OCÉANO NEGRO

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Los verdes ojos de la joven se abrieron de golpe. Rápidamente, se incorporó y miró en rededor asustada, ya que desconocía donde estaba. La cabeza le daba vueltas, pero pronto se dio cuenta de que aquella habitación no se movía por eso. Estaba en un barco. Continuaba en el mar.

Se miró. Alguien le había quitado su ropa y le había puesto una suave bata de seda azul celeste. También la habían bañado y hasta peinado. Alterada, empezó a palparse entre las piernas, notando con alivio que nadie había abusado de ella mientras estaba inconsciente.

La puerta se abrió sobresaltándola.

– Por fin has despertado –dijo Sara con una sonrisa, la cual se volvió maliciosa al instante –. Veo que has decidido empezar si mí...

La chica se dio cuenta de que aún tenía la mano entre las piernas y la sacó rápidamente.

Sara recuperó la sonrisa amistosa de antes y entró en el camarote cerrando la puerta tras de si, dejando un plato de comida sobre la mesa que había junto a la cama.

– ¿Es para mí? –preguntó la chica mientras miraba al plato con desconfianza.

Sara asintió.

– Normalmente, me la termino comiendo yo, puesto que no despertabas.

– ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

Sara se encogió de hombros.

– Ya estabas así cuando te encontramos. De eso hace dos días. Ahora come, seguro que necesitas reponer fuerzas.

La chica la miró desafiante.

– Gracias, pero no tengo hambre –dijo orgullosa.

Sara soltó unas carcajadas.

– Por favor, no empieces con esos juegos. Llevo dos días comiéndome tu comida y no me importaría hacerlo estando despierta. Desde aquí oigo como rugen tus tripas, lo cual será un buen sonido ambiente mientras devoro este plato delante de tus narices.

La chica suspiró, se encogió de hombros y cogió el plato, el cual empezó a devorar compulsivamente. Sara, mientras, abrió una caja llena de botellas de vino, llenando una copa con una de ellas.

– No es muy fácil encontrar un vino de esta calidad en alta mar.

– Creía que vosotros solo bebíais ron –dijo la chica antes de dar un sorbo a la copa.

Sara sonrió de forma picarona.

– Chica lista...

– Reconozco un pirata en cuanto lo veo. Se que no me habéis recogido por altruismo y, por como me miras desde que has entrado, esta comida y este vino van a tener un precio.

Sara soltó unas nuevas carcajadas.

– No te culpo, es cierto que los piratas tenemos una fama bien merecida. Pero, tranquila, en la Waverider estás segura. Si fuese otro barco pirata el que te hubiera recogido, seguro que hubieras acabado desnuda y atada a un mástil mientras los piratas discuten quién será el primero en hincarte el diente. Y el tópico del ron se debe a que es la única bebida alchoólica fácil de adquirir en alta mar. Este vino lo conseguí cuando asaltamos una isla con viñedos. Mientras mis compañeros se llevaban el oro y los objetos de valor de los dueños, yo preferí traerme botellas del mejor vino que tenían. Aún me quedan muchas botellas.

Podrías compartir alguna con los demás –se escuchó la voz de Rory al otro lado de la puerta, sobresaltando a la chica.

Sara miró hacia la puerta con ojos llameantes.

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