86) Confesiones.

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(Brika)

Harley levanta la cabeza de entre mis piernas y vuelve a mi lado hasta que me recompongo. Sonríe y se limpia los dedos antes de dar un beso en mi hombro. Apenas hemos dormido unas tres horas, y no han sido seguidas. Sus ojos ya no están tan achinados y su cabello continúa completamente desordenado. Sus lindos rizos apuntando en varias direcciones.

Mi estómago me pide comida a pesar de ser tan sólo las seis de la mañana.

—¿Pasarás conmigo hoy? —pregunta esperanzado.

Es domingo, es obvio que pasaré todo el día junto a él. Finjo pensar un momento, pero no me controlo. Lo beso y asiento.

—Estás más fortachón. ¿Ya te lo dije? —Aprieto sus hombros y él me atrae hacía sí, de nuevo. Está delgado como la última vez que lo vi, pero su cuerpo está mucho más marcado y fornido.

—Más de cinco veces —responde sonriendo. Adoro pasar mis manos a lo largo de sus brazos, pecho, espalda, abdomen y... todo en general. Es difícil de explicar, pero me encanta cómo ha mejorado.

Tanto tiempo sin verlo había sido demasiado duro. Estaba olvidando a qué saben sus besos, cómo se sienten sus abrazos, sus caricias. Su mano entrelazando la mía. Estaba olvidando lo mucho que amo ver sus hoyuelos cuando sonríe y su perfecta de manera de hablar lento y profundo. Sus risas, sus miradas, sus toques, sus manías. Demasiados meses sin él, olvidando cómo se siente pasar mi mano por sus rizos, o cómo suele hacer malos chistes o comentarios íntimos y subidos de tono entre nosotros. Mi cerebro lo estaba olvidando, pero mi testarudo corazón se mantuvo firme respecto a mis sentimientos por él.

Lo abrazo fuerte y tengo la intensión de envolver su cintura con una pierna. No obstante, mi estómago suena una vez más y se ríe.

Terminamos en la ducha otra vez, y gastamos el último condón que queda en mi bolso. Voy a tener que usar la misma ropa hasta llegar al hotel y cambiarme de prisa, antes de volver a salir con él en busca de algo para comer.

Harley envuelve su cuerpo con una toalla y yo hago lo mismo con otra. Escuchamos la puerta principal abrirse y nos quedamos callados para escuchar quién es.

—Es Karl —me cuenta.

Abre con cuidado la puerta del baño y estamos a tan sólo dos metros de su habitación. Damos apenas un par de pasos y una garganta aclarándose me obliga a mirar hacia atrás.

Un chico delgado y de piel oscura está frente a nosotros con los ojos demasiado abiertos.

—Tu... —balbucea, incrédulo—. ¿No eres gay?

Su actitud condescendiente me molesta al instante.

—Este hombre de gay no tiene nada —intervengo ofendida, haya o no tenido Harley intenciones de responder—. No todos se ven obligados a traer a una chica a su dormitorio para que le crean que es hetero.

Ignora por completo mi comentario y sigue con los ojos como platos.

—Wuao —suelta de la nada—. Bastante directa. Me gusta. ¿Es tu chica?

—Es mi vida —responde Harley, tomando mi mano y llevándome a su habitación cuando ve que echo chispas por los ojos, contra el tal Karl.

—Qué idiota —murmuro, mirando molesta hacia la puerta.

—No quieras hacer una escena de sangre aquí —bromea. Da un beso en el dorso de mi mano y termina por meterse dentro de un jean oscuro. Le alcanzo su remera blanca y continúo poniéndome mi ropa.

—Por cierto —digo, acercándome a él—, también eres mi vida.

En el Dodge, de camino al hotel, no me pasó desapercibido que su cazadora, sigue exactamente en el mismo lugar en el que la dejé con su pequeño regalo.

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