Capítulo 23

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Capítulo 23

Tras cruzar la puerta de la enorme sala, me abalancé a abrazar con ímpetu y desesperación al rubio, quien sin decir una palabra me respondió, besándome con urgencia. No supe cómo, pero mis piernas fueron capaz de soportarme y responder aunque temblaba como una hoja.

Continuamos caminando los últimos, agarrados de la mano fuertemente hasta llegar al exterior. Una vez allí, nos dirigimos hacia los vehículos, llevándonos un susto al encontrar a Thomas esperándonos, apoyado sobre uno de los deportivos.

-Tranquilos, vengo en son de paz. Quiero ayudaros. –Se explicó, observando las posiciones de defensa de los Cullen. –Amigo mío, te debo una y es aquí donde te la devolveré. Os informaré de los pasos de Aro y su comitiva, así no tendréis que convertirla en una abominable criatura como nosotros.

-Gracias, Thomas; sabía que no nos abandonarías. –Habló Carlisle mientras abrazaba al moreno con rapidez. Al fin parecía volver a relajarse.

-Cuidaos, amigos. Tendréis noticias mías. Rápido, debéis iros.

Asentimos, y un instante después toda la familia se dirigió a los coches. Yo quedé la última fijando mis ojos en los del vampiro por última vez, recogiendo todos los sentimientos que me fueron posible, mientras le susurraba un sincero gracias, sin dejar de observar sus ojos llenos de amor.

El BMW que llevaba Edward salió primero, seguido del deportivo que condujo Rosalie. Carlisle se acercó al verme allí parada, y me agarró de la mano para captar mi atención y guiarme hasta dentro del tercer coche que conseguimos. Una vez dentro, lo abracé de nuevo con fuerza.

-Dios, este ha sido el peor momento de mi vida. Nunca había sentido esta angustia.

-Tranquila, cariño. Cálmate. Todo ha pasado, te quiero. -Añadió mientras se separaba para mirar mis ojos.

-Y yo a ti. –Respondí para pasar a besarlo al instante. Segundos después de depararnos, el vampiro arrancó el vehículo y condujo con rapidez, tratando de alcanzar a sus hijos dirección al aeropuerto, dejando atrás el siniestro castillo y la bella Volterra. Rogué al cielo por no tener que volver a verlos jamás.


Habían pasado casi 3 meses desde que habíamos vuelto de Volterra, y la vida era totalmente tranquila, por fin. Yo me había instalado en casa de los Cullen por petición de Carlisle, la cual no pude rechazar, aún sintiendo esa terrible sensación de incomodidad las primeras semanas, sintiéndome totalmente fuera de lugar entre su numerosa familia.

Volví de nuevo a la biblioteca, a mi rutina de siempre, y como no, a mi familia, quienes creían que habíamos estado de viaje por Europa en plan romántico, solos Carlisle y yo.

No tardaron en decirme que deseaban conocer a la familia de Carlisle, nuestra casa y demás. Esa idea me aterraba sólo de pensarla, pero tarde o temprano llegaría ese momento, y más nos valdría que fuera antes de que el rubio tuviera que aparentar 10 años más de los que aparentaba. De esa forma, a Carlisle se le ocurrió la brillante idea de que invitara a mis padres a nuestra casa por un par de días, mientras los demás se daban unas vacaciones en alguna isla de las Antillas, totalmente desierta.

Unas semanas más tarde, en una mañana primaveral en la que me encontraba sola en la casa, al escuchar el sonido del timbre, corrí hacia la puerta con entusiasmo y nerviosismo.

-¡Mamá, papá! ¿Cómo habéis llegado tan pronto? –Pregunté mientras nos abrazábamos.

-Tu madre estaba impaciente por venir, así que salimos nada más levantarnos; ya sabes que somos de madrugar.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora