Shiara, una chica de 18 años de edad; la cuál desde pequeña su mayor sueño ha sido ser la mejor patinadora artística en hielo. Desde muy pequeña siempre ha participado en eventos y torneos de patinaje artístico sobre hielo, pero luego de terminar la...
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Siento los rayos del sol golpear mi rostro y eso hace que poco a poco valla abriendo mis ojos hasta acostumbrarme a la luz del día. Ya amaneció, y al parecer la nevada al fin ya cesó.
Me estiro un poco, y al intentar hacer eso caigo en cuanta que aún Shiara está a mi lado, acurrucada a mi. Noto que su cuerpo aún sigue temblando al igual que hace un par de horas, su piel recuperó un poco su color natural, pero no por completo, aún está algo pálida, sus labios aún están morados y su piel me quema al hacer contacto con la mía.
Pongo una mano en su frente para confirmar que tenga fiebre, e inmediatamente la aparto, está hirviendo.
Hago el esfuerzo de pararme un poco apoyado en mis codos y hacer el intento de despertarla.
-Shiara -le muevo suavemente los hombros -Shiara, despierta -es lo último que digo antes de que suelte un quejido, y sus párpados se vallan abriendo lentamente.
-¿Dónde estoy? -me pregunta con voz ronca mirando todo a su alrededor, mientras aún se acostumbra a la luz solar y de repente empieza a toser como loca.
-¿Estás bien? -la ayudo a sentar.
-Eso creo, me duele como una mierda la cabeza -se lleva la mano a algún lugar de su cabeza y es cuando recuerdo que anoche estaba sangrando. Examino su frente y aún se puede apreciar la mancha de sangre seca en esta.
-Un médico tiene que verte -le digo y me pongo rápidamente de pie y empiezo a buscar mis ropas para cambiarme y esta se queda mirándome con asombro antes de verse a sí misma y caer en cuenta que también está semi desnuda, rápidamente toma un abrigo e intenta cubrirse.
-¿Porque tú y yo estamos casi desnud... -habla, pero su pregunta es interrumpida por una tos bastante grave.
-Te explico luego, ahora cámbiate, tiene que verte un médico, estás hirviendo -digo con prisa mientras me paso un suéter por mí cabeza.
Esta se levanta con debilidad sin reprochar e intenta alcanzar su ropa, pero antes de que pueda hacer algo se tambalea, y si no la sujeto a tiempo cae de regreso al suelo.
Intento soltarla nuevamente pero me contengo, cuando digo que está hirviendo no exagero, su tacto me quema.
Miro al cielo en busca de paciencia y suelto un sonoro suspiro antes de tomar su ropa y ayudarla a cambiar. Pero aveces mis ojos se desvían a donde no deben.
La ayudo a vestirse lo más pronto posible, y luego termino yo de hacerlo.
-Vamos -la ayudo a ponerse de pie y me abajo de espaldas a ella.
-¿Que pretendes que hag... -intenta preguntar pero nuevamente su pregunta es interrumpida por la tos grave.
-Súbete a mi espalda joder.
-Estás loco -reprocha.
-Bien, entonces camina tu solita de regreso a la ciudad -me levanto frustrado y la noto pensar lo que acabo de decirle.