CAPÍTULO 47

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OCTAVIO

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OCTAVIO

Por fin han firmado mi alta hospitalaria para poder salir de esas cuatro paredes, y dejar de comer la asquerosa comida de hospital. 

Siento un alivio enorme al poder girar mi cuello a todas partes sin recibir calambres o dolores por parte de éste, o sin el puto collarín estar haciendo estorbo.

El doctor metiche dijo que podía seguir mi tratamiento en casa, aún tendré que soportar dos semanas más con mis extremidades inservibles, dos semanas más donde no me podré ponerme ni siquiera de pie, dos semanas más donde tendrán que hacer todo por mí, en fin, dos semanas más siendo una pila de estiércol inservible.

También dijo que seguramente tendría que tomar terapias luego, para recuperar la movilidad de mis extremidades como antes del accidente.

Voy con la mirada perdida en la ventanilla de la camioneta de Bruno, el cual me transporta a mi departamento siendo escoltados por dos camionetas más, como si fuésemos alguna especie de mafiosos los cuales necesitan protección por sus enemigos.

―Sigo diciendo que deberías venir conmigo a mi casa y no a tu departamento ―insiste Bruno mientras conduce su Cadillac.

―Y yo ya te dije que iré a mi penthouse y no hay más que discutir ―le respondo.

―Allá tendrás un gran personal de servicio solo para ti ―insiste.

―Con Anete me basta y me sobra.

―¿Solo con Anete?.

―¿Eres sordo o qué?, ya te dije que si.

―Pensaba decirle a la chica que te gusta que si podía seguir a tu cargo, pero como solo necesitas a Anete está bien.

―¿Quién diablos dijo que a mí me gusta Shiara? ―me exaspero.

―Nunca dije que era Shiara y ya vez como tu solito te arrojas al vacío. Además, puedes ocultarle la verdad a quien quieras menos a mí, por algo soy tu abuelo.

Abro la boca para refutar, pero al no saber que contestarle mejor guardo silencio y solo lo fulmino con la mirada desde el asiento trasero antes de volver a fijar mi vista en la ventanilla, dándome cuenta así, que ya estamos en las afueras de Setlee star.

Bruno estaciona su camioneta, y de inmediato se baja de ésta. Yo como la mierda que soy en estos momentos tengo que esperar a que me abran la puerta, y con ayuda de los guardaespaldas bajar a una estúpida silla de ruedas para luego adentrarme en el edificio siendo dirigido por Bruno.

Al entrar al lobby del hotel todas las personas se me quedan viendo como si fuera una clase de extraterreste mal formado, lo cual me resulta irritante.

―¡¿Qué diablos me ven?, ¿Nunca han visto una persona en silla de ruedas o enyesada?!  ―les grito enojado por su falta de disimulo.

Y al instante todos vuelven a estar pendientes a sus quehaceres, a excepción de dos o tres canallas desvergonzados sin atisbo de escrúpulos.

Llamas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora