METRÓPOLIS

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El Salón de los Maestres era una gran cámara que actuaba como biblioteca, laboratorio, estudio de arte y lugar de fundición. Para muchos era como si se hubiera llevado a la Fortaleza Luthor un trozo de la Ciudadela de Central City, lugar donde los maestres se formaban y principal centro cultural y científico del Imperio Metropolitano.

Alex caminaba por el inmenso lugar, observando a los maestres y archimaestres ocupados en distintas tareas. Unos redactaban escritos, otros realizaban experimentos y otros fabricaban nuevos tipos de armas en los hornos. Los maestres, los más bajos en el orden jerárquico, se distinguían por llevar una pluma de bronce en la solapa, mientras que los archimaestres llevaban una pluma de plata. Por encima de todos estaba el Gran Maestre, quién se caracterizaba por llevar una pluma de oro. Este no solía estar por allí, puesto que poseía su propio estudio en una de las torres.

Uno de los archimaestres se acercó para hablar con ella con el ceño fruncido.

– ¿Puedo ayudarla en algo? –le preguntó extrañado.

– Soy Alex Danvers. La Gran Consejera me dijo que viniera aquí por un asunto.

El ceño de archimaestre se desfrunció al instante y rápidamente asintió.

– Oh, si, la estábamos esperando, Lady Danvers –Alex se sorprendió. Aunque los Danvers fueran una casa nobiliaria, era una casa tan pequeña que nunca se habían referido a ella por el término de Lady –. Espere un momento, el maestre llegará enseguida.

El tipo dio media vuelta y se alejó a paso ligero. Ella permaneció allí parada mirando a los hombres y mujeres que trabajaban incansablemente mientras pensaba que ella podía haber sido uno de ellos.

– ¿Alex...?

Los ojos de la pelirroja se abrieron como platos al escuchar aquella voz familiar a sus espaldas. Se dio rápidamente la vuelta y comprobó boquiabierta que sus oídos no la engañaban.

– ¡Winn!

Corrió rápidamente a abrazarse a él.

– Perdona, pero los abrazos no están permitidos en este lugar.

Alex rápidamente se apartó de él. Conocía bien las reglas de los maestres, ya que en el pasado ella se formó para unirse a la orden. No obstante, el volver a ver a un amigo al que no había visto después de muchos años hizo que actuara por impulso.

– Discúlpame –dijo ella tras asegurarse de que los maestres que había cerca y los habían visto se giraban de nuevo para continuar con sus trabajos – ¿Qué haces en Metrópolis? Creí que aún seguirías en la Ciudadela.

– Tengo previsto volver para hacer las pruebas y convertirme en archimaestre. Pero, de momento, mis talentos se aprovechan más aquí que allí.

Alex sonrió.

– Kara se va a alegrar cuando sepa que estás aquí.

Winn arqueó las cejas.

– ¿Kara está aquí? Había oído que una kryptoniana evitó el atentado de anoche contra la reina, pero no sabía que fuera ella –Alex asintió con una sonrisa y el rostro de Winn se iluminó –. Y tú debes ser la guerrera pelirroja de la que tanto se habla, la que dio ese gran espectáculo en el torneo –se interrumpió para soltar unas carcajadas –. Tienes muchas cosas que contarme. Por suerte, vamos a pasar un rato grande mientras te tomo las medidas para el traje.

Winn llevó a Alex hasta un cubículo que utilizaba como si de un pequeño estudio se tratase. Allí empezó a tomar las medidas de Alex mientras los dos charlaban alegremente de su pasado y de las cosas que habían hecho todo el tiempo que estuvieron sin verse. 

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