Una "aventura" en Fire Emblem Heroes 2nd

Los pilares de Askr

El personal del castillo de Askr era de alguna manera algo escaso en ciertas áreas de este, la mayoría de los sirvientes y guardias se ocupaban de realizar sus actividades en casi todo el castillo y atender al rey y la reina de Askr, mientras que un pequeño grupo de guardias que, no eran precisamente los más entrenados, eran los que vigilaban la zona donde se encontraba la Orden de los Héroes de Askr.

A pesar de que en las filas de la orden se encontraban desde reyes hasta gente de la nobleza de más alto estatus en sus filas, el rey Gustav ordeno vehementemente que no les proveyera servidumbre como criadas, mayordomos o cocineros.

Los rumores iban y venían entre los motivos para que el rey, se opusiera a la idea de destinar algo de personal a los héroes que, arriesgaban sus vidas todos los días por la seguridad del gran reino de Askr.

Algunos decían que era una forma de desmotivar a sus hijos de continuar en la orden, otros creían que era por falta de personal, unos cuantos que tenía que ver con los fondos destinados a la orden, pero lo que quedaba claro era que el rey, no estaba dispuesto a desembolsar de las arcas reales para mejorar en algunos aspectos la vida de los héroes de la orden.

Los pocos guardias que hacían vigilancia en aquel sector, no eran precisamente los mejor pagados o los más experimentados de la armada del castillo... de hecho, la única razón por la cual mejoraron de alguna manera en sus habilidades, fue porque aquellos guerreros que debían proteger, les dedicaron su tiempo para entrenarlos, algo que agradecían desde el fondo de sus corazones.

Aunque no era un trabajo especialmente fácil, ninguno de los miembros de ese pequeño pelotón se arrepentía de servir en ese puesto, en especial con la amabilidad con que los trataban esas famosas celebridades, en especial la legendaria invocadora y su segunda al mando.

Dos de las personas con más alto rango de la orden, siempre les daban la mano aunque no era algo que tuvieran que hacer, la gran invocadora siempre les traía comida con ayuda de algunos miembros que hacían para desayunar, comer o cenar, dependiendo de quienes estaban en los turnos.

Muchos de ellos mejoraron su resistencia gracias a los entrenamientos de ella y, siempre estaba dispuesta a darles la mano, aun si eso implicaba que tuviera que sacrificar horas de su bien merecido descanso.

La segunda al mando, la princesa María tampoco se quedaba atrás, en un principio muchos no comprendían como una niña tan joven tenía una responsabilidad tan grande, pero con el pasar del tiempo fue evidente porque la invocadora confiaba tanto en ella, no solo por su gran dedicación y su extraordinario ingenio, sino también por su amable corazón que, siempre estaba dispuesto a dar una mano a quienes la necesitaban.

A nadie le quedaba la menor duda de que esa joven princesa, algún día se convertiría en una gran reina y, esperaban de corazón poder presenciar aquel día.

Como era ya una regla del recinto, los guardias cada ciertos días iban a la enfermería del castillo donde María se ocupaba de revisarlos para que todos estuvieran en buena salud, a veces era apoyada por otros miembros de la orden, pero era más común verla realizar el trabajo sola, en especial porque ella no quería desocupar a sus compañeros de sus demás actividades.

-Bien parece que todo está en orden-afirmó María una vez que termino de revisar al último de los guardias-Me alegra saber que todos estén con tan buena salud-expresó María con una sonrisa alegre.

-Bueno, siempre nos esforzamos por no ser una carga para ustedes-aclaró el guardia algo apenado.

-Ustedes nunca serían una carga para nosotros-aseguró María en tono decidido-Después de todo es gracias a ustedes que podemos descansar tranquilos de que si algo pasa, darán la alarma-agregó María con una sonrisa.