METRÓPOLIS

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Sam se encontraba trabajando en su estudio cuando unos golpes en la puerta la interrumpieron.

– Adelante –dijo mientras dejaba la pluma con la que escribía en el tintero y se recostaba en el respaldo de la silla.

La puerta se abrió entrando por ella Andrea portando unos pergaminos.

– Disculpad mi interrupción, Gran Consejera. Tenía que discutir algunos asuntos sobre los preparativos de la boda con la reina, pero no logro encontrarla.

– La reina ahora se encuentra ocupada y no desea que la molesten –respondió Sam de forma seca mientras la fulminaba con la mirada –. Si tienes algo que consultar sobre la boda, puedes hacerlo conmigo.

Andrea se apresuró a negar con la cabeza.

– No quiero molestaros, debéis estar muy ocupada. Puedo esperar a cuando la reina esté disponible.

Sam meneó la cabeza mientras sonreía de forma irónica.

– Si todo esto lo estás haciendo para pasar un momento a solas con Lena, olvídalo. El que te haya dado un puesto en el Consejo no quiere decir que te haya perdonado.

Andrea bajó la mirada avergonzada.

– Veo que os lo ha contado.

Sam volvió a ponerse seria.

– Por supuesto. Ella y yo no tenemos secretos. No se puede decir lo mismo contigo.

Andrea alzó la mirada y la miró con ojos vidriosos.

– No era mi intención hacerle daño.

– Pero se lo hiciste. No solo le rompiste el corazón, también la humillaste. Lena no solo es mi reina, también es mi amiga y todo el que le hace daño no goza de mi simpatía. Si por mi fuera, te habría enviado de vuelta al Norte hace tiempo –empezó a rebajar el tono –. Pero, Lena es sabia y, si te ha dado un puesto en el Consejo es porque sabe que estarás a la altura. Ella mira por el bien de Metrópolis y del Imperio antes de por el suyo propio. Así que, muéstrame lo que traes y discutamos esos asuntos sobre la boda.

Andrea asintió y dejó los pergaminos sobre el escritorio. Ambas los examinaron y discutieron los asuntos durante unos minutos. La conversación entre ambas era muy fría y a penas se miraban a los ojos durante la reunión.

Una vez finalizaron, Andrea recogió los pergaminos mientras Sam cogía de nuevo la pluma y continuaba escribiendo. Antes de salir por la puerta, se giró con el ceño fruncido.

– Por cierto ¿Dónde está la reina?

– Eso es confidencial –le respondió Sam sin tan siquiera mirarla mientras continuaba escribiendo.

Andrea asintió resignada y salió de la habitación. Una vez escuchó la puerta cerrarse, Sam levantó la mirada muy seria, pensando en donde se encontraba Lena en aquellos momentos. Ella era la única a quién le había dicho donde iba a ir, algo que a Sam no le hacía gracia en aquellos momentos. Afortunadamente, la kryptoniana había ido con ella para protegerla.

***

Lena y Kara caminaban por las calles de la ciudad esquivando a la gente. Nadie las reconocía por las capuchas que cubrían sus cabezas, pero Kara miraba desconfiada a todo el que pasaba junto a ellas. Solo bastaba que uno de los que estaban allí se diera cuenta de que la mismísima reina estaba entre ellos para armarse un buen lío.

Lena, en cambio, parecía más tranquila.

– Es la primera vez que hago una salida como esta siendo reina –le decía en voz baja –. Cuando era princesa, las hacía más a menudo. Sam solía acompañarme. Fue ella quién me animó a salir de la Fortaleza Luthor y me enseñó a mezclarme con los plebeyos. Ahora, en cambio, debe estar maldiciéndome.

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