METRÓPOLIS

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Esa misma noche, en la Fortaleza Luthor, Lena dormía plácidamente en sus aposentos hasta que despertó bruscamente y se incorporó en la cama como si acabase de tener una pesadilla. Algo que le inquietaba había hecho que se despertase y no tardó en darse cuenta de que no estaba sola en esa habitación y unos ojos la observaban desde lo más oscuro.

– ¿Quién está ahí? –preguntó inquieta –. Si grito, la Guardia Real irrumpirá en esta habitación en cuestión de segundos.

No recibió ninguna respuesta y se dispuso a gritar.

– Espera –sonó una familiar voz desde la oscuridad, hacia donde ella miró sorprendida.

– ¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó con voz temblorosa.

James Olsen salió de entre las sombras, colocándose donde la luz de la luna entraba por el gran ventanal.

– Quería verte –le dijo.

– Pero, no puedes estar aquí ¿Cómo demonios has entrado?

– Por donde va a ser, por los pasadizos secretos que me enseñaste. Los mismo que utilizábamos para vernos a escondidas.

Fue hacia ella con las manos extendidas, pero ella se apartó.

– Eso fue hace mucho tiempo. Lo nuestro se acabó, te lo dejé bien claro.

– Eso es lo que crees, Lena. Pero nuestra llama sigue encendida. Es solo que no lo sabes.

Lena estaba cada vez más asustada.

– Lo nuestro fue un error. Te lo dije entonces y te lo dije ahora. Tienes que irte cuanto antes. Estás invadiendo los aposentos de la reina. Si no te vas por las buenas, avisaré a la Guardia Real.

James no hizo nada, se quedó parado junto a la cama, mirándola en silencia.

– Tú lo has querido.

Se giró con intención de llamar a los guardias cuando una mano que parecía de hierro la agarró de la garganta tan fuerte que le impidió gritar. James la puso contra el colchón y se colocó sobre ella, sujetándola con el peso de su cuerpo.

– ¡Maldita zorra! ¿Crees que puedes utilizarme y luego tirarme a la basura?

Con su mano libre, rompió un trozo de sábana, lo arreguñó y lo metió en la boca de Lena a modo de mordaza, asi pudo soltarle el cuello sin que ella pudiera gritar. Lena forcejeó tratando de liberarse, pero él le agarró ambas muñecas con una mano y la sujetó contra el colchón mientras, con la otra mano, desgarraba su camisón, dejando sus pechos al aire, los cuales comenzó a acariciar.

– Eres mía, zorra. Eso es lo que eres, mi zorra. Da igual que lleves una corona en la cabeza. Eres mía y no puedes cambiarlo. Ahora, tomaré lo que me pertenece...

Acercó su boca a la de ella con intención de besarla cuando sintió una fuerte patada en las costillas. Dolorido, se levantó de la cama y se giró, viendo a una mujer vestida con un traje negro ajustado y su rostro cubierto con un antifaz mirándole desafiante. Descargó un puñetazo contra ella, pero su puño solo golpeó una nube de humo negro. La mujer se materializó detrás de él y le propinó varios golpes y patadas. James trató de responder, pero la mujer volvió a convertirse en humo negro, materializándose de nuevo detrás de él y continuó golpeándole.

Lena, mientras, logró sacarse el trozo de sábana de la boca y gritó con todas sus fuerzas. La mujer desapareció de nuevo convertida en humo negro justo antes de que la puerta se abriera de golpe y tres soldados de la Guardia Real irrumpieran en la habitación y se arrojaran sobre James, a quién golpearon y patearon.

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