subí.

-Lléveme al aeropuerto más cercano, deprisa, por favor.

El conductor me miró extrañado, seguramente pensando en que otra persona tomándole el pelo con una típica frase de peli. No obstante, al encontrar mis ojos por el retrovisor, rápidamente se puso en marcha y nos alejamos de la gran casa blanca.

En media hora llegamos al pequeño aeropuerto del lugar, pagué rápidamente y salí del vehículo entrando en el edificio con prisas, buscando un mostrador donde hubiera alguien que pudiera atenderme. Me acerqué a uno de una importante compañía aérea donde una mujer joven se aburría enormemente.

-Hola, necesito un vuelo para Italia lo antes posible.

-¿Para que zona, señora?

-Me da igual, el que salga antes por favor.

-Dentro de dos horas hay un vuelo hacia Nápoles. Antes no hay nada, lo siento.

-Está bien.

La mujer comenzó a solucionar el papeleo mientras yo sacaba la tarjeta de crédito de uno de mis bolsillos del pantalón, y la depositaba sobre el mostrador. Hasta la tarjeta tembló cuando la mujer me reveló el precio del billete.

Supe cuando Carlisle había llegado a casa, ya que el móvil comenzó a sonar desesperadamente casi dos horas después de mi llegada al aeropuerto. Sin hacerle caso me dirigí a la puerta de embarque sintiendo una horrible sensación de culpabilidad tras ponerlo en silencio, pero no podía esperar a llegar a Volterra.

Durante el vuelo el teléfono no dejó de vibrar. Decenas de llamadas perdidas de Carlisle se agrupaban en la pantalla, junto con mensajes diciéndome que desistiera de mi plan. Sabía perfectamente lo que iba a hacer, con lo que también deduje que estaría poniéndose en marcha para alcanzarme antes de que pudiera hacer nada, pero tanto él como yo sabíamos que aquello no pasaría, puesto que yo llegaría en unas horas a Volterra, mientras que a él le quedaba aún un largo recorrido.


A pesar de haber dormido algo en los trayectos realizados en avión, al llegar ante el imponente castillo de los Vulturi me sentía exhausta, pero mi cuerpo aún me respondía perfectamente fruto de la adrenalina y el miedo que sentía al estar tan cerca.

Me encaminé hacia la gran entrada del lugar donde una docena de turistas se agrupaban esperando que les condujeran a la muerte. Una de las humanas que trabajaban para los Vulturi les comenzaba a decir algo en francés, fingiendo no conocer el fatal destino. Yo me escabullí por la entrada que llevaba a la parte del castillo en la cual habitaban los vampiros, sin ser vista.

En mitad del corredor oscuro y frío me encontré con Jane, quien parecía esperarme con aquella sonrisa inquietante que siempre lucía. En menos de un segundo llegó a mi lado y me agarró fuertemente de los brazos, haciendo que estos quedaran tras mi espalda, inmóviles.

-Te estábamos esperando, Nadine. Eres poco inteligente al presentarte aquí sola con ese delicioso olor a sangre fresca.

-¿Dónde está mi hijo? –Pregunté con odio mientras gemía levemente por el dolor que sentía, a la par que la vampiresa agarraba mis muñecas con fuerza.

-Lo verás enseguida; seguro que estará muy contento de ver a su mami.

La rubia rió mientras me empujaba violentamente hacia delante para que me encaminara hacia aquel lugar que tanto aborrecía; la sala circular de los tronos.

Al abrir las puertas con decisión, me empujó bruscamente hacia el interior haciendo que cayera frente a los tronos donde los Vulturi estaban sentados.

Me levanté con cuidado, pues me había hecho daño en las rodillas, e ignoré los raspones de las manos observando el rostro sonriente de Aro.

-Lamento las bastas formas de Jane, querida. No pensábamos que fueras a venir tú sola. Eres muy valiente.

-¿Dónde está Albert, qué le habéis hecho? -Para mi sorpresa, la pregunta salió firmemente de mi boca.

-Oh, por favor, querida, está bien. Nadie quiere herir al híbrido, es de gran utilidad.

-¡No le llames así! –Grité realmente harta, mirándole con odio. Él se limitó a reír levemente.

-Espero que tu esposo no cometa la misma estupidez que tú, porque si no, me temo que no saldréis con vida.

-¿Y qué se supone que pensáis hacer cuando vuestro querido rey aparezca pidiéndoos explicaciones? Porque está claro que él vendrá junto con mi marido. –El vampiro volvió a reír mientras se levantaba elegantemente y se acercaba a mí, fijando sus ojos sangre en los míos.

-Nuestro rey es un completo inepto si cree que vamos a seguir postrándonos ante él. Acabaremos con él y con vosotros en cuanto aparezcan por esa puerta. El híbrido será sólo nuestro.

Aro acarició mi mejilla para después separarse unos centímetros y chascar los dedos, haciendo que uno de sus hombres me cogiera por los brazos de igual forma que Jane, sacándome del lugar.

Tras un doloroso recorrido, llegamos a un sótano lleno de pequeñas y mugrientas celdas donde había turistas encarcelados que lloraban con desesperación y gritaban. El vampiro me soltó de forma brusca dentro de una celda vacía, haciendo que cayera de nuevo al suelo, hiriéndome más las manos.

Cuando el lacayo se hubo ido miré al frente y mi corazón comenzó a latir con fuerza al vislumbrar que Albert se hallaba en la celda de en frente con la camiseta manchada de sangre, y su rubio cabello despeinado.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora