Capítulo 75

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Capítulo 75

-No puedes consentir que ellos sean más fuertes que tú, hijo. Debes aprender a bloquear sus pensamientos.

-No quiero bloquearlos si sé que están hablando sobre nosotros. ¡No tienen por qué hacerlo! -Respondió Albert alzando la voz con frustración, mientras observaba el rostro serio de Carlisle, quien en ese momento se levantó para salir de detrás del gran escritorio.

-Hijo, sé que es duro, pero no puedes seguir enfrentándote a ellos. Descubrirán tu don y todos nos meteremos en un lío.

-Es muy fácil decirlo, papá. No escuchas las cosas horribles que piensan. Estoy cansado de aguantar.

-Albert, todos estamos cansados de muchas cosas, pero tenemos que ser responsables. Tienes que aprender a vivir con ello. Espero que no vuelvan a llamarnos del colegio. –Hablé de forma fría, con seriedad mientras observaba como los ojos del chico refulgían llenos de ira.

-No tienes ni idea de por lo que estoy pasando.

-Sólo queremos ayudarte. –intervino Carlisle intentando calmar los ánimos, sin mucho éxito, ya que ambos seguimos hablándonos sin prestarle atención.

-Soy tu madre, y no puedes tampoco tú imaginar lo que sufro viéndote así. Albert, tú no eres violento, ni inmaduro. No quiero tener que verte de esta forma, por favor. Sé que es horrible no tener alternativas.

Hubo un silencio cargado de tensión durante varios minutos en los cuales ambos nos miramos a los ojos intensamente, hasta que tras unos segundos, el niño salió rápidamente del despacho, cerrando con enfado tras de sí.

El sonido del teléfono de Carlisle hizo que nos distrajéramos de nuestra frustración, pero al observar la cara de circunstancias que se le puso al rubio al contemplar quién le llamaba, supe que aquello iba de mal en peor.

-Hola, Inga. ¿Ocurre algo? –Preguntó el hombre con naturalidad, mientras yo escudriñaba su rostro. –Claro, nos vemos a las 12–. Concluyó tras unos minutos, pasando a guardar el teléfono, intentando mantener al compostura. Trató de evitar con discreción mirar mi cara de enfado.

-¿Qué quería ahora? Últimamente pasa más tiempo ella contigo que yo. –Respondí presa del odio que comenzaba a tener a la vampiresa.

-Me ha pedido que vayamos esta noche de caza. Es nueva en el lugar.

-Creía que su padre era Eric, no tú. ¿Por qué no va él?

-Está ocupado, y me ha pedido que no la deje sola. Es normal, ¿a qué viene ese comportamiento hacia ella, Nadine?

-A que es una descarada y va tirándote los trastos continuamente, sin importarle quién esté delante. Además, sé que te traías con ella, Carlisle. –Exploté mientras observaba con reproche el rostro serio del rubio.

-¿A qué te refieres? –Preguntó de manera inocente, haciendo que mi ira se incrementara.

-A que sé que os acostabais, que manteníais algo hace tiempo. Eric me lo contó, ya que tú no te dignaste a decírmelo claramente. ¿Cómo quieres que no me sienta así respecto a ella? ¿Por qué no me lo has contado desde el minuto en el que apareció?

-Precisamente por esto, Nadine. Quería protegerte; no ganarías nada sabiéndolo, es el pasado. Yo te quiero a ti.

-Pero si antes te gustaba, ¿ahora por qué debería haber cambiado? Te sigue atrayendo, Carlisle. Ella es perfecta, rubia y alta, mientras que a mí cada día me sale una arruga nueva.

-Por el amor de Dios, Nadine, eres joven aún. Exageras, te cuidas muchísimo.

-Sí, pero, ¿y qué? un día nada podrá reparar el daño que hace el tiempo; ¿Qué pasará entonces?

-Yo te seguiré amando igual. Nadine, por favor. El pasado quedó atrás, créeme –dijo mientras se acercaba más a mí y me tomaba de las manos. -Tienes que confiar en mí.

-Confío en ti. Lo siento, Carlisle. No pienso nada extraño, sé cómo eres. Pero, por favor; quiero que me cuentes todo acerca de esa mujer, sin tapujos.

-Claro, se acabaron los secretos. Lo prometo. –Respondió de manera solemne, pasando después a sonreír a la par que agarraba mi barbilla con cuidado, y me besaba tiernamente.


Pasaron un par de días y pude observar con cansancio como Inga seguía acercándose peligrosamente a Carlisle, reteniéndolo todo lo posible junto a ella, con lo que pensé que quizás gran parte de la culpa la tenía mi gran amigo Eric. Así pues, decidí que ya era hora de que alguien me tomara en serio.

Nada más salir del trabajo me puse rumbo hacia su bar, ya que debería de estar por allí si tan ocupado andaba con su negocio.

Al llegar ni me molesté en preguntar y acudí directamente a su despacho, ya que sabía de sobra dónde se encontraba, y me importaba bien poco que pudiera o quisiera atenderme. Estaba realmente enfadada con todo aquel asunto.

-Nadine, qué agradable sorpresa. –Dijo de forma burlona mientras me miraba con total serenidad, sentado detrás de la mesa llena de papeles, donde tenía los pies apoyados.

-¿Conque esta es tu gran ocupación? Por qué tienes a mi marido haciéndote de canguro. Estoy harta, Eric.

-Relájate -ordenó mientras se levantaba con parsimonia–. Yo no he mandado a Carlisle estar con Inga, ha sido ella la que me ha pedido que la acerque a él. –El vampiro rió brevemente al contemplar la cara que se me había quedado ante tal revelación. –Vaya, ya veo que te pilla por sorpresa. Parece que a Inga no se le han pasado las ganas de Carlisle durante estos años.

-¿Por qué lo consientes?

-Oye, todos somos lo suficientemente mayorcitos para saber qué hacemos, incluido tu marido. Parece que te fías poco de él.

-No, tengo plena confianza en Carlisle, pero no me gusta que tu hija vaya detrás de él ninguneándome a mí, ¿sabes? Quiero que le ordenes que lo deje en paz, tú eres su creador; sé que puedes hacerlo.

-Como gustes, pero ya te advierto que no creo que sirva de mucho. Ya desde que Inga era humana la caracterizaba esa personalidad indómita, por eso la convertí para que estuviera a mi lado. Me encanta.

-¿Es muy antigua? –Pregunté con suma curiosidad, siendo consciente de que eso sólo suponía problemas.

-La convertí aproximadamente en el siglo 3 de esta era, imagínatelo. Pertenecía a la tribu de los Helvéticos. Yo llevaba poco siendo vampiro. Me sentía solo, ya sabes.

-Inténtalo al menos, por favor. –Supliqué sinceramente mientras observaba sus ojos azules clavarse en los míos.

-Carlisle es tan aborreciblemente correcto que sería incapaz de engañarte. ¿Por qué tanto miedo?

-Porque yo envejezco, Eric. Y ella es perfecta... se gustaban y no tiene por qué haber cambiado. Sé que Inga quiere volver a tener algo con él, y no pienso ponérselo fácil.

El vikingo volvió a reír levemente, para después mirarme con aquella intensidad que asustaba y volver a hablar con decisión y convencimiento.

-La mortalidad es un tema peliagudo. Algo que nos caracteriza a los vampiros es que, al estar condenados a vivir eternamente, nos cansamos de lo que nos rodea. Una y otra vez, siempre lo mismo. Carlisle también es un vampiro, es su naturaleza el ser un depredador y buscar la novedad, lo excitante. Esa es mi opinión, Nadine. –Comentó mientras daba vueltas alrededor de mí con total seriedad, haciendo que aquellas palabras me hundieran en la más absoluta miseria.

Sabía que Carlisle no era de esa forma, lo había demostrado en incontables ocasiones, pero también sabía que aquella parte de la que hablaba Eric debía estar en algún lugar de su ser, ya que nadie era capaz de deshacerse de su propia naturaleza.

¡Muchas gracias a todos por leer!

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora