METRÓPOLIS

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Alura por fin regresó. Lena, rápidamente, se reunió con ella en sus aposentos, quería que le contara lo antes posible como había ido la evacuación de los civiles daxamitas en el Continente de las Esmeraldas. La buena noticia era que miles de daxamitas habían logrado ser subidos a las arcas y fueron llevados rumbo a las estrellas antes de que la Caja fuese abierta. La mala noticia era que no había suficientes arcas para todos los daxamitas y cientos de ellos se quedaron en tierra muriendo a causa del plomo.

Esto entristeció mucho a Lena. Lo disimuló delante de Alura, pero esta pudo notar su estado de ánimo. 

– Ojalá hubiésemos podido salvarlos a todos, majestad. Pero, sabed que miles se salvaron gracias a vos. Muchas familias pudieron subir a las arcas. Generaciones enteras sobrevivirán gracias a vuestra acción.

– Más bien, fue vuestra acción. La idea de las arcas fue vuestra.

– Pero vos la autorizasteis. Además, fue vuestra la idea de hacernos pasar por soldados daxamitas, la cual surtió mucho efecto. Por no hablar de que jamás habríamos llegado a las arcas a tiempo sin la ayuda de esa mujer que tiene poderes de la sombra.

– Espero que guardéis el secreto.

Alura puso una sonrisa de complicidad.

– Por eso no os preocupéis, majestad.

Lena pidió que la dejaran sola y Alura quiso hablar con su hija. Le dijeron que Kara se encontraba en los jardines, terminando de recuperarse, y allí se dirigió. Kara se encontraba sentada en un banco tomando el Sol. Cuando vio a su madre acercarse, se puso en píe y ambas se abrazaron.

– ¿Cómo te encuentras, hija? –preguntó Alura con algo de preocupación.

– Estoy bien, madre. Ya estoy recuperada. Pero Lena... la Reina se siente más tranquila si descanso un poco.

Dejaron de abrazarse y Alura miró a su hija algo seria.

– Fue una estupidez enfrentarte con Rhea. A esa mujer nunca le importó el honor.

Kara bajó la mirada avergonzada.

– Lo sé. Pero, la idea de terminar la guerra sin más derramamiento de sangre era demasiado tentadora –volvió a alzar la mirada para mirar a su madre –. Al menos, salvasteis a muchos civiles con las arcas. 

La gobernante de Argo asintió con una ligera sonrisa antes de contarle lo que hizo en el Continente de las Esmeraldas.

– Ahora están en las estrellas en busca de un nuevo mundo que habitar. Ahí arriba hay un universo enorme, yo diría que infinito, y no tengo dudas de que habrá muchos otros mundos como este en los que puedan establecerse.

– Espero que se les de bien. Lo malo es que los dirige Mon-El, que es ahora su rey.

– Hablando de Mon-El –extrajo un royo de pergamino de su cinturón y se lo entregó –. Me ha dicho que te diera esto.

– ¿Qué es? –preguntó Kara ceñuda mientras lo cogía.

– Una carta de despedida. No veas lo triste que estaba por tener que dejarte, le tienes muy enamorado.

Kara desplegó el pergamino y se sorprendió al ver que este era tan largo que llegaba hasta el suelo. No obstante, no quiso leerlo y se lo devolvió a Alura.

– Lo siento, madre, no quería que ocurriera. No hice nada, en serio, solamente se enamoró de mi y no pude evitarlo. Pero yo no lo amo y se lo he dejado claro muchas veces.

Alura la miró fijamente.

– Lo sé. Porque a quién de verdad amas es a la reina de Metrópolis.

RESURGENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora