IMPERIO METROPOLITANO

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Unos días después de la marcha de Imra, Lena paseaba por las calles de Metrópolis, acompañada por Kara y escoltada por la Guardia Real. No obstante, la reina no parecía correr peligro, ya que la gente que se aglomeraba a ambos lados del paso de la reina era para aplaudirla y ovacionarla. Aquello ponía muy feliz a Lena, puesto que significaba que, finalmente, había logrado ganarse el corazón de su pueblo.

Pese a las cosas buenas que hizo desde que llegó a trono, había todavía una parte de la población que aún desconfiaba de ella, algo que no sorprendía a Lena, sabiendo lo mal gobernantes que fueron los últimos reyes Luthor y, especialmente, las atrocidades que cometió su hermano. Sin embargo, la victoria contra los daxamitas había aumentado su popularidad y su posición como reina se había fortalecido, al igual que la posición del Imperio Metropolitano como primera gran potencia del Continente. 

Sin embargo, aún quedaba mucho por hacer. Tenía que poner en marcha cuanto antes el proyecto Resurgimiento si quería cambiar las cosas de verdad. Además, pese a la caída de los daxamitas, aún quedaban enemigos a los que combatir, como a Mercy Graves y ese ejército que estaba formando, además de que tenía por delante una guerra en el sur del Continente contra los esclavistas. Pero, aquellos no eran momentos de pensar en esas cosas y continuó regodeándose con el clamor de la multitud.

A su lado, Kara la miraba de vez en cuando y sonreía al ver a Lena tan feliz viendo como su pueblo la quería de verdad, como también quería a su madre cuando gobernaba el Imperio. Lena estaba destinada a hacer grandes cosas y ella iba a estar a su lado en todo momento como su principal apoyo. Lena también la miraba de vez en cuando y le devolvía la sonrisa. Ambas sentían enormes deseos de besarse y abrazarse en aquellos momentos, pero tenían que contenerse al estar en público.

Sin embargo, en cuanto estuvieran en privado, ninguna de las dos pensaba poner freno a sus pasiones.

***

En la costa oeste, la Waverider salía de uno de los puertos fortificados que solían albergar a los barcos de la Armada Real. Venían de aprovisionarse para su primera misión como corsarios al servicio de la Corona, consistente en viajar al sur para supervisar a la flota enviada allí para ayudar a la lucha contra la esclavitud.

En la cubierta, Sara daba un discurso a su tripulación, donde Rip y Gary cubrían los huecos dejados por Zari y Nate mientras Ava se encontraba al lado de Sara escuchando sonriente como Sara impartía el discurso tan seria que parecía más una oficial del Imperio que la pirata que era.

– Ahora somos corsarios al servicio de Metrópolis –decía Sara en voz alta a los presente –, por no hablar de que, a parte de la capitana de esta nave, soy además la nueva Consejera de Barcos de la reina. Tenemos que estar a la altura. La vida de piratas quedó atrás. Ahora debemos comportarnos seriamente y con profesionalidad, tenemos que dar la talla para lo que se espera de nos...

– ¡Capitana! El puerto ya está muy lejos –dijo Gideon desde el puesto de vigía.

Sara respiró aliviada.

– Menos mal, me estaba cansando ya de esta comedia.

Ava se puso seria y la miró ceñuda mientras Sara, sonriente, alzaba los brazos.

–Ya podéis sacar el ron, chicos ¡Que empiece la fiesta!

Atónita, Ava vio como la tripulación de la Waverider llevaba barriles de ron a la cubierta de la nave, los destapaban y empezaban a beber de ellos entre risas y cantos. Furiosa, se volvió hacia Sara fulminándola con la mirada.

– ¿Se puede saber que significa esto?

Sara se encogió de hombros con una sonrisa de payaso.

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