CAPITULO 43

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Ha pasado alrededor de una hora desde que tuve esa pequeña discusión con Shiara, la cual no me ha vuelto a dirigir la palabra y se la ha pasado sentada en el sofá cama, haciendo no sé qué en su celular

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Ha pasado alrededor de una hora desde que tuve esa pequeña discusión con Shiara, la cual no me ha vuelto a dirigir la palabra y se la ha pasado sentada en el sofá cama, haciendo no sé qué en su celular.

Me incorporo en la cama poniendo una almohada con mi única mano disponible detrás de mi espalda para mayor comodidad.

Y me quedo observando a la
castaña la cual mira su celular con el entrecejo fruncido —si sigue haciendo
eso se va a llenar de arrugas antes de tiempo— pienso.

Mí mirada está pegada a ella como un imán a un metal, y se me es imposible desviarla hacia otro lado. Mientras en mi mente mantengo un debate conmigo mismo si hablarle o no, la verdad no me gusta para nada el ambiente tenso que se ha instalado en la habitación.

Carraspeo en un intento de llamar su atención pero esta ni me determina, en que lo sigue viendo su teléfono celular, por lo tanto no se me es difícil deducir que aún sigue enojada por como le hablé hace un rato.

Sé que pedir perdón puede ser una posible solución, pero nunca lo he hecho y se me es complicado hacerlo ya que nunca me ha importado si herí a alguien o si esa persona esté molesta por algo que yo haya hecho, por lo tanto me vale un comino lo que haga. Pero con ella es diferente, tengo un sentimiento que me obliga a querer hablarle pero no sé como hacerlo.

Ahgg, parezco un puto niño de 14 años con estas tonteras.

―Dame un vaso con agua ―le digo rompiendo con el tortuoso silencio. Esta levanta su mirada encontrándose con la mía por cortos segundo, dándome una mala mirada y levantándose del sofá con mala voluntad a por el vaso con agua.

Creo que empeoré las cosas por empezar esto con una petición en un tono exageradamente autoritario.

―Tómalo ―me entrega el vaso y su enojo es palpable a metros. Al tomar el vaso que me ofrece rozo mis dedos junto con los de ella a posta.

Nuestras miradas se encuentran otra vez, pero ésta aparta su mano inmediatamente tengo el vaso sujeto y se devuelve a su asiento.

―Me quiero lavar los dientes ―le vuelvo a hablar cuando acaba de sentarse en el sofá para molestarla un poco.

Puedo ver como rueda los ojos y suelta un bufido antes de volverse a parar del sofá en busca del cepillo dental, pasta... Todo lo que se necesita para la actividad. Y en menos de un minuto ya la vuelvo a tener frente a mí con todo lo requerido para lavarse los dientes.

Pero en vez de tomar el cepillo dental que me ofrece le muestro mis dientes para que lo haga ella. Al ver mis intenciones ensancha levemente sus ojos.

―¿Qué, quieres que te lave los dientes? ―Pregunta con incredulidad y a la vez sorpresa, yo solo asiento con la cabeza causando que ensanche aún más los ojos ―¿No que no eras un niño y te podías cuidar solo? ―Me cuestiona.

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora