OCÉANO NEGRO

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Imra arqueó la espalda al tiempo que sus manos agarraban las sábanas con tanta fuerza que casi las rompen y su cabeza se hundía en la almohada mientras sus boca, muy abierta, soltaba un fuerte gemido de orgasmos que retumbó en todo el camarote. Luego se dejó caer sobre el colchón, recuperando el aliento con una gran sonrisa de satisfacción.

Sara, que se encontraba arodillada sobre el colchón frente a ella, sacó la botella de vino vacía de entre las piernas de la chica y se puso a lamer el cuello vidrioso, completamente empapado en los fluidos de la joven.

– Delicioso... –dijo entre lamida y lamida –. Mick suele tirar las botellas de ron cuando las apura, pero yo les suelo dar un mejor uso a mis botellas de vino.

– Estoy completamente de acuerdo... –dijo la joven con la respiración entrecortada.

Sara continuó lamiendo la botella. Cuando vio que Imra estaba ya más repuesta, la miró con una sonrisa perversa y acercó la botella a su boca

– ¿Nunca has querido probar a que sabes...?

Imra puso una sonrisa de niña traviesa y empezó a lamer sus propios fluidos de la botella mientras Sara se mordía el labio inferior muy excitada. Dejó que la chica cogiera la botella y siguiera lamiéndola con glotonería mientras se tumbaba de lado junto a ella, poniéndose a juguetear con su sudoroso y bronceado cuerpo. Comenzó por sus tetas. Primero las acarició una a una con la yema de los dedos antes de inclinarse más sobre el busto de la muchacha y empezar a lamer suavemente sus pezones.

¡Tierra a la vista! –sonó la voz de Gideon desde el puesto de vigía, interrumpiéndolas.

Las dos mujeres se incorporaron mirando hacia donde provenía la voz.

– Que pronto hemos llegado a Isla Tortuga –dijo Sara poniendo una mueca de fastidio –. A veces, odio que esta nave sea tan rápida.

– Bueno, aunque no he estado nunca en esa isla, no me muero de ganas por bajar... –dijo Imra con tono juguetón mientras acariciaba uno de los fuertes hombros de la capitana.

Sara la miró con una ligera sonrisa.

– No veas como me encantaría que nos quedásemos más tiempo pero, para evitar que mi tripulación se despendole antes de tiempo, les ordené que no bajaran hasta que yo estuviera en cubierta. No veas como me odio ahora por darles esa orden.

La sonrisa de Imra se volvió más perversa.

– Bueno, aún no hemos llegado a tierra ¿no?

Sara sonrió de la misma forma.

– Chica lista... –dijo antes de hundir su boca en el cuello de la joven mientras volvía a agarrar la botella.

Sin embargo, unos golpes en la puerta las interrumpieron. Fastidiosa, Sara saltó de la cama y abrió la puerta. Ray estaba al otro lado, cubriéndose de nuevo los ojos para no ver a su capitana desnuda.

– Siento molestarla, capitana. Me ha surgido un problema con el inventario de las cosas con las que tenemos que aprovisionarnos en la isla.

Sara arqueó las cejas de forma irónica.

– En serio... El gran genio de la nave necesita mi ayuda para un simple inventario.

– Lo tenía todo cuadrado, pero Rory volvió a saquear la despensa anoche sin permiso y me ha descolocado todo. También han desaparecido otras cosas. Necesita volver a tener claro que cosas son de primera necesidad y cuales no para no terminar sobrecargando el barco.

– Ray, ya sabes que en este barco solo hay tres cosas de primera necesidad: el oro, el ron y las mujeres.

Ray soltó unas carcajadas.

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