BOSQUES DE STARLING

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El Castillo de los Queen, ahora abandonado, era la guarida de la banda de Flecha Verde. El castillo se encontraba en el centro de un gran claro al que llegaba un gran camino. En los tiempos de gloria de la Casa Queen, aquella parte de los bosques no eran peligrosos y el castillo lucía un aspecto majestuoso. Pero, en aquellos momentos, el lugar estaba medio derruido, casi devorado por la vegetación y lucía un aspecto fantasmal.

Allí fueron llevados Sara y sus acompañantes. Mientras los demás fueron llevados a los lugares donde pasarían la noche entre las muchas habitaciones vacías que había en el lugar, Sara se separó y se fue por otra puerta que había en el patio de armas. Esta puerta daba a unas escaleras que bajaban, llegando hasta una enorme cripta iluminada por varias antorchas y llena de tumbas con una pequeña estatua cada una.

Era el mausoleo de la Casa Queen, donde eran enterrados los miembros de la familia, Aunque, desde la caída de la casa, se usaba también para enterrar a los miembros de la banda de Flecha Verde caídos.

Sara caminó entre las tumbas y pronto se paró en un lugar que presidía la cripta. Allí no había ninguna tumba ni ninguna estatua. En su lugar había una pequeña pira funeraria aún encendida tras la cual había un traje de arquero de color verde con capucha y un arco colocados sobre unos palos unidos en forma de cruz. Era el homenaje que le hicieron a Oliver Queen, el Flecha Verde original y último señor de la Casa Queen. Su cuerpo nunca fue recuperado y, por ello, no pudo ser enterrado en aquel lugar junto a sus ancestros y se hizo aquello en su lugar, con una réplica de su traje y su arco.

Sara lo contempló durante unos minutos con un brillo en los ojos antes de continuar su camino y llegar hasta donde quería, una tumba donde también había una estatua. A diferencia de las demás, que habían sido talladas en piedra, aquella estatua estaba hecha de bronce y representaba a una mujer con ropas de guerrera, portando un bastón de lucha y un antifaz en el rostro. Los ojos de Sara se llenaron de lágrimas mientras contemplaba la estatua.

– Hola, hermana. Volvemos a vernos.

Clavó una rodilla en el suelo y pasó una mano sobre la lápida, acariciándola mientras se ponía a llorar. Estuvo así un rato hasta que se puso en píe y se secó las lágrimas.

– Ya puedes salir –le dijo a la persona que la observaba desde la oscuridad. Hacía tiempo que se había dado cuenta de que alguien la seguía, pero no quiso decir nada hasta ese momento.

Imra salió del rincón oscuro donde estaba escondida, colocándose bajo la luz de una de las antorchas.

– Deberías estar con los demás –le dijo Sara mientras se volvía hacia ella con los brazos en jarras –. No es bueno que camines por este lugar tú sola.

– Tú lo haces.

– Ya, pero a mí esta gente me conoce bien. Tú, en cambio, eres una desconocida y cualquier cosa que hagas podría ser sospechosa y poner en peligro a los demás.

La princesa bajó unos segundos la mirada.

– Lo siento, capitana –dijo avergonzada.

Sara sonrió y le extendió un brazo, indicándole que se acercara a ella. Imra también sonrió y fue hacia la rubia. Ambas se abrazaron y se dieron un corto beso en los labios, tras el cual Imra miró la estatua de bronce.

– ¿Esa es tu hermana?

Sara asintió.

– Se unió a la banda después de que nuestra familia cayera en desgracia por no apoyar a Malcolm Merlyn. Puede que se inspirara en mí, pero ella fue la primera Canario Negro y quién de verdad creó a las Canarys. Hizo mucho más por esta banda y la gente de este lugar que yo.

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