25) Le tocas un pelo y no la cuentas.

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Matt se limpió la sangre con el dorso de la mano y me miró. Luego a Statham, quien respiraba como perro rabioso.

—Cuñadito —Se burló Matt antes de lanzarse contra el R. Statham fue más rápido y con su mano derecha lo agarró del cuello y lo estampó con fuerza contra la pared. Matt soltó una fuerte queja y el ricitos ni se inmutaba. Seguía mirándolo con furia. <¿En cuántas peleas habrá estado el R a lo largo de su vida para tener tan buenos reflejos y esa facilidad para provocarle dolor?>.

Me estremecí al escuchar el puño del R chocar contra alguna parte del cuerpo de Matt.

—La golpeaste —espetó contra Matt, apretando los dientes. Mientras el ex de Bárbara trataba de quitarlo de encima o de atestarle un golpe, Statham lo esquivaba sin dificultad aun manteniendo su mano en su cuello, inmovilizándolo.

—La... golpeaste —repitió con voz rencorosa antes de darle con puño cerrado nuevamente en el rostro. Escuché un crujido y volví a estremecerme cuando vi más sangre. <¿Qué hago? ¿Qué DEBO hacer?>.

—¡Harley basta! —Escuché que gritó Bárbara. Su hermano la ignoró y dio un nuevo golpe al ex de ella, esta vez en el estómago. Ella nerviosa y apresurada, explicó: —Voy por los R.

Statham liberó su cuello, lo agarró de la camisa, lo lanzó al piso y apretó con una mano la mandíbula de Matt. Este último le sujetó su muñeca tratando de zafarse y Statham musitó furioso contra él:

—Les tocas un cabello o al menos te les acercas... y no la cuentas.

Antes de que lo golpeara nuevamente, sintiéndome totalmente extraña por decir su nombre es voz alta – otra vez – y por la reacción que estaba teniendo él, dije en voz baja una sola palabra.

—Harley.

El puño derecho que Statham había levantado se quedó suspendido en el aire. Agachó ligeramente la cabeza y regresó a mirar sobre su hombro, hacía mí. Sus ojos, de pronto más relajados y yo me sentía cada vez más extraña. <La golpeaste> Había dicho él con rabia.

—Ya entendió —aclaré suavemente sin dejar de observarlo. Miró hacia Matt una vez más y, sin inmutarse por los cortes provocados, la sangre y los terribles moretones, se levantó. El cobarde no desperdició aquel segundo y corrió lo más lejos que pudo, dejándonos a solas.

Sin saber que más hacer ante aquel silencio, me abracé y miré lejos de él. Por Dios, tan bien que le queda el uniforme de los lunes y ahora está en desorden por culpa de White. Aunque no me molesta que los primeros dos botones de su camisa se hayan aflojado. Quería pensar en cualquier cosa, menos en la manera en que golpeaba a Matt por abofetearme.

Redujo los pasos que nos separaban, sujetó mi cara con ambas manos y me obligó a levantar el mentón para verlo a los ojos. Mi corazón palpitó más rápido y me repetía a mí misma que aparte la mirada, pero al ver sus ojos verdes y su expresión preocupada no podía simplemente romper el contacto visual.

—¿Estás bien? —preguntó suave y con su pulgar sobó mi mejilla dolorida. Retrocedí un poco sin querer ante el contacto. —¿Te duele? —cuestionó de prisa.

Pero no dolía. Era simplemente él, tocándome de esa manera lo que me hacía reaccionar como si no debiese tocarme. Ni siquiera lo había visto a más de metro y medio de distancia – por los pupitres en clase – y ahora estaba aquí, frente a mí. Y todos estos días que estuve ignorando a todos, se fueron por el inodoro.

Negué con la cabeza y volví a bajar la mirada, como nunca, tímida por un segundo. Llevé mis manos a las suyas y luego las observé.

—Tus nudillos.

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