Capítulo 52

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Capítulo 52

Casi sin darnos cuenta había pasado un año desde que Albert había nacido. El pequeño cada día parecía más grande, más listo y más vampiro, ya que sus habilidades sobrenaturales se perfeccionaban cuanto más crecía. Así pues, con tan sólo un año de vida, ya contaba con una velocidad vertiginosa y una fuerza con la que un adulto contaría; para colmo, según Eric, era muy probable que siguiera aumentando hasta llegar a ser prácticamente como la del resto de vampiros.

Francamente, era mucho menos agotador cuidar de un bebé mitad humano mitad vampiro que de uno enteramente humano. Gracias a su desarrollada inteligencia, y a que podía leernos el pensamiento a todos, la comunicación con él era totalmente reveladora, permitiéndonos saber qué necesitaba a cada momento.

La vida era maravillosa desde que Albert había llegado a nuestras vidas. Nuestros lazos familiares se estrecharon, el tiempo nos dio un respiro lleno de tranquilidad, sin vampiros ni nada sobrenatural acechando para matarnos. Hasta era capaz de soportar a Eric sin tener que recurrir a la falsedad o el malhumor. Sin duda podía decir que aquel año fue el mejor de mi vida con diferencia, pues todo era perfecto, y no podía haber nada mejor que pasar todo el tiempo que quisiera cuidando de mi hijo, estando con la que ahora era mi familia.

Después de unos meses tras el parto volví de nuevo a la biblioteca, a la rutina tan aborrecida por todo el mundo. No obstante, para mí, la rutina era algo tan codiciado que al volver a tenerla en mi vida, me sentía plenamente afortunada y feliz. Además, aquellas extrañas visiones no habían vuelto a manifestarse, con lo que dedujimos que fueron debido al embarazo, aunque nadie podía explicarse por qué; no tenía mucho sentido, desde mi perspectiva al menos, que yo las tuviera si Albert no tenía ningún poder parecido, pero nadie volvió a darle más vueltas cuando se fueron.

Las cosas cambiaron finalmente uno de aquellos días estivales en los que Carlisle y yo nos encontrábamos solos en casa junto con el niño, y de nuevo, todo volvió a ser incierto, rompiéndose aquella maravillosa racha de paz.

Ambos nos encontrábamos en el salón sentados en uno de los sofás, abrazados mientras observábamos a Albert curiosear todo aquello que le rodeaba, contemplando cualquier cosa con sumo interés.

-Es igual que tú. Es asombroso lo mucho que os parecéis. Si no fuera por los ojos... –Comenté en voz baja mientras vislumbraba al pequeño gatear velozmente entre los sofás, para después girar la cabeza y fijar mis ojos en el rostro de mi marido, encontrando una tierna sonrisa.

-Bueno, en realidad, cuando era humano tenía los ojos igual de azules que él. Sí que nos parecemos mucho físicamente, pero en personalidad es como tú. Quiere saber el por qué de todo, y no se conforma con cualquier respuesta.

-Es un niño muy listo. –Añadí sonriendo con alegría, para después, acercarme más a Carlisle y besarlo con suavidad.

Después de unos instantes, el beso se intensificó y ambos olvidamos todo lo demás, concentrándonos sólo en demostrarnos el amor que nos profesábamos, pero el sonido de una cadena deslizándose por el cristal de la mesa nos hizo separarnos y observar a Albert, quien se había puesto en pie para intentar atrapar mi colgante en forma de dragón de la mesa.

Con rapidez me levanté dirigiéndome hacia el niño, y lo tomé en brazos con algo de esfuerzo.

-No, cielo; eso es de mamá y es muy pequeño. Es algo a lo que tengo mucho cariño, es importante. Fue un regalo de tu tía Amanda, ¿sabes? –Hablé contemplando los ojos curiosos del niño mirándome fijamente.

Después de unos segundos escudriñando el rostro serio de mi hijo, abrí su pequeña mano para coger el colgante con cuidado, pero en ese momento, como había pasado las anteriores veces que había tenido visiones, perdí el control de mí misma y todo se volvió negro, a la par que escuchaba de fondo a Carlisle gritar mi nombre y acercarse velozmente hasta mí.

De pronto observé un pequeño pueblo perdido entre un bosque nevado completamente. Sólo había chozas de madera colocadas de forma circular, y justo en medio, un gran templo de piedra, a mi parecer.

La visión me condujo de forma frenética hasta una pequeña y sucia herrería donde un hombre de pelo largo y graso creaba grandes espadas y hachas de metal, pero fue interrumpido por otro que entró en el lugar portando collares iguales al mío, en forma de dragón.

De pronto volví a estar fuera del poblado, esta vez, en una gran extensión de terreno helado donde había un enorme lago y árboles. Había ocurrido una batalla en aquel lugar, pues la sangre teñía la blanca nieve y los cuerpos mutilados destrozaban el precioso paisaje. Me sorprendí enormemente al observar a Eric allí, vestido como un guerrero de hacía miles de años, con el pelo largo y despeinado, dirigiéndose hacia los supervivientes. Todos alzaron sus collares al cielo y gritaron victoreando.

-¡Nadine!, ¿¡me oyes!? –Habló desesperado Carlisle cerca de mi rostro, mientras una de sus frías manos se posaba en mi mejilla.

Acto seguido abrí los ojos y me incorporé lentamente, dejando que el vampiro me ayudara en el proceso, a la vez que comenzaba a hacerme preguntas.

-He tenido otra visión, Carlisle. Eric salía en ella. -Respondí finalmente.

-¿Qué has visto? ¿Te encuentras bien? Esta vez sólo has perdido el conocimiento.

Sí me encontraba bien, por raro que nos pareciera a ambos, y comencé a contarle con pelos y señales rápidamente lo que había visto sobre el pueblo bárbaro de Eric.

-Voy a llamarlo. Si has tenido esa visión no era fruto del embarazo. Albert te ha concedido el poder de tener visiones sobre el pasado. –Dijo Carlisle mientras sacaba el móvil y se ponía en pie, algo nervioso.

Recordaba perfectamente el día de mi boda, y como Eric me habló sobre el colgante, el cual era el símbolo de su tribu, pero jamás me había puesto a pensar sobre ello; sobre la vida humana de Eric hacía tantísimos siglos.

-Viene para acá, no tardará en llegar.

-¿Pero para qué queremos que venga? Él no sabe más que nosotros, ya nos lo dijo. –Comenté mientras volvía a coger a Albert, esta vez, de los brazos de Carlisle.

-Pero él puede ayudarte a controlar el poder, y evitar que te desmayes después. Tendrás que controlarlo, o podría ser peligroso.

-No sé si eso es buena idea, ya sabes cómo es Eric. Además, él no tiene esa clase de poder ¿Cómo va a ayudarme?

-A lo largo de su vida ha visto cosas que nosotros ni imaginaríamos, él es la persona indicada por poco que nos guste, cariño.

El rubio se acercó a mí y acarició mi rostro, para después, besarnos fugazmente.

Después de unos minutos en los que nos dedicamos a dormir a Albert, el timbre sonó haciendo que yo automáticamente me pusiera rígida y algo malhumorada, al pensar que ya tendría que volver a soportar a Eric como antaño. Parecía que las viejas tradiciones nunca morían.

Carlisle fue a abrir la puerta, haciendo que poco después lo siguiera con lentitud y desgana escaleras abajo. Antes de que llegara al final de estas, Eric ya había entrado en la casa. Parado desde casi el umbral del acceso, me dirigió una de sus irritantes sonrisas pícaras.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora