48) Forma de pensar.

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—¡Mami!

Escuchaba los gritos de aquella niña. Yo era esa pequeña.

Ya no sollozaba. Mis mejillas se empapaban silenciosamente y me vi obligada a cerrar muy fuerte los ojos. Llevé una mano a mi cara para cubrirme y la otra, sujetaba el asiento. Mi estómago se oprimía más a cada segundo que transcurría. Sudaba. Mi respiración se dificultaba y sentía que comenzaría a ahogarme. Negaba con la cabeza y trataba de olvidar que era Harley quién me hacía esto de nuevo, aun sabiendo sobre mi miedo y ahora no se trataba de una broma.

Abrí los ojos y al mirar al frente y quitar mi mano, veía luces girando hacia nosotros, pero nunca se acercaban.

—Para —pedí en un susurro.

Una lágrima más volvió a rodar por mi mejilla y cuando él jadeó, frenó a fondo e hizo de las suyas con la palanca de cambio y el volante y el auto dio una vuelta sin que las llantas se levanten del pavimento, con un chillido que me estremeció y que seguro dejó marca en la calle. Quedamos en dirección contraria, como si fuésemos a regresar, justo al borde de la carretera.

No tardé nada en salir de ese maldito auto con aquel desgraciado chico y comenzar a gritar en medio de un ataque. Temblaba a más no poder, mis manos, brazos, piernas, todo mi cuerpo. Tanto, que mis débiles y temblorosas extremidades inferiores se doblaron y me hicieron caer. Sentía que el aire me faltaba y me esforzaba en tranquilizarme. No dejaba de gritar, solo así liberaba lo que acababa de pasar.

Harley se bajó del auto de prisa, lo rodeó y corrió hacia mí. El frío era más fuerte y mi cabello tardaba mucho más en secarse. Arrastrándome retrocedí para alejarme de él. Y volví a gritar. Chillar con voz irreconocible. Sólo faltaba que llueva y la dramática escena estaría completa para enviarlo a joder a otra parte.

—Brika —susurró. Su expresión arrepentida me traspasó cuando lo vi finalmente a la cara. ¿Cómo pudo hacerme eso? Volví a llorar como una pequeña niña resentida y abracé mis piernas con fuerza, agradeciendo que ya respiraba mejor—. Brika, por favor.

Negué con la cabeza. No podía dejar de llorar ahora. ¿Qué demonios le pasó? ¿Qué ocurrió para que se comporte así de pronto?

Con la cabeza agachada, observé sus zapatos aproximarse hacia mí. Y me mantuve quieta.

—Por lo que más quieras —habló arrodillado delante de mí. Su voz era apenas un débil murmullo y el arrepentimiento se hacía presente—. Brika, por favor perdóname.

Tiró de mí hacia él y me envolvió en un abrazo fuerte para confortarme. Me dejé llevar y lloré. Una vez más.

Se acomodó en el suelo y abracé exageradamente su cuerpo con mis extremidades. Como una mona. Mi cabeza escondida en su cuello, mis brazos ahorcándole y mis piernas liadas sobre su cadera.

—Te odio —solté. No obstante, ambos sabíamos que no lo decía en serio. Golpeé débilmente su pecho sin levantar mi cabeza y hablé triste y enojada: —No vuelvas a hacerme eso. No vuelvas a hacerme eso jamás.

Su abrazo se fortificó.

—No volveré a hacerte eso jamás a menos que tú así lo pidas —murmuró y presionó sus labios en mi cabeza para dejar un beso—. Perdóname por favor.

Asentí. Molesta, pero asentí. Aun necesitando saber qué le había ocurrido de pronto.

Se levantó conmigo aun en esa posición de mona súper liada a él y me soltó en el asiento del copiloto con cuidado.

—Vamos a mi casa —musitó antes de rodear el Dodge y entrar en él.

Aceleró lo suficiente como para no tardar siglos y tampoco causarme otro ataque de pánico. Si hubiese continuado en la dirección anterior, habríamos llegado hasta Springs Park, es decir, "Árbol Hezz", pero regresamos, dejamos atrás al AC y nos dirigimos al lado Este de la Bahía de San Diego.

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