Capítulo 78

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Capítulo 78

Tuve que apoyarme en la pared contraria a la consulta de Carlisle, sintiendo como mi cuerpo dejaba de responderme. Tanto era así, de tal forma me había impactado lo que acababa de ver, que tuve que sujetarme en una de las sillas para evitar caerme al suelo.

-¿Está bien, señorita?, ¿quiere que llame a alguien? –Preguntó el bedel, mirándome con extrañeza mientras yo agitaba la cabeza de forma negativa, observando al frente, viendo entre las pequeñas franjas de las persianas como la pareja ahora estaba en el escritorio de Carlisle.

Al sentir que aquello estaba pasando de verdad, y notar como el dolor sobrepasaba la realidad, salí corriendo. No me detuve hasta llegar al coche, saliendo de allí a gran velocidad sin ser consciente aún de nada.

Dejé atrás el vehículo y abrí la puerta de la casa con manos temblorosas, haciendo que se me cayeran las llaves varias veces hasta conseguir entrar. De pronto una oleada de malestar me inundó al estar en el lugar y recordar todo lo vivido. No pude evitar que las lágrimas comenzaran a rodar por mi cara, quemándome mientras salían con intensidad.

-¿Qué ocurre, Nadine? –Preguntó Rosalie, quien se hallaba frente a mí en el vestíbulo, mirándome con preocupación. Contemplé sus ojos dorados durante unos segundos tratando de articular palabra. Su rostro serio dejó mostrar su sorpresa y estupefacción ante mis palabras.

-Carlisle me ha engañado con Inga. –Logré decir de forma entrecortada, sin evitar los ojos de la vampiresa, quien respondió al instante.

-Eso es imposible. Carlisle no haría algo así.

-Lo acabo de ver, Rosalie; en su consulta, lo he visto todo hasta que no he podido... –Volví a sentirme desfallecer al recordarlo todo, perdiendo momentáneamente el equilibrio, con lo que ella rápidamente me agarró. Por un instante sentí hasta nauseas.

-Nadine, tiene que ocurrir algo.

-No, ya está, se acabó, está claro. Tengo que irme de aquí, por favor. Cuida a Albert hasta que sepa qué voy a hacer. Me iré cuando hable con él.

Acto seguido salí rápidamente del lugar, esquivando a Jasper, quien acababa de entrar en la casa.

Me dirigí a la cocina tratando de frenar mis pensamientos, obviamente sin éxito, con lo que comencé a preparar la cena de mi hijo para mantenerme ocupada. Las lágrimas salían continuamente sin parar ante una maraña de pensamientos inconexos y dolorosos.

 Aún no podía irme, necesitaba una explicación. Necesitaba mirarle a la cara y recibir respuestas.

-Hola, mamá, ¿qué haces? Esta noche iré a cazar con los tíos. –Dijo Albert observando la comida al entrar en el lugar. Me sobresalté a su llegada, pero no me giré.

-Da igual, así lo tendrás para mañana. Cariño, me voy a ir unos días de aquí, ¿vale? Quiero que te portes bien, iré a recogerte al colegio como estos días.

-¿Por qué te vas? –Preguntó serio, escudriñando mi rostro cuando se puso a mi lado para mirarme, pero no me hizo falta responderle, pues él mismo halló la respuesta en mi mente al instante.

-Papá no puede...

-Rosalie, por favor... -Sollocé, haciendo que la mujer apareciera rauda en la estancia.

-Albert, Vámonos. Tu madre necesita estar sola. –Cortó ella con extrema seriedad, dedicándome una mirada de apoyó, y sacando de allí al niño, haciéndome sentir aliviada por no tener que fingir una entereza inexistente.

Me quedé sola por fin, continuando con mi tarea de cortar zanahoria con desesperación, cuando de pronto sentí el sonido de la puerta de la calle. Mi corazón comenzaba a desbocarse sin control al inundarme el miedo y la rabia.

Carlisle apareció poco después en la cocina. El hombre se acercó con total normalidad e intentó besarme, pero instintivamente giré levemente la cabeza haciendo que su beso se depositara en mi mejilla. Aquello me estaba desgarrando por dentro.

-¿Qué te ocurre? ¿Estás llorando? –Preguntó sumamente extrañado, incluso con preocupación. Sentí como si me estuviera apuñalando con cada palabra.

-Te he visto esta noche en tu despacho con Inga. –Dije lo más calmadamente posible mientras seguía cortando, dándole la espalda.

-¿Y qué ocurre por ello?

-¡Te has acostado con ella! –Le grité sumida en la desesperación mientras rompía a llorar, presa de la ira. –¡Lo he visto desde la puta ventana! -No me importó lo más mínimo que toda la familia estuviera escuchándonos; estaba fuera de mí.

-Yo no he hecho nada con ella, sólo hemos estado hablando. Jamás sería capaz de eso. –Habló calmadamente, mirándome a ceño fruncido, con preocupación.

-Dios mío, ¡os he pillado! ¡Reconócelo! –Volví a darme la vuelta cortando con saña, cuando paré al rasgarme en el dorso de la mano.

-Nadine, te juro que no sé de qué me estás hablando. Déjame ver tu mano. –Agregó acercándose, pero retrocedí inmediatamente, ignorado la sangre correr hacia mi antebrazo.

-No te acerques, Carlisle. Déjame. –Lloré sin chillar, ya sin fuerzas, alejándome.

-Es profundo, Nadine. Hay que darte puntos. –Insistió a la par que me agarraba de un brazo de forma delicada, reteniéndome.

-¡No me toques! –Le grité con ansiedad a la vez que me deshacía del agarre, de forma brusca. -Jamás pensé que fueras capaz de hacer algo como esto... si por lo menos estuvierais enamorados, lo entendería, pero que encima no seas capaz de decirme la verdad después de todo... se acabó, Carlisle. –Sollocé quitándome la alianza y tirándosela sin fuerzas, para después salir del lugar directa a la calle.

Entré en el coche y salí de allí lo más rápido que pude hasta estar lejos de la casa, entonces paré en un arcén y saqué unas vendas que llevaba en el maletero, haciéndome un improvisado vendaje alrededor del corte.

Lloré y grité con rabia sobre el volante sin entender cómo aquello era posible. Jamás había sentido tanto dolor, y eso que creía que la vez en la que creía que me engañaba con Esme era insuperable, pero estaba tremendamente equivocada. 

Esta vez había sido un tiro horrorosamente certero. Esta vez no había posibles excusas; se habían acostado siendo conscientes, dejándose llevar por la lujuria y el desenfreno. Ella había ganado, me sentía enormemente idiota y traicionada. ¿Sólo había sido un juguete para él en todos esos años? Dios mío, teníamos un hijo...

Tras unos largos minutos desahogándome sin sentir aún que el dolor disminuyera, comencé a sentir odio; Un odio tan intenso que empezaba a quemar mi sangre sin remedio.

 Empecé a odiar a Carlisle, a Inga, a todo lo que tenía que ver con los vampiros, al mundo en general por ser tan cruel. Entonces, en aquellos momentos, recordé las palabras que Eric me había dicho tiempo atrás "Bueno, si eso pasase, ya sabes donde estoy para vengarte."

Sin pensarlo dos veces, arranqué y me puse en marcha hacia la casa de Eric. Ya nada podría importar.

¡Gracias por leer, un saludo! 

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora