Brika McVey ---una cerebrito muy distinta a las que describe la gente, puesto que le gustan las fiestas, las locuras, las bromas, la diversión y es súper sexy--- termina por mudarse a San Diego, el lugar donde en una noche de locuras y retos, besó a...
—¡AHHHHH! —escuchamos un grito proveniente del piso de abajo. Su boca se separó al instante de la mía y ambos nos pusimos alerta.
—¿Qué fue ese grito? —Se bajó de la cama y la seguí. Totalmente desconcertado y confundido igual que ella.
—Creo que fue Barbie —musité.
Salimos de la habitación mirando a ambos lados del pasillo y caminamos despacio hasta llegar a las escaleras.
—¡Qué emoción! ¡Qué emoción, qué emoción! —chillaba mi hermana mientras subía rápidamente los escalones. En su rostro estaba plasmada una sonrisa radiante. —¡Qué emoci... —Se detuvo al vernos en la cima y su sonrisa creció más, si es que era posible. —¡Qué emoción! ¡Ya se reconciliaron!
Rodé mis ojos y Brika sonrió.
—¿Y por eso haces tanto alboroto? —pregunté. Mi madre salió de la cocina y observó la escena.
—Perdona, Hezz, pero me alegra mucho que estén juntos de nuevo. —Ella sonrió hacia Brika. —Qué bueno que lo hiciste sufrir. Ya creo que aprendió a comportarse como hombrecito.
—¿Qué hiciste Harley? —Mi madre preguntó preocupada.
Brika se apresuró en responder.
—Fue un mal entendido, pero ya está todo aclarado.
—Resulta que el bobo de mi hermano se comportó como un idiota cuando se dio cuenta que estaba enamorado. —Barbie comenzó a bajar escalón por escalón, mientras hablaba sin darme la espalda. Sabía que quería callarla, y no de buena manera. Se burlaba de mi. —El pobrecito estaba asustadito.
Mi madre sonrió enternecida y, Brika... ni siquiera podía mirarla.
Barbie continuó hablando con una mano en el pecho.
—Pero por suerte estábamos los R y sus hermanos para hacerle dar cuenta de la realidad. Y hacerle entender que ¡enamorarsenoesnadamalo! —dijo de prisa, pues yo bajé los escalones rápidamente para alcanzarla, pero se ocultó tras la señora de la casa.
—Ya, ya, jovencito —dijo mi madre sonriendo más y apartándome—. Yá déjala.
Barbie me sacó la lengua antes de irse con mi mamá y finalmente Brika había terminado de bajar los escalones.
No podía mirarla. Sabía que tenía que contarle exactamente lo mismo, porque eso es lo que pasó, pero en voz alta suena ridículo y me avergüenza.
—¿Harley? —llamó. No podía levantar la cabeza. Buscaba cualquier cosa para mirar, menos a ella—. Harley mírame.
Su mano llegó a mi mentón, y más que obligarme a girar el rostro, ella se ubicó frente a mí.
—También me asusta —confesó. Juntó sus manos detrás de mi cuello y me miró nerviosa—. Es tan fuerte lo que siento por ti, que mi pecho se hincha y deshincha con sólo pensarte. Estoy tan enamorada de ti que decirlo en voz alta me marea, me asusta y a su vez me da fuerza y esperanza.
No sabía qué decir. Sólo sonreía como un bobo enamorado ante sus palabras y su cercanía.
—Creo que ahora puedo entender tu comportamiento de aquella noche. O tener una idea al menos —susurró—. Y perdona que no haya querido escucharte luego.
—No debes pedirme perdón por algo que yo causé. De hecho, perdóname por lo estúpido que fui.
Asintió en respuesta y luego me abrazó. Algo simple, pero reconfortante.
De pronto, una garganta aclarándose nos separó.
—¿Gustan unos bocaditos? —molestó mi hermana saliendo de la cocina con un plato lleno de éstos. Su sonrisa no se la quitaba nadie.
Nos sentamos en el sofá a ver algún programa de comedia y a comer. Barbie se levantó y se perdió un momento en la cocina para hacer palomitas. Brika y yo aprovechamos para besarnos y contarnos cómo nos fue éstos terribles días. Cuando mi hermana regresó, Brika nos explicó por qué había faltado dos días a clases. Me sentí terriblemente culpable de que haya pasado tan mal.
—¿Y si te quedas hasta la cena y vemos un maratón de películas?
—Tengo tareas que hacer —respondió a mi hermana. Fruncí el ceño y ella se corrigió riendo. —De acuerdo, de seguro ustedes tienen tareas qué hacer. Yo hice las mías en la biblioteca durante los recesos.
—Cerebrito —molestó Barbie en broma. Luego puso cara de tragedia. —Es verdad, tengo tareas que hacer. ¿Y tú?
—Bien, gracias —respondí bromeando también.
—¡Edmond! —me lanzó una palomita.
—Aunque no lo crean, también estuve en la biblioteca del AC haciendo tareas. —Ambas se giraron a verme, totalmente sorprendidas. Me encogí de hombros restándole importancia. —Tenía que ir a un lugar luego de la escuela y además quería ver a una chica en la biblioteca.
—Creí que ibas a la biblioteca sólo para intentar hablar conmigo —Brika parecía recordar algo mientras hablaba.
—Uuuuuuuyyyyy, hermanitooo —molestó la ojiverde—. Ya te flecharon....
El timbre sonó y ella dejó de molestarme. Los tres regresamos a mirar a la puerta y Bárbara se apresuró a ver quién era a través del pequeño agujero en ella. Regresó a mirarnos con cara de confusión y anunció alarmada quien estaba afuera:
—Bethany.
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