BAJO TIERRA

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Kara, Lena y Mon-El llevaban horas caminando por aquella interminable cueva sin encontrar aún la salida. Ya hacía tiempo que debían haber dejado atrás Central City y el inmenso ejército daxamita que la rodeaba. Además, ya debía haber amanecido hacía tiempo. Aunque, dentro de aquella cueva, donde la piedra de Mon-El era la única iluminación, seguía pareciendo que era de noche.

Lena paró un poco para recuperar el aliento.

– ¿Estás cansada? ¿Si quieres, puedo llevarte en brazos? –dijo Kara con preocupación.

– Estoy bien, no te preocupes. Además, a ti también se te ve cansada.

De pronto, el ceño de Lena se frunció. Efectivamente, a Kara se la veía cansada e, incluso, había empezado a sudar. Algo que le pareció muy raro.

– Creía que los kryptonianos no os cansabais –miró a Mon-El, quién también tenía muestras de cansancio –. Y los daxamitas tampoco ¿Qué está pasando aquí?

– Esto... esto... –decía Kara mientras su cabeza trataba de buscar alguna excusa que evitara contarle a Lena la verdad. Sin embargo, Mon-El se le adelantó y chafó sus planes.

– Es por el Sol.

Lena arqueó las cejas mientras Kara le echaba al daxamita una mirada de reprimenda.

– ¿El Sol?

El príncipe daxamita asintió.

– Es el Sol lo que nos da nuestros poderes. Nuestros cuerpos absorben su energía. Por la noche la gastamos, pero volvemos a recargarnos por el día. Sin embargo, como aún no hemos podido entrar en contacto con la luz el Sol, estamos perdiendo nuestros poderes y nos estamos volviendo como los humanos.

Kara resopló.

– Muchas gracia, acabas de revelar el secreto que los kryptonianos llevamos guardando durante miles de años –dijo con sarcasmo.

Lena, por su parte, trataba de asimilar lo que acababa de descubrir.

– ¡Es increíble! Durante siglos, ha sido objeto de estudios y debate la fuente de poder de los kryptonianos y los daxamitas. Jamás hubiera imaginado que era el Sol.

Kara la miró con preocupación.

– Por favor, Lena, no lo reveles al mundo. Es un secreto que los kryptonianos juramos proteger ante los dioses. Si esto se supiera en Argo, me deshonrarían a mi y a mi familia.

Lena la miró y sonrió.

– No te preocupes. Me llevaré el secreto a la tumba. Además, sería peligroso que se supiera y que se enteraran los fanáticos anti-kryptonianos. Especialmente, mi hermano. Sería capaz de destruir el Sol con tal de acabar con todos vosotros.

– También puedes contar conmigo para guardar tu secreto, mi amada flor de primavera –dijo Mon-El poniendo de nuevo su voz galante. Kara rodó los ojos.

– Aunque, si me gustaría saber una cosa –continuó Lena – ¿Cómo es posible que el Sol sea capaz de daros esos poderes?

Tanto Kara como Mon-El se encogieron de hombros.

– Eso si que no lo sabemos –dijo Kara –. Simplemente, nacemos con esta facultad. Hemos preguntado a los más ancianos si saben algo pero, o no saben o no quieren decirnos nada.

Lena asintió resignada.

– Sería algo interesante de descubrir. Pero, será mejor que reanudemos la marcha. Llevamos parados mucho tiempo y es posible que los daxamitas hayan encontrado esta cueva y nos estén siguiendo.

RESURGENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora