METRÓPOLIS

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Finalmente, había llegado el gran día. Toda la ciudad estaba de celebración por la boda de Kal-El y Lois Lane. Una boda que se celebró por todo lo alto, como si de una boda real se tratara. Con la diferencia de que Lena lo había pagado con parte de las joyas de la Corona en lugar de con el dinero de las arcas del estado. Quería una gran boda opulenta para el gran héroe kryptoniano, pero no quería que esta fuera a costa de los bolsillos de los ciudadanos. 

La ceremonia tuvo lugar en el Gran Templo, oficiada por el Sumo Sacerdote, y luego el banquete se celebró en el Gran Salón de la Fortaleza Luthor. Antes, los novios hicieron un recorrido por las principales calles de la ciudad ante un gran clamor popular. Todo ello mientras la Guardia Real los escoltaba y la guardia de la ciudad vigilaba todos los rincones. Toda precaución era poca ante un evento tan polémico como aquel. Sin embargo, la fiesta transcurrió sin incidentes.

El mayor revuelo llegó cuando al novio le tocó decir unas palabras tras la cena. Kal-El, acompañado de su esposa, declaró públicamente que, tras la boda, pensaba ir a Argo para hacer el Rito de la Piedra Negra, algo que sorprendió a todos los presentes; especialmente, a Lena y, sobre todo, a Kara.

El Rito de la Piedra Negra era un ritual por el que los kryptonianos eran despojados de sus poderes y, prácticamente, se convertían en humanos. Se le llamaba así porque se realizaba empleando una piedra negra proveniente de las ruinas de Krypton, también conocida como Harun-El. Era un mineral muy poderoso, capaz de modificar los cuerpos de los kryptonianos. También era una gran fuente de energía; de hecho, era lo que abastecía a la ciudad de Argo.

– La reina Lena tomó una decisión muy valiente al nombrarme a mí, un kryptoniano, señor de la Casa Kent. Yo siempre le estaré agradecido por ello. Sin embargo, creo que si voy a vivir ahora entre humanos, lo justo será que lo haga sin mis poderes kryptonianos. Los humanos carecéis de esos poderes, pero eso no ha evitado que hagáis grandes cosas. Yo también quiero hacer grandes cosas sin necesidad de tener poderes especiales.

Toda la sala se quedó en silencio tras este discurso. Silencio que Lena rompió comenzando a aplaudir. Poco a poco, los demás presentes empezaron a imitarla hasta que toda la sala estalló en un gran aplauso.

Más tarde, la reina quiso hablar con Kal-El en privado antes de que este iniciara su noche de bodas con Lois. La reunión fue en una pequeña sala donde, a parte de ellos, también estaban Sam y Kara.

– ¿Estás seguro de que quieres hacer eso? –preguntó Lena extrañada – Se que muchos señores no aceptan, y jamás, aceptarán a un noble kryptoniano, pero ya dejé claro que eso no viola las leyes de Metrópolis .

– Lo sé, mi reina. Pero si voy a vivir aquí, quisiera hacerlo como un humano más.

La reina asintió, pero con tono de preocupación.

– Lo comprendo. Pero, debes saber que hay gente que, aunque ya no tengas poderes, te seguirá viendo como un kryptoniano. De hecho, sin tus poderes te verán más vulnerable.

Kal también asintió.

– Los sé, mi reina. Pero, aunque ya no tenga poderes, conservaré mis habilidades de guerrero.

Lena se encogió de hombros.

– Muy bien. Si es tu decisión, yo no me opondré a ella ¿Has pensado ya cual será tu nombre humano? Porque no creo que puedas seguir llamándote Kal-El cuando hagas el rito.

El kryptoniano volvió a asentir, esta vez con una amplia sonrisa.

– He elegido llamarme Clark Kent. Era el nombre que Jonathan y Martha tenían pensado ponerle a su hijo si alguna vez hubieran tenido uno.

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