La reina y la princesa

133 9 7
                                    

Habían pasado cerca de tres meses desde la llegada de la nueva integrante de la orden y, a pesar de las primeras sospechas de Phyria, nada parecía indicarle que fuera algún tipo de enemigo o que directamente, fuera el disparador de los eventos del libro tres.

Aquella noche luego de la bienvenida de Eir, Anna y Phyria discutieron sobre las implicaciones de su llegada, Anna dejó en claro que enviar a Laegjarn como su niñera, fue más una táctica para asegurarse de que no planeara nada raro, ninguna de las dos estaban seguras si era una aliada o una enemiga, así que no podían correr ningún riesgo.

Si bien eso no evito que Anna pusiera a Feh al tanto para que la vigilara bajo discreción o que de vez en cuando se le asignara una misión con ella, eso no evito que Phyria le quisiera dar una oportunidad, dándole una especie de periodo de prueba para comprar si era alguien de confianza.

Con el paso de las semanas, las interacciones entre ella y la orden, no le daban a Phyria ningún signo de que algo malo estuviera pasando, Eir se adaptaba bien no solo a sus compañeros, sino también a los desafíos que ofrecía Askr, volviéndose una de las piezas principales en algunas estrategias, gracias a su habilidad de curar algo de vitalidad.

Satisfecha no solo por su desempeño, sino también por la gran persona que demostró ser, Phyria decidió que aquel periodo de prueba llegó a su fin, dejando de lado aquella nube de duda que provocó su llegada.

Sin embargo, Anna mantuvo su vigilancia en secreto, ella tenía una idea bastante aproximada de lo que en cualquier momento podía llegar a pasar y, no estaba dispuesta a dejar todo a la suerte cuando el consejo de Annas aun no había removido la muerte permanente y, la inevitable llegada de Hel.

Por su parte, Eir no podría estar más feliz por su situación actual, estar en un lugar tan llenó de vida y con personas tan variopintas, pero con un corazón que irradiaba tanta calidez y bondad, por primera vez en casi una eternidad, habían logrado que genuinamente se sintiera feliz.

A pesar de que los retos de Askr, no eran precisamente algo que podía tomarse a la ligera, lo cierto era que con el apoyo de sus nuevos amigos, de verdad creía que no importaba que tan desalentadora podría ser una situación, mientras todos trabajaran juntos, no había nada ni nadie que pudiera detenerlos.

Si bien en un principio su madre la había mandado para que fuera una espía, lo cierto era que no era capaz de traicionar a las personas que tanto la habían ayudado, no importaba que tan mal pensara su madre sobre los vivos, aquellos seres que tanto menospreciaba tenían un espíritu y una luz que estaba dispuesta a proteger.

Aun si eso implicaba tener que revelarse contra su propia madre.

Caminando por los pasillos que daban al jardín, se encontró con una cara conocida que, de entre todos, le tenía un muy especial aprecio.

-¿No sabía que le gustara la jardinería?-cuestionó Eir en tono amable, acercándose a la reina de Múspell que estaba trabajando en una jardinera.

-Bueno, no podemos sembrar muchas cosas en mi tierra, por eso no quiero desaprovechar la oportunidad de probarlo ahora que me es posible-respondió Laegjarn en tono tranquilo.

Aun Eir le sorprendía que, a pesar de que Laegjarn sostenía el titulo de reina, no exigiera cierto respeto de sus compañeros, de hecho no le importaba que la trataran como una igual del grupo y siempre se mostraba amable no solo con sus compañeros, sino también con los guardias que trabajaban en el castillo.

-¿Y, has hecho jardinería antes Eir?-cuestionó Laegjarn en tono cortés.

-La verdad, tampoco en mi tierra es posible cultivar algunas plantas-admitió Eir un poco avergonzada.

-Ya veo, ¿Le gustaría acompañarme?-cuestionó Laegjarn con una sonrisa.

-¿N-No le molesta que lo haga?-quiso saber Eir algo avergonzada.

-Claro que no, me encantaría que pudiéramos hacer esta actividad juntas-aseguró Laegjarn sin perder su sonrisa amable, Eir se limitó a asentir rezando que su sonrojo no fuera tan notorio.

Durante el transcurso de los minutos, Laegjarn comenzó a explicarle lo básico que había leído en los libros y lo que hacía cada una de las herramientas, a pesar de todo el tiempo que pasaban juntas, Eir no dejaba de sorprenderle la radiante calidez que generaba Laegjarn.

Era un efecto provocado por la sangre que poseía que, le daba aquel control de las llamas, pero a diferencia de su hermana menor que, tenía una sensación más aguerrida y casi incontrolable, Laegjarn por el contrario desprendía un aura protectora y tranquila que, le era imposible no sentirse no solo atraída, sino también cómoda por aquella adictiva sensación.

Eir pronto noto que ella era su opuesto en ese sentido, su tierra no albergaba nada de vida, siendo ella y su madre unas de las pocas excepciones a la regla de su reino, ella no solo se veía a veces como si fuera un cadáver, sino que también su temperatura era mucho más baja de lo normal, llegando al punto que algunas de sus compañeras, empezaron a teorizar que quizás podría ser un pariente lejano de las princesas de Nifl.

Aunque era algo que podría llegar a incomodar a las personas, nadie de la orden se había quejado ni remotamente de aquello, ni siquiera Laegjarn quien era la que pasaba más tiempo con ella en las actividades, parecía importarle aquella sensación que generaba.

-¿Te encuentras bien Eir?-cuestionó Laegjarn preocupada, al notar que Eir estaba inusualmente callada.

-Si descuida-comenzó a decir Eir algo tímida-Solo, me preocupa acabar arruinándolo por la sensación fría que genero-admitió algo preocupada.

-No creo que sea un problema-aseguró Laegjarn con una sonrisa tranquila, llamando la atención de Eir-Ambas generamos dos sensaciones opuestas, pero que a la vez se complementan, estoy segura de que gracias a eso, lograremos que nuestras semillas crezcan hasta volverse hermosas flores-concluyó Laegjarn con una sonrisa segura.

Eir reflexionó sobre aquellas palabras durante un rato, sintiendo su corazón latir con cierta fuerza, algo que rara vez pasaba en su vida y que, se había vuelto una constante cada vez que pasaba tiempo con Laegjarn.

Esbozando una sonrisa, asintió a su compañera antes de seguir ayudando a plantar las semillas, eso era lo que realmente deseaba, proteger y ayudar a la vida prosperar, pero sobre todas las cosas, proteger a las personas que le habían dado la bienvenida sin dudarlo.

En especial a aquella persona que con su radiante y reconfortante calidez, le hizo darse cuenta que a pesar de todo, aun había algo vivo dentro de ella.

Una "aventura" en Fire Emblem Heroes 2ndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora