Al entrar en la habitación los bellos de mi piel se erizan por el frío aire. Y el olor tipico a medicamentos penetra en mis fosas nasales.Concentro mi mirada en la camilla al centro de la habitación donde reposa Octavio.
Y me llevo una leve impresión al ver sus piernas enyesadas suspendidas en el aire, colgando de unos lazos que provienen desde el techo de la habitación.
Y no puedo negar que me da un poco de gracia verlo así, e imaginarme su reacción si se viera en este estado.
Muerdo mi labio superior para reprimir una sonrisa y me acerco más hacia él. Dejando mis manos reposadas en el borde de la camilla.
Noto como la aguja de un suero penetra el dorso de su mano izquierda expulsando el líquido transparente en sus venas, con gotitas lentas. Otro yeso reposa en su mano derecha, un collarín cervical en su cuello y una máscara de oxígeno en su rostro.
Está prácticamente irreconocible e inservible en este estado tan crítico.
Doy varios pasos hacia adelante para acercarme más a él, quedando a su lado.
Me quedo inmóvil apreciando detalladamente los rasguños que adornan su rostro. Los cuales son casi imperceptibles cuando lo ves de manera lejana.
No sé si pasan segundos o minutos en los cuales sigo en la misma posición.
Una de mis manos viaja por si sola en busca de la suya, la que no está enyesada, puesto que me encuentro de su lado izquierdo. Y lentamente entrelazó mis dedos con los suyos. Con ese simple toque que manda corrientes eléctricas al centro de mi estómago.
Con mi dedo pulgar acaricio ligeramente el muslo del suyo, y no puedo evitar mirarlo con algo de lástima.
Aún con mis dedos entrelazados a los suyos, acerco lentamente y con algo de duda mi otra mano a su cabello, y retiro unos pocos mechones rebeldes que caen por su frente.
—Ya deja de darme estos sustos bobo —le hablo como si pudiera oírme mientras peino su cabello suavemente con mis dedos —Ya deja de meterte en tantos problemas —le sigo hablando con una voz apagada, prácticamente en un susurro —Cuando despiertes... —intento seguirle hablando pero alguien interrumpe en la habitación acortando mis palabras.
—¡Bebé! —escucho esa voz chillona a mis espaldas, la cual me es imposible no reconocer, aunque esta vez venga compuesta con un llanto.
Pongo mis ojos en blanco y suelto un moderado bufido, prácticamente imperceptible al oído humano.
Me giro lentamente sobre mis pies, soltando el agarre que sostenía en la mano y el cabello del chico que reposa en la camilla de hospital.
—Habla despacio, necesita reposo —le hablo pacíficamente haciendo acopio de toda mi paciencia, ya que con ella cerca de esfuma cualquier rastro de paciencia en mi cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
Llamas Sobre Hielo
Teen FictionShiara, una chica de 18 años de edad; la cuál desde pequeña su mayor sueño ha sido ser la mejor patinadora artística en hielo. Desde muy pequeña siempre ha participado en eventos y torneos de patinaje artístico sobre hielo, pero luego de terminar la...