CAPITULO 46

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SHIARA

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SHIARA

―Buenos días ―saludo a la chica de recepción al pasar por su lado, pero sigo de largo sin darle tiempo a devolverme el saludo.

Subo al ascensor, marco el piso 14, y recorro todo el mismo camino hasta llegar a la suite de Octavio.

Al llegar veo como siempre a los guardaespaldas parados
serios y rectos a las afueras de la puerta de la habitación, y por milésimas de segundos
cruzo mirada con el que me rescató la noche anterior.

Tomo entre mis manos el manubrio de la puerta, y antes de girarlo tomo una gran bocanada de aire y la dejo escapar lentamente por la nariz. Y después de esta acción si giro el manubrio decidida, abriendo la puerta lentamente.

Al entrar en la habitación puedo apreciar a Octavio como está sentado en la cama recostado del espaldar de ésta, y como para variar se le ve bastante pensativo, y lejano de este mundo.

Cierro la puerta a mis espaldas, recostándome de ésta, y aún sigue sin mirarme, a pesar de que estoy segura que sí me escuchó.

Me acerco a pasos lentos, y me quito mi bolso arrojándolo al sofá.

―¿Ya hicieron tu aseo ?, ¿ya desayunaste? ―Le pregunto, aunque ya sé las respuesta, ya que es algo que me toca hacer a mí.

De reojo puedo notar como éste niega con la cabeza sin voltear a verme y sin ninguna expresión en su rostro, sin ninguna expresión más que una seria.

―Bien, iré por tu neceser ―le digo y me dirijo hacia el baño.

Luego de tomar su neceser de aseo personal, me devuelvo hacia él, y lo ayudo a lavarse los dientes (Bueno, él lo hace, yo solo le sostengo los utensilios), y luego de eso con toallitas húmedas aseo un poco las únicas partes del cuerpo donde no hay un yeso, pero tengo que admitir que mis ojos a veces se desvían a donde no deben.

Creo que hice mal en aceptar esto, aparte que a Octavio se le ve bastante incómodo y yo realmente lo entiendo, porque hasta a mí me llega a dar un poco de pena. Pero aparte de incómodo lo noto distante, ni siquiera me determina, y ya creo saber por qué está así.

―¿Qué te apetece desayunar? ―Le pregunto luego que terminamos el aseo.

Pero Octavio sigue remoto, no me mira, no me habla, no nada. Por lo tanto ante mi pregunta se queda como si no estuviese hablando con él. En todo el rato que llevo aquí no me ha dirigido una sola palabra.

―Octavio, estoy hablando contigo ―le digo, y este sigue igual ―Oye ya, ¿Qué te pasa? ―Me rindo sentándome en el sofá.

Segundos van y segundos vienen en los que me quedo esperando su respuesta, pero no dice absolutamente nada.

―Bien, excelente, perfecto. No sé si un ratón vino y comió tu lengua, pero si sé que yo me largo ―le digo ya enojada, tomo mi bolso del sofá parándome de éste y me dirijo hacia la puerta, tomo el pómulo de la puerta, la abro y...

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora