OCÉANO NEGRO

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La Waverider surcaba las aguas a toda prisa en dirección al otro barco, el cual se preparaba para repeler el ataque. Este disparó sus catapultas a la vez contra el barco pirata pero este, con un rápido movimientos, esquivó los disparos y continuó el camino hacia su presa.

Sara Lance se encontraba sobre la proa, sujeta a un cable para no caerse. El barco se movía mucho, pero ella parecía no inmutarse. Ray Palmer, su primer oficial, se puso junto a ella, pero quedándose dentro de la cubierta.

– Idiotas –dijo la capitana de la nave sin perder de vista el otro barco –. Todos cometen el mismo fallo ¿Cuándo aprenderán que disparar todas las catapultas a la vez hace que sea más fácil esquivar los disparos?

– Al menos, eso nos facilita las cosas, capitana –respondió Ray.

Sara hizo una mueca de fastidio.

– Lo sé y es una lata. Todos los barcos que nos encontramos últimamente a penas nos representan un verdadero reto. Para ese plan, mejor que hicen la bandera blanca y nos entreguen el botín en mano. El rey Lex sería un loco, pero sus naves si que sabían presentar batalla ¡Cómo echo de menos la guerra!

El otro barco volvió a disparar. Sara observó las bolas de fuego elevarse en el aire antes de gritar una orden a Charlie, quién manejaba el timón en popa. La morena obedeció he hizo un rápido giro a estribor. Todo ocurrió tan rápido que a Ray no le dio tiempo a agarrarse a algo y se cayó al suelo mientras Sara permanecía impasible sobre la proa.

– ¿Sigues conmigo, Ray? –le preguntó sin siquiera mirarle, ya que su mirada continuaba fija en el otro velero, que estaba cada vez más cerca.

– Si, capitana... –respondió Ray con voz dolorida, poniéndose en píe mientras se frotaba la dolorida frente –. Aunque me va a salir un chichón.

– El dolor es tu amigo, Ray. Si lo sientes, es porque todavía sigues vivo –desenvainó su espada –. Dile a los demás que se preparen, porque vamos a abordar en cuestión de segundos.

Por un momento, parecía que el barco pirata iba a embestir al otro barco pero, en el último momento, Charlie hizo otro rápido giro de timón y el barco se colocó de costado, casi rozando la otra nave. Sara fue la primera en saltar a la otra cubierta. Cuatro soldados la recibieron con sus espadas desenvainadas, pero no le costó nada acabar con ellos.

Los demás piratas saltaron sobre el barco, el cual se convirtió en el escenario de una espectacular lucha de espadas. Los soldados que protegían el barco doblaban en número a los piratas, pero estos eran mucho mejores espadachines y, además, luchaban como si no tuvieran miedo a la muerte, todo lo contrario que los soldados, que estaban muertos de miedo. A lo que más temían era a su capitana, cuya leyenda negra se extendía por todos los mares atemorizando a los marineros.

La batalla solo duró unos minutos. En poco tiempo, los soldados que sobrevivieron al ataque y la tripulación del barco se encontraron sentados en la cubierta con sus manos atadas a una misma cuerda que los mantenía sujetos a un mástil.. Sara se paseaba triunfante delante de ellos mientras su tripulación registraba la nave.

– ¿Por qué no nos decís donde tenéis el botín y hacemos esta velada más agradable? –les preguntó con sarcasmo.

El que parecía ser el oficial al mando fue quién le contestó.

– Esto es un barco de especias. Eso es lo único que vas a encontrar aquí.

Sara sonrió maliciosamente.

– Bueno, mis comidas están últimamente muy sosas. Además, mucha seguridad invierte vuestro rey para proteger un simple barco de especias.

El oficial no contestó. Aunque no le hizo falta. Ray llegó portando una pequeña bolsa.

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