Capítulo 70

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Capítulo 70

Había pasado mucho tiempo, el suficiente para aliviar el dolor de la pérdida de Alice. Tres años en los que estuvimos fuera de Forks, intentando olvidar el dolor y resignarnos a su ausencia, mientras Eric ordenaba de nuevo el mundo vampírico después del poder terrorífico al que los Vulturi habían sometido a los fieles a Eric. Él seguía siendo el rey, por supuesto, y Carlisle su mano derecha, presente en las grandes decisiones. Más para mal que para bien, mi marido había sido ascendido en ese odioso mundo, pese a no hacerle mucha gracia.

Las cosas habían cambiando. Jasper había pasado más de un año intentando encontrarse a sí mismo de nuevo, tratando de hacerse a la idea de que estaba solo otra vez, a pesar de tenernos a nosotros. Aún así volvió de nuevo, más serio de lo normal, pero recompuesto.

Septiembre comenzaba cuando volvimos a nuestra gran casa apartada en el bosque, con aquellas enormes cristaleras cubriéndolo todo. Fue en ese momento, al bajar del coche, cuando me di cuenta de lo mucho que había extrañado lo que desde hacía tiempo consideraba mi hogar.

Pasamos un día entero arreglando el lugar con todas nuestras nuevas pertenencias, y gracias al cielo, todo volvió a algo parecido a la normalidad. Sólo la pequeña y blanca tumba del jardín se encargaba de recordarnos que jamás nada volvería a ser como antes.

Una tarde tranquila se cernía sobre nuestra casa una vez más. Los componentes de la familia se hallaban dispersos por la misma, concentrados en completar el material necesario para el inicio de las clases de Albert, mientras yo lo buscaba por el lugar, sin saber dónde se había metido. Al bajar al salón y contemplar que tampoco estaba allí, vislumbré por la ventana como se encontraba sentado ante la tumba de Alice con algo en las manos. Salí y me acerqué con sigilo, sentándome a su lado, mirando un álbum de fotos que conservaba desde hacía años.

Sentí como algo se removía en mi interior cuando vi las fotos de aquella página que miraba fijamente.

-¿Estos eran tus padres, verdad? Y tú hermana.

-Sí, tus abuelos y tu tía. ¿Qué haces viendo esto ahora? –Pregunté, a la vez que le apartaba un mechón dorado de la frente.

-Me gustaría haberlos conocido, esta es la única forma de verlos que tengo. Intento imaginarme cómo serían.

-Te habrías llevado genial con ellos, sobre todo con tu abuelo. Era muy divertido.

El niño cerró el álbum y lo depositó en el césped con cuidado, para después mirarme fijamente mientras hablaba con calma.

-¿Los echas mucho de menos, aunque haya pasado tanto tiempo desde que se fueron?

-Sí, hijo, mucho. Todos los días me acuerdo de ellos, igual que de Alice. –Respondí sin evitar contemplar la tumba levemente con una mueca en forma de sonrisa. Tragué saliva e intenté que mis ojos no se humedecieran.

Carlisle apareció como de la nada junto a nosotros, y al observar el álbum de fotos entendió por qué ambos estábamos tan serios. Albert, que debió leer su mente instantáneamente, le preguntó de inmediato sobre todos ellos.

-Claro que me acuerdo, recuerdo perfectamente incluso la cara que puso tu madre cuando conocí a tu tía Amanda, y a tus abuelos. –Respondió con una sonrisa, mirándome levemente. –Se ruborizó mucho las dos veces.

-Bueno, creo que ya está bien por hoy con este tema. ¿Has guardado tus cosas para mañana? –Cambié el rumbo de aquello con velocidad, mientras empujaba a Carlisle en broma por sus comentarios y me hacía con el álbum.

-No.

-Albert, tienes que guardar tus libros, si no podrías olvidarte de algo.

-¿Por qué tengo que ir al colegio ahora? ¿Por que no puede seguir enseñándome la señorita Collins como hasta ahora?

Carlisle y yo nos miramos durante unos instantes, para después observar la indignación en la cara de nuestro hijo, quien se levantó del césped.

-Porque ya eres mayor, Albert. Antes no podías controlar tus poderes y lo habrías pasado muy mal con tantos niños. Pero ahora, ya puedes hacerlo.

-Sí, cielo. Ya eres un hombrecito. Tienes que hacer amigos de tu edad, juntarte con los niños, ya sabes. –Respondí completando el comentario de Carlisle.

-Pero ellos ya se conocerán de los otros cursos, yo entro nuevo en el tercer año. ¿Cómo voy a hacer amigos?

-Venga ya, los niños son muy abiertos, enseguida conocerás a gente. No estés nervioso, todos hemos tenido que ir a la escuela alguna vez, hijo.

-Mentira, mamá. Papá no fue, ni Eric tampoco; me lo ha contado.

Iba a responder al comentario del niño sin saber muy bien qué decir, pensando en que no podía dejar que Eric siguiera contándole esas cosas al chico, cuando Carlisle se arrodilló ante el rubio y le agarró de los hombros, mirándolo fijamente.

-Mi padre no podía pagarme una educación en mi época, muy pocos eran los que podían estudiar, hijo. Tú tienes mucha suerte de haber nacido en este tiempo, así que no lo desperdicies. Ahora sube a preparar tu mochila, tía Rosalie estará encantada de ayudarte.

-Vale, lo siento. –Respondió el niño serio mientras miraba los ojos dorados de su padre. Acto seguido de que este se separara de él, incorporándose, se acercó a la tumba para depositar un beso con sus manos en la piedra, saliendo corriendo hacia el interior de la vivienda.

-¿Crees que lo pasará muy mal? –Pregunté mirando a mi marido, manteniendo el álbum contra mi pecho.

-Es un niño muy maduro para su edad, no será fácil, pero lo conseguirá; no te preocupes.

Automáticamente después de mirarnos unos segundos, él hombre me abrazó, besando mi cabeza mientras yo le rodeaba la cintura con un brazo y me dejaba llevar, olvidándome de todo lo demás en el mundo por unos segundos.

¡Gracias por leer!

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora