CAPÍTULO 68

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SHIARA

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SHIARA

Octavio cierra la puerta con el pie a nuestras espaldas, cuando entramos en mi habitación sumidos bajo los húmedos y calientes besos que nos mantienen bastantes ocupados luego de la cena y el reconcilio.

Mientras retrocedemos este se quita los zapatos con un puntapié, en tanto sus manos buscan el escote de mi vestido y mis manos acarician sus pectorales de piedra.

Ganas nos tenemos desde hace mucho tiempo, es obvio, y se deja en evidencia para con la ímpetu en que ambos queremos apartar todos los harapos que nos impiden la vía libre por cada rincón de nuestros cuerpos.

La parte trasera de mi rodilla toca el borde de la cama, pero detengo de golpe al animal felino que tengo frente a mí ansioso por devorarme, cuando eso no es lo que realmente quiero yo.

―Espera ―mis manos se posan firmes sobre su pecho para detenerlo. ―No es esto lo que quiero ―soy sincera, alzando mi mirada hacia él para que nuestros iris se encuentren fijamente uno al otro.

Pero inmediatamente noto las facciones de su rostro, y como baja ambas de sus manos a sus costados, caigo en cuenta que usé las palabras erradas.

―Quiero decir que, si deseo esto tanto como tú, pero no de esta manera ―detallo sus orbes negras, las cuales poseen una flama de deseo y lujuria pura tan intensas que nunca había visto antes. Y es más, siento que la tormenta que tengo como ojos está más viva que nunca, con rayos y relámpagos que dejan en evidencia la misma necesidad y deseo que los de él. ―No quiero que sea una simple encamada y ya, quiero que esta vez sea especial...

―Nena, contigo todo siempre es especial ―me toma de la nuca para acercarme más a él, poniéndome a vibrar todo como lo ha venido haciendo toda la noche.

―Lo sé, pero quiero que en esta habitación cerremos con broche de oro todas las confesiones que nos hicimos esta noche ―pauso ―No quiero follar como la primera vez, quiero hacer el amor contigo, aquí y ahora ―termino, sintiendo mi corazón latir justo en mi garganta.

Espero a que el pelinegro diga algo, pero no lo hace, sino que me toma de la cintura alzándome en el aire, obligándome a que envuelva mis piernas alrededor de su cintura. Alcanza mis labios, besándome con pasión, deseo, y más que nada amor.

Me va depositando suavemente sobre el blando colchón, a lo que él queda encima mío. Sus húmedos labios abandonan mi boca para deslizarse por mi cuello, seguido de mi clavícula en un lento y tortuoso recorrido, en el cual va rozando sus labios con mi piel, y en ciertas partes claves deposita castos besos que me producen cosquillas en el estómago.

Mientras que sus grandes manos recorren mi cintura, posándolas allí con firmeza por unos segundos, en tanto se prende de mi cuello de una manera un poco agresiva, dejando marcas que se notarán a leguas al día siguiente. Una de sus manos baja hasta mi cadera dándome un apretón, mientras la otra sube para empezar a deslizar las tiras de mi vestido por mis brazos y así tener mejor accesibilidad hacia mis pechos.

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora