Capítulo 45

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Capítulo 45

A la mañana siguiente desperté abrazada al rubio, quien me miraba embelesado, aún desnudo, como yo. Observé el reloj con un leve movimiento de cabeza. Sólo quedaban veinte minutos para que el despertador sonara, así que de forma pesada me giré hacia Carlisle, mientras este continuaba contemplándome con calma.

-¿Te hice daño? –Susurró, acariciando mi pelo.

-No, creo que todo fue bien.

-Déjame ver. –Dijo mientras me desarropaba, observando mis brazos, cuello y cintura principalmente. –Tienes algún moratón en los brazos y en la clavícula. Lo siento mucho.

-No te preocupes, estoy bien. –Dije observando su rostro ligeramente sombrío, para después, besarle con cariño. –En serio, Carlisle; estoy bien. Ha merecido la pena.

Me sonrió levemente y nos besamos de nuevo. Después me despedí de él vistiéndome para dirigirme al baño y prepararme para ir al trabajo, como cada mañana.


Tras una semana, cada día salía a comer con Jessica, y necesitaba volver a comer constantemente sintiendo un gran hambre, intercalado con nauseas al sentir olores de comidas. Era bastante extraño, ya que nunca me había pasado algo parecido, pero no le di mucha importancia hasta que las cosas empeoraron.

Era un sábado por la mañana, y no tenía que trabajar, así que me encontraba con Alice en el salón de la casa observando una revista de mobiliario, porque la joven quería cambiar la decoración de su cuarto, y no había cosa en el mundo que le gustase más que hablar de moda de cualquier tipo. Obviamente no me encantaba aquello, pero no podía hacer otra cosa.

La joven hablaba entusiasmada observando un carísimo sofá, cuando comencé a sentirme muy mal.

-Un momento. –Hablé rápidamente, levantándome para correr al baño, agachándome junto a la taza del váter, vomitando violentamente. La vampiresa apareció instantes después, llamando a la puerta.

-¿Estás bien, Nadine?

-Sí, enseguida salgo. –Respondí mareada, intentando no sonar enferma, aunque resultaba algo imposible.

-Tienes mala cara, ¿qué te pasa?

-He vomitado. Supongo que ha sido por comer demasiado.

-Me has asustado ¿Puedo hacer algo por ti?

-No, muchas gracias. Creo que iré a dormir un poco, me siento algo mareada.

-Claro, no te preocupes, estaré por aquí si necesitas algo. –Sonrió la muchacha, para después volver a su revista, dejándome abandonar la sala.

Algún día con anterioridad me había pasado lo mismo, y estaba segura de que tenía algo que ver con las grandes ingestas que me pegaba, sobre todo durante la noche, ya que por las mañanas me hallaba mareada; pero hasta aquel momento no había vomitado nunca.

Los siguientes días seguí vomitando por las mañanas, y me sentía aún más mareada. Casi no podía ocultarlo, y Alice me acosaba para ir al médico o avisar a Carlisle al menos.

Yo suponía que sería algo pasajero, y que con comer menos se pasaría, pero el hambre nunca cesaba. La teoría de los atracones y el malestar asociado a ellos paró cuando comprobé que aunque no comiera en todo un día, sentía los mismos síntomas, que además iban en aumento con el pasar del tiempo.

Carlisle ya me había descubierto alguna vez mareada o salir del baño tras haber ido corriendo a vomitar minutos antes. No podría seguir ocultando que algo me ocurría.

Eran las ocho y comenzó a sonar el despertador como cada mañana. Me levanté con dificultad mientras Carlisle acababa de vestirse dándome la espalda, preguntándome qué tal había dormido.

Me incorporé musitando un poco convincente bien, llevándome una mano sobre la tripa. Sentí un movimiento dentro bastante perceptible, y me asusté terriblemente. Segundos después unas nauseas horribles me hicieron salir corriendo de la habitación.

Vomité mientras sentía un fuerte golpe en el abdomen que me hizo casi perder la respiración. Realmente algo serio ocurría, y el miedo comenzaba a sobrepasarme.

Al salir del baño encontré en la puerta a Carlisle mirándome con seriedad y preocupación. No se me ocurría qué decirle, ya que me había pillado definitivamente. Me limité a apartar la mirada de sus ojos, ya que las lágrimas casi se escapaban de los míos, sintiendo una mezcla entre miedo y vergüenza.

-¿Vas a contarme qué te viene pasando desde hace una semana por lo menos? Me tienes preocupado, Nadine.

-No tengo ni idea de qué me ocurre, Carlisle. Me siento mareada, vomito, y me muero de hambre. Bueno, y ahora empiezo a sentir fuertes sacudidas en la tripa.

-Vamos ahora al hospital. Te haremos una ecografía para ver si tienes algo raro; quizás sea un parásito.

-Está bien. Siento no haberte dicho nada. Esperaba que se me pasara en un par de días. –Dije mientras se acercaba nos pasos, haciendo que él guiara su mano diestra a mi rostro con una tierna sonrisa, respondiéndome que no pasaba nada.

Las pruebas estaban impolutas, para nuestra sorpresa. Carlisle pidió una cita para hacer una más compleja, pero por el momento, tendría que aguantar los síntomas siguiendo con mi vida como normalmente hacía.

Esa misma noche volví a sentir una sacudida en mi interior, la cual hizo que me incorporara en la cama con un grito ahogado que hizo que Carlisle se posicionara junto a mí en un abrir y cerrar de ojos, preguntándome qué ocurría, preocupado.

-Ha vuelto a pasar; algo se retuerce ahí dentro y me golpea.

-No lo entiendo, en las pruebas no sé ve nada. Y por lo que cuentas debe ser grande y fuerte.

-No sé si tendrá que ver, pero llevo un par de semanas de retraso de la menstruación.

-Esto empieza a escapar a mis dominios médico. Hablaré mañana con la doctora Wilson. Intenta descansar, cariño.

Sonreí al hombre para después besarle, abrazándome a su cuerpo con fuerza hasta que quedé dormida, casi sin abandonar la preocupación que rondaba mi mente.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora