CAPITULO 45

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SHIARA

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SHIARA

—Aléjate —escucho otra voz serena y varonil a mis espaldas, hablando con bastante tranquilidad.

Por unos segundos todo vuelve a estar silencioso. Y sea quien sea que me tenga acorralada no me suelta y se mantiene firme a mis espaldas.

―Aléjate ―vuelve a decir la misma voz de hace apenas segundos.

El chico a mis espaldas no hace caso, al contrario siento como el filo del cuchillo hace más presión en mi cuello, intentando penetrar mi piel. Y en ese momento otro disparo
sale, pasando apenas a centímetros de nuestros pies.

―Dile a tú noviecito que mis advertencias no son un juego. También repítele que la fiera está suelta y hambrienta ―me susurra y puedo sentir el rose de sus labios en mi cuello lo cual me da náuseas, al igual que su aliento a cigarros.

―Última vez, aléjate ―vuelven a decir.

―Espero que nos volvamos a ver pronto, bella ―deposita un beso en mi cuello, y me suelta, de inmediato escala el muro y huye.

Me quedo estática en mi puesto, presa del miedo por todo lo que ha pasado, del asco por ese sujeto y de la confusión por todas las palabras que salieron de su boca. ¿Mi noviecito?.

―Señorita, ¿Está bien?, ¿le hicieron algún daño? ―La voz que se escuchaba tranquila y serena ahora se escucha con matiz de preocupación.

Me giro lentamente para encontrarme con un sujeto alto, musculoso y con traje ceñido sobre su bronceada piel. Y se me hace muy conocido, pero con todo el lío que tengo justo en estos momentos en mi cabeza no puedo recordar donde lo he visto.

Solo asiento en respuesta a su pregunta ―Estoy bien ―musito.

―El señor Octavio me mandó por usted. Está muy preocupado ―me dice, y ahora si se de donde lo conozco.

OCTAVIO

―Pero cuando la penetré ni sentí sus paredes de lo ancha que estaba ―termina Jonathan su relato y todos se echan a reír con la anécdota, exceptuándome.

―¿Saben dónde está Shiara? ―Cambio de tema, mientras busco a la mocosa con la mirada por la habitación. Pero es en vano, tengo rato que no la veo.

―La vi salir hace rato ―me responde Byron ―¿Por qué?.

―Nada, necesito mandarla a hacer un mandado ―miento.

―Ah, seguro en un momento llega. Pero si es urgente llámala ―sugiere.

―No sé donde vergas quedó mi celular luego del accidente ―le respondo.

―Usa el mío ―me ofrece.

―No ―le respondo ―¿Aarón puedes llamar a uno de esos putos hombres trajeados que hay allí afuera?.

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora