METRÓPOLIS

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En el Consejo todo eran caras largas. Especialmente, la reina, quién parecía la más preocupada pese a que trataba de aparentar fortaleza en todo momento. Desde el asiento que solía ocupar el Consejero de Festejos, Andrea no dejaba de mirarla con preocupación, aunque solía apartar la mirada cuando Lena la miraba. Tampoco dejaba de mirarla con preocupación Kara, quién había vuelto a ser invitada junto con Alex.

– ¿Qué dicen los guardias que custodiaban las mazmorras? –preguntó Sam.

– Todos están aún en estado de shock –dijo J'onn –. Los que están más recuperados afirman haber visto a una mujer pero, cuando esta los miró, fue como si las cosas que más los aterraban les abordasen en aquellos momentos. No hay duda, esto ha sido cosa de brujería.

– Si –dijo Cat Grant –. Y yo se quién ha sido. Solo existe una bruja en el mundo lo bastante poderosa como para hacer algo así. Se la conoce como Psi y tiene la capacidad de proyectar en las personas sus mayores miedos. Incluso los kryptonianos con vulnerables a sus poderes.

Lena trataba de mantenerse fuerte, pero cada vez le costaba disimular lo muy asustada que estaba.

– ¿Y que es lo que la mueve? –preguntó la reina.

– El dinero –dijo tajante la Gata de Metrópolis –. Vende sus habilidades al mejor postor. Sus servicios son muy caros, por lo que quienes la contrataron deben ser personas de altas fortunas.

– Está claro que son las mismas personas que están detrás del intento de asesinato –dijo el Gran Comandante –. La contrataron para acabar con el asesino y evitar que este hablara.

– Pero, no lo entiendo –dijo Sam algo desorientada –. Si la enviaron las mismas personas que quieren asesinar a la reina ¿por qué no la enviaron a matarla a ella directamente? Doy gracias a los dioses de que no fuera a por ella, puesto que se paseó por la fortaleza como si fuera su casa, pero me resulta extraño.

– Psi no es tonta –continuó Cat –. Sabe muy bien las consecuencias que puede traer un regicidio. Estos suele rechazarlos o pedir enormes sumas de dinero casi imposibles de pagar. Si no atacó a la reina anoche, es porque quienes la contrataron no podían pagar ese servicio.

– Aún así, no quiero que esa bruja vuelva a meterse entre estos muros –dijo Lena en plan autoritario –. Es lugar que se supone es el más seguro del Continente ya ha sufrido dos infiltraciones. Si esto se supiera, nos dejaría en muy mal lugar. Hay que hacer algo contra esa bruja.

– Tenemos las Piedras Supresorias, las cuales anulan todo tipo de magia –dijo J'onn –. Su poder es limitado, pero la Guardia Real estará más segura con ellas.

– También habría que capturar o matar a esa bruja –dijo Cat –. No podemos permitir que se pasee por el Continente presumiendo de haber atacado la Fortaleza Luthor.

La reina asintió.

– Estoy de acuerdo –continuó el Gran Comandante –. Pero necesitaríamos algo más fuerte que las Piedras Supresorias si queremos darle caza. Una Piedra Exorcista sería más eficaz, pero hay muy pocas en le mundo y son difíciles de encontrar.

– Sería más eficaz alguien inmune a la magia –continuó Cat.

J'onn abrió mucho los ojos al escuchar aquello. Solo había una forma en el mundo de hacerse inmune a la magia y se le erizaba la piel solo de pensar en ello.

– Sería más eficaz, si –dijo –. Pero no conozco a nadie con esa habilidad.

– Yo si conozco a alguien.

Todos se volvieron hacia Alex, que era quién había intervenido en esos momentos.

– Disculpa, pero no se te ha concedido la palabra –le replicó el Consejero de Edictos con malos modos.

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