Capítulo 72

115 10 0
                                    

Capítulo 72

Aquella mañana me sentía increíblemente feliz. Me había despertado pronto y estaba en el baño arreglándome para mi primera sorpresa de aniversario para Carlisle. Hacía ya 9 años que nos habíamos casado ¡Cómo pasaba el tiempo!

Mientras terminaba de cepillarme el cabello, escuché como la puerta de la calle se cerraba, y unos pasos se acercaban a la escalera del salón. Entonces, con rapidez me cubrí con una bata larga negra de seda que Alice me había comprado en su día, y me miré por última vez en el espejo, observando que todo estuviese bien.

Al entrar en el dormitorio cerré la puerta contemplando a Carlisle en el lugar. Había llegado del trabajo después de una de sus guardias nocturnas, y estaba deslumbrante, como siempre. No pude evitar dibujar una sonrisa cuando se giró para mirarme.

-Que pronto te has levantado. Son las 7 de la mañana.

-Estaba esperándote. Feliz aniversario. –Añadí mientras me acercaba a él y me respondía con aquella increíble sonrisa tan típica, para después besarnos.

-Tengo algo para ti.

-Y yo para ti, pero los regalos pueden esperar. Hay algo mucho mejor esperándole, doctor Cullen. –Le susurré de forma pícara, alejándome de él unos pasos. Observé sin perder la sonrisa su semblante extrañado y feliz.

-Estoy seguro de que será mucho mejor que cualquier regalo. –Respondió mientras yo me deshacía del nudo de la bata, y me la quitaba en un movimiento súbito, quedando en una explosiva ropa interior negra de encaje. –Estás increíble–. Agregó escudriñándome.

 Me acerqué hasta llegar a rozar sus labios levemente, susurrando.

-No sabes cuánto he esperado este momento. Apenas hacemos el amor con Albert en casa; pero hoy nada podrá detenernos.

Acto seguido ambos nos besamos con frenesí, a la vez que me deshacía de su chaqueta con rapidez, para pasar luego a por su camisa. En menos de un segundo ya estábamos ambos tirados en la cama desnudos, besándonos y acariciándonos como si aquella fuera nuestra primera vez.

Pasados unos placenteros minutos me deshice de las sábanas, empujándolas hasta los pies de la cama, para dirigirme hacia la cintura de mi marido con total decisión, comenzando a chupar su miembro, haciendo que gimiera de placer, echándose hacia atrás. Rápidamente Carlisle se incorporó y en un movimiento veloz me tumbó en el colchón posicionándose encima, comenzando a penetrarme con total desenfreno. No podía evitar hincar mis uñas en su espalda para no gritar de placer, pero de inmediato, ambos paramos al escuchar como la puerta se abría.

La vergüenza rápidamente se apoderó de mí al observar como Albert se hallaba en el umbral, mirando con los ojos como platos a sus padres en plena faena.

Carlisle se quitó de encima velozmente mientras nos cubría a ambos con la sábana, y el niño cerraba la puerta con velocidad, sin decir nada.

-Oh, mierda, ¡mierda! –Hablé desesperada, localizando mi ropa interior para ponérmela de forma rauda, a la par que Carlisle hacía lo mismo, pero más pausadamente.

-Podría haber sido peor si llega a entrar un minuto antes.

-¡Carlisle! –Le reñí golpeándolo en el torso con la mano. De inmediato me detuvo agarrándome por los hombros para que le mirara.

-Oye, hablaremos con él los dos; tiene que saber que esto es algo natural, fruto del amor que nos une.

-Que vergüenza, por Dios... no podrá borrar esa imagen de su mente en la vida. A mí ya me pasó una vez de pequeña con mis padres y fue horrible.

-Nadine, cálmate. Es un niño muy maduro. Lo entenderá, y dentro de unos años todos nos reiremos de esto.

Suspiré observando sus bonitos ojos, para después dejarme caer sobre su pecho y abrazarme a él.

-Deberíamos acabar de vestirnos y salir a buscarlo. ¿Por qué tenemos tan mala suerte? Estaba siendo increíble.

-Lo sé, cariño. Pero ya no podemos volver a atrás, ¿vamos? –Preguntó ya completamente vestido, mientras yo me ataba la bata, y asentía dirigiéndome hacia la puerta.

Encontramos a Albert junto con Emmett y Edward en el salón, y en aquel justo momento hice el amago de volver a subir escaleras arriba, pero Carlisle me agarró de la mano y comenzó a hablar.

-Albert, tu madre y yo queremos hablar contigo, a solas.

El niño se levantó lentamente y se acercó a nosotros comenzando a subir las escaleras, siguiendo a Carlisle hasta su despacho. Al entrar, cerré la puerta y me acerqué a mi marido, con vergüenza de mirar al niño a la cara.

-Albert, somos conscientes de que nos has visto haciendo el amor. –No pude evitar sentir una enorme sorpresa al escuchar como Carlisle era tan sincero con el pequeño. –No es nada malo, por lo que no queremos que esto te suponga algo traumático. Tu madre y yo nos queremos; es algo natural.

-Lo sé, es sólo que... es asqueroso de ver. Podríais echar el cerrojo, que para algo lo tenéis. –Comentó el niño mirando con el ceño fruncido a su padre, para después, desviar la vista hacia mí.

-Lo sentimos mucho, hijo; tienes razón, jamás volverá a ocurrir. ¿Podemos olvidar que esto ha pasado? –Pregunté mirando al niño con tono de súplica, mientras Carlisle nos observaba serio.

-No pasa nada, mamá. Y por favor, deja de pensar en lo que estabais haciendo antes de que entrara, no lo he visto, pero también es asqueroso leerlo en tu mente.

El rubio se dio la vuelta y salió del lugar cerrando tras de sí, dejándome aún pensativa y avergonzada sobre aquellas palabras.

-Perfecto, nuestro hijo va a estar traumatizado de por vida. –Dije tocándome la frente, a la par que Carlisle me miraba con una pequeña sonrisa.

-Ya le has oído, está olvidado. Pero debes olvidarlo tú también, si no leerá en tu mente eso constantemente.

-Tienes razón, soy yo la que se está comportando como el niño de 8 años. –Respondí mientras sonreía y me dejaba caer sobre su cuerpo, y él me abrazaba. –Eso sí, a partir de ahora echarle el cerrojo a la puerta será lo primero.

-Por supuesto. ¿Qué te parece si lo estrenamos y acabamos con el primer regalo de nuestro aniversario? -Preguntó mirándome de forma seductora, acariciaba mi cuello.

-Creo que podré hacerlo, sí. Sería estupendo. –Respondí con una gran sonrisa, para después besarle.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora