METRÓPOLIS

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Al poco de irse Lillian, Lena reunió de urgencia al Consejo de Guerra. Muy seria, la reina mostró a los presentes el objeto plateado con forma de cubo, el cual dejó sobre la mesa. Los que nos sabían lo que era, lo miraron extrañados, pero los que si lo sabían pusieron una expresión de entre sorpresa y horror. 

Uno de ellos era J'onn, que fue quién se atrevió a romper el silencio que imperaba en la sala.

– ¿Es eso lo que creo que es?

Lena asintió.

– ¿Qué demonios es esa cosa y cómo puede ayudarnos en esta guerra? –preguntó Anissa con impaciencia.

Lena miró a los presentes y respiró hondo antes de responder.

– Es una de las Cajas de Pandora.

Todos los que no sabían lo que era aquel objeto se quedaron boquiabiertos al instante, ya que todo el mundo había oído hablar de ellas. Y, si todas las historias que contaban eran ciertas, tenían ante ellos uno de los objetos más poderosos del mundo.

Nadie sabe exactamente cuales eran sus orígenes y, para muchos, tan solo eran un mito. Se decía que fueron dejadas en la Tierra por los propios dioses o que fueron construidas por maestres muy sabios o poderosos hechiceros. Según las historias, eran cuatro en total, cada una con el poder sobre uno de los elementos: aire, agua, tierra y fuego.

– ¿De dónde la has sacado? –preguntó Alex con voz temblorosa.

– Mi hermano ha estado obsesionado con ellas desde que era príncipe –comenzó a decir Lena –, especialmente, con esta, la Caja del Aire. Cuando subió al trono, envió expediciones a las zonas más inexploradas del planeta. Tan solo una de ellas regresó al cabo de tres años; de más de doscientos hombres y mujeres que la componían, tan solo regresó uno de sus miembros con vida portando la caja. Aquel explorador murió a los pocos días de regresar.

– ¿Por qué quería tu hermano esta caja? –preguntó Alura ceñuda.

– Ante todo, porque quería el poder de un dios –continuó Lena –. Esta caja le permitía controlar y modificar la atmósfera, el aire que respiramos todos. Nadie se atrevería a oponerse a él con un poder semejante. Pero, después, sus locuras llegaron a más y quiso utilizarla para acabar de golpe con todos los kryptonianos, su mayor obsesión.

– ¿Y cómo pensaba hacerlo? –preguntó Kara, tan curiosa como asustada.

Lena no se atrevía a mirarle a los ojos, pero lo hizo.

– Pensaba utilizar la caja para modificar la atmósfera e impregnarla de kryptonita.

Tanto Alura como Kara fruncieron el ceño.

– ¿Kryptonita...? –preguntaron las dos casi a la vez.

– La piedra verde –respondió Lena –, le hemos puesto ese nombre.

– Se me ocurrió a mi –intervino J'onn.

– Afortunadamente –continuó Lena –, estas cajas son difíciles de manejar, incluso para alguien que posee la sabiduría de los Luthor. Trabajó en ella durante años y estuvo cerca de terminar de prepararla para modificar la atmósfera y llenarla de kryptonita –Kara se estremeció al escuchar aquello; sobre todo, en boca de la mujer que amaba –. Afortunadamente, fue derrocado antes de que pudiera terminarla.

– ¿Y qué ocurrió con la caja? –preguntó Anissa.

– Se perdió después de la revuelta, pero fue encontrada recientemente –respondió Lena tras cruzarse unas miradas cómplicas con Sara e Imra, quienes habían acordado con ella no decir nada de lo que ocurrió con Lillian.

RESURGENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora