OCTAVIO
—¿Te estás volviendo loco maldita sea? —le grito volviendo a sentir un fuerte calambre por parte de mi cuello.
—Modera el tono de tu voz conmigo —me habla con firmeza —Y no muevas tu cuello de esa manera si no quieres empeorar tú lesión.
—No necesito tener guardaespaldas —determino.
—Los necesitas, y no se diga más. Y no abuses de la señorita Winshester —secunda con un tono firme como es propio de él y se da la vuelta saliendo de la habitación sin dejarme inmutar palabra alguna.
—¡Salgan ustedes también! —les grito a los guardaespaldas con todo el coraje que tengo atascado por culpa del viejo.
Estos se dan la vuelta sobre su eje con un rostro completamente serio sin ninguna expresión, y salen de la habitación.
—Si te quieres recuperar pronto debes dejar de estarle gritando a todo el mundo —comenta la castaña a mi lado.
—No soporto a ese viejo, ¿Sabes?.
—Si, pero no sé porque, si a mi solo me parece que se preocupa mucho por ti —mientras habla se me es imposible no rodar los ojos –Ya quisiera yo que mi abuelita aún esté a mi lado –termina de hablar, solo que esta vez se siente un poco de nostalgia en su voz.
—¿La extrañas mucho? —la pregunta sale de mi boca por si sola.
Escucho como respira profundamente y arrastra una silla para sentarse a mi lado. No la puedo ver ya que el collarín no me lo permite, pero a través del sonido puedo identificar claramente lo que hace.
—No te imaginas cuanto. Murió cuando tenía 16 años, duré semanas en depresión. La amaba mucho la verdad —mientras habla sigo sintiendo la nostalgia de su voz.
—Dime una anécdota que hayas tenido junto a ella.
—¿Una anécdota? —me pregunta con algo de extrañeza en su voz. Y es lógico viniendo de mi parte, pero es que cuando estoy con ella dejo de ser yo, y sale a flote una parte de mi que ni sabía que existía.
Intento asentir con la cabeza pero el collarín me lo impide, por lo tanto me toca volver a hablar —Si, una anécdota.
—Déjame pensar en alguna divertida —dice y se queda unos largos segundos en silencio antes de volver a hablar —mi abuela siempre fue una mujer muy cariñosa, pero también era muy estricta y se enojaba fácilmente. Una vez, cuando se rompió nuestra tetera eléctrica, ella pidió prestada la de su vecino. La encendí para hervir el agua, pero no funcionaba. Entonces la abuela pensó que yo había quemado la tetera del vecino, y se enojó conmigo, y luego tomó la tetera y comenzó a perseguirme, corrimos un par de círculos. Pero al final me alcanzó y me reprochó feo. Más tarde resultó que se había cortado la luz. Para ese entonces yo tenía alrededor de 12 años –termina la historia con una voz agraciada.
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Llamas Sobre Hielo
Novela JuvenilShiara, una chica de 18 años de edad; la cuál desde pequeña su mayor sueño ha sido ser la mejor patinadora artística en hielo. Desde muy pequeña siempre ha participado en eventos y torneos de patinaje artístico sobre hielo, pero luego de terminar la...