—Muñequita, es hora de irnos —dijo mi abuela desde la puerta de pared de mi habitación. Su rostro se notaba cansado – igual que el de todos – el día de hoy. Tomé aire y me alejé de la ventana para tomar mi chaqueta marrón oscuro y seguirla escaleras abajo.
Me aferré a su brazo y evité mirar a Evan y mi papá una vez estuvimos en la sala. El ambiente era tan tenso, tan horrible. Sabrina llegó a mi lado y arrimó su cabeza en mi brazo, brindándome su apoyo incondicional con aquel simple gesto.
—¿Vas con nosotros? —preguntó mi tía Áilah mirando directamente a mi hermano. Evan asintió y siguió a mi tía y a Trenton fuera de la casa. Ikel los esperaba en el auto de su cuñado.
En seguida, mi papá salió de ahí de prisa con dirección al Wrangler y después de hacerme un gesto con la cabeza, mi hermana se fue corriendo tras él para que no se fuese sólo y en mal estado hasta el cementerio.
—Suka es el angelito de esta familia —solté sin pensar, provocándole a mi abuela una tierna sonrisa seguida de un asentimiento de cabeza. Ella entendía perfectamente que su pequeña nieta siempre calma nuestro dolor, nuestra ansiedad, nuestra ira, nuestra desesperación. Todo. Con sólo estar presente, nos reconforta y nos trae de regreso aquella paz que todos llegamos a perder en algún momento.
Sabrina no permitiría que me derrumbe hoy y aquello me hizo sonreír débilmente.
Mi abuela y yo caminamos fuera de la casa y cerramos la puerta antes de dirigirnos a mi Volkswagen. Sin embargo, conforme avanzaba por la Av. Wimbledon mi sonrisa iba desapareciendo. Por más que buscaba la mínima expresión de felicidad de mi hermana dentro de mi cabeza, no lograba calmar mi frustración, mi ansiedad, mi tristeza, al menos un momento. Y entonces me di cuenta de que Sabrina ya no podía calmar mi dolor, que por más que yo la ame con toda el alma, ella ya no era mi bote salvavidas. Mis pensamientos se desviaron hasta una sonrisa con hoyuelos y, me perdí. Me encantaría que él esté aquí, pero sé que no será posi...
—¡Muñequita! —chilló espantada la mujer mayor junto a mí y frené a fondo al ver que estuve a punto de chocar con la camioneta de al frente luego de que ésta frenara a causa del semáforo en rojo. El corazón me latía más de prisa y regresé a mirar a mi abuela con la mejor expresión de disculpa que podía brindarle.
—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento mucho Tatita. —Bajé la cabeza avergonzada y traté de calmarme. —De verdad lo siento.
Sutilmente levantó mi mentón con su mano y me sonrió. Sé que ella no me castigaría por esto con un mal trato y mucho menos hoy; que se cumplen doce años de la muerte de mi madre.
Al llegar al cementerio, el silencio que se instaló por eternos minutos no era tenso; era simplemente triste. Una hora después de soltar lágrimas silenciosas, Evan se fue con la familia Ronan en la camioneta del tío Jerry.
Tomé aire en medio de un sollozo y escuché a mi padre decir: —Suka, ve con tus tíos y tu abuela. Te recojo en media hora.
Mi corazón se detuvo y al observar el rostro de los presentes, comprobé que no sólo yo me acababa de quedar sin aire. No podría soportar quedarme a solas con mi padre y recibir golpes al corazón con cada palabra que salga de su boca. No hoy. Hoy menos que nunca.
—Me gustaría quedarme con Brika —dulcemente comentó mi hermana. Esperanzada – igual que yo – de que él acepte.
—Roger... —intentó advertir suavemente mi tía AL, pero mi padre negó y ella desistió bajando la cabeza. —Vamos muñequita —dijo a mi hermana y ella se fue, dejándome con un fuerte abrazo de su parte.
No decíamos nada. Simplemente nos quedamos ahí, uno a cada lado de la tumba de Juliet Lí mirando las flores recién colocadas. Me atreví a mirarlo y no me molesté en detener las lágrimas al observar su expresión tan triste y a su vez enojada.
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AMERICAN COLLEGE ✔️
No FicciónBrika McVey ---una cerebrito muy distinta a las que describe la gente, puesto que le gustan las fiestas, las locuras, las bromas, la diversión y es súper sexy--- termina por mudarse a San Diego, el lugar donde en una noche de locuras y retos, besó a...