CAPÍTULO 72 (1ra parte)

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"Al descubierto"

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"Al descubierto"

OCTAVIO

Varias semanas después...

Entierro la daga en el abdomen bajo de mi contrincante, derribándolo en el suelo; donde caigo yo junto a él enterrando aún más la daga en su cuerpo y removiéndola con rabia dentro de él para infringir más dolor y hemorragia.

En tanto el mismo se retuerce como gusano bajo mi ataque, mientras sangre y sangre mana de su herida.

El disparo que avisa el final de la pelea truena en todo el lugar, haciendo que las puertas de la jaula se abran automáticamente, y aumentando el bullicio de la gente que apuesta afuera.

Me levanto del suelo, sacando la daga del cuerpo del sayón, haciéndolo arquearse de dolor una vez más; dejándolo débil y vulnerable, pero vivo. Con suerte, si llega a tiempo a un hospital logrará salvaguardar su vida un tiempo más.

Tomo la toalla que me tienden al salir de la jaula, y con la misma me limpio el sudor de la frente y el cuello, para luego limpiar la sangre que aún mancha la daga en mi mano.

Entro al cuartito de las armas, en el mismo donde nos cambiamos, con la intención de lo mismo antes de pasar a recoger mi dinero.

Tomo otra toalla con la cual me seco el torso y parte de la espalda, antes de tomar mi camiseta y pasarla por encima de mi cabeza. Pero entonces escucho el chirrido de la puerta al abrirse, haciendo que me gire repentinamente por inercia en esa dirección.

Encontrando a nada más y nada menos que a Viggor...

Adopto una actitud defensiva rápidamente, volviendo a echarle mano a la daga por si tengo que atacar, pero este levanta ambas manos en señal de paz.

—Tranquilízate viejo —dice aún con sus manos arriba, en tanto yo entorno mis ojos, mirándolo con sospecha y desconfianza.

—¿Que diablos quieres, ¡maldita sea!? —me exalto, ya que últimamente parece un grano en el culo el mal parido. —Más te vale que te largues ya de aquí, porque si no, no respondo por como puedas terminar.

—No sabía que te alteraba tanto mi presencia —le hace caso omiso a mi advertencia; bajando sus manos y dando varios pasos hacia adelante con tranquilidad, tocando la punta de algunos de los tantos filosos cuchillos que reposan sobre una mesa, analizándolos. —Vengo en son de paz, y con una tentadora propuesta —habla luciendo extremadamente relajado e imperturbable, cosa que consigue enojarme aún más. En tanto toma una de las armas blancas y se pone a jugar con ella entre sus manos. 

Yo en cambio no me relajo en ningún momento; al contrario, me mantengo más atento y expectante que nunca ante el más mínimo de sus movimientos. En tanto mi mandíbula se mantiene tensa y mi mirada indescifrable.

—Habla —pronuncio con evidente desdén y recelo.

—Aún tengo ganas de seguir jugando contigo —me mira  —Ya sabes, seguirte torturando de diferentes maneras, infringirte todo el daño que causaste, etcétera —lanza la letal almarada que lleva en su mano al aire, volviéndola a atrapar entre sus manos sin apartarme la mirada. —Pero pensé, ¿Por qué ser tan cruel y no darle la oportunidad de salirse de todo esto?...

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora