Venus abrió los ojos y se confundió ligeramente al ver donde estaba. Sintió unos fuertes brazos abrazándola y giró su rostro, encontrando al Capitán Hydra profundamente dormido. Suspiró pesadamente al ver que estaba sin la parte superior de su característico traje. Se levantó sigilosamente sin querer despertarlo. Tragó con dificultad e hizo un gesto de disgusto al recordar lo había pasado.
Sentía las manos ásperas y grandes del Capotan sobre su cuerpo, más sus labios. Pero nada se comparaba al trato demandante y dulce a la vez del Capitán Barnes. Mientras acomodaba su traje, caminaba hacia donde el nombrado se encontraba cautivo, con la intención de sacarlo de allí. Con su poder abrió las pesadas puertas y esta vez, encontró la habitación un poco iluminada, pero aún así estaba oscura y se sentía fría.
Soltó un último suspiro y caminó con sigilo hacia la cápsula que mantenía al Capitán congelado.
Sonrió al verlo allí, no había cambiado nada. Ese era una de las ventajas del estado criogénico, James podría tener doscientos años y seguir luciendo como un hombre de cuarenta años. Una pequeña caja que contenía una pantalla, estaba junto la cápsula. Solo los agentes más fieles sabían la manera de descifrarla y poder abrir la cápsula. Pero ella no sabía aquello, había estado ausente dos décadas y muchas cosas habían cambiado.
Cerró sus ojos y colocó su mano sobre la pantalla. Esta comenzó a sacar chispas y chirridos, su poder era suficiente como para descomponerla. Hasta que esta de inmediato se apago y una breve alarma comenzó a sonar, anunciando que la cápsula estaba por abrirse, dejando libre a uno de los monstruos mas mortales de todo Hydra.
Se hizo hacia atrás y espero a que esta se abriera poco a poco. Estaba tan concentrada en ello, que sus reflejos no le permitieron avisarle que algo se avecinaba detrás de ella.
La gran mano del Capitán Hydra se envolvió en su cuello y así pudo acercar sus cuerpos, pegando con fuerza su pecho contra la espalda de la bruja.
—¿Creíste que te escaparías de mi, eh?— gruñó cerca de su oreja, haciendo presión en su cuello, impidiendo que el aire entrara a su organismo.
Venus posó sus manos sobre su muñeca para intentar quitar su mano de su cuello, sin éxito.
—Eres mía, Venus. Barnes no te merece ni un poco, tu y yo estamos destinados a estar juntos y lo sabes.— su voz sonaba oscura y macabra contra su oreja.
Venus no pudo más y su pie pisó fuertemente el pie del contrario, causando que gritara de dolor. Aprovechó su dolor y rápidamente se giró y con su poder lo lanzó lejos de ella, ese brillo rojo en sus ojos se presentó con total odio.
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