93. Egoísmo

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Marco

A veces las cosas no salen como las planeamos y eso pasó anoche. Fuimos con Daniel a una especie de departamento abandonado para la fiesta de Times Square, donde todos brillaban literalmente porque usaban una especie de pintura fluorescente. Creí que sería una fiesta común y corriente como todas en las que he ido, en parte si pero no. La gente estaba fumada, ¿Cómo decirlo para que no suene feo? Como diría papá "ingiriendo sustancia peligrosas" y me invitaron pero al negarme todos se reunieron en un círculo animándome a hacerlo. Siendo un chico responsable por supuesto que le di una probadita si no le hace mal a nadie pero reaccioné mal. Fue como si me rasparan la garganta pero con una pala, así de mal lo pasé.

Después perdí a mi primo, de por si el lugar era tenebroso con telarañas, aun no sé si eran reales o falsas y espero que haya sido la segunda opción porque toqué una sin querer. Lo llamé por teléfono, lo busqué en las habitaciones y me di por vencido hasta que lo vi bebiendo en las escaleras de emergencia. La historia no termina ahí, tuve que buscarle agua para espabilarlo y en las bicicletas que vinimos desaparecieron, el candando estaba en el piso y quedamos a brazos cruzados lejos del departamento.

Ni decir el intentar caminar con un borracho, no se lo recomiendo a nadie.

— ¿Estás listo? —a las tres de la mañana tenía su voz en mi oreja— ¡Marco, Marco, M...!

— Shh... eres peor que un crío.

— Se nos va a ir el avión.

— ¡Duérmete! ¿Ves la hora en la que jodes? —coloqué una almohada tapando mis orejas.

— Una prudente, por supuesto —por debajo de la tapa saqué mi pie y lo quise empujar muy lejos.

— Apestas a alcohol, tuve que cuidarte toda la fiesta, déjame en paz Daniel —lo oí suspirar.

— El taxi nos espera.

— ¿Qué? ¿Cuándo lo llamaste? —me apresuré en ver por la ventana y efectivamente era verdad— En ese estado creo que...

— Vamos, no seas aguafiestas.

— No pasarás ni a seguridad primo, reacciona.

Amablemente le di las gracias al taxista por venir hasta acá y bostezando volví a mi cuarto. Daniel se acostó a mi lado robándome las almohadas pero no me importó, incluso me causó gracia ya que Mateo hacia eso cuando se acurrucaba luego de ver películas de terror.

Estaba por dormirme, quedaban unos segundos cuando escuché una arcada en mi propia y santísima cama. Había vomitado, pero no fue lo peor. Corrió el vómito con la mano y siguió comenzó a roncar.

— Oh por dios —como un resorte salí de la cama, por poco no le sigo yo de la impresión.

Soy consciente que en este minuto mi familia debe estar dormida pero necesito hablar con ellos, esa tristeza que te invade al estar lejos me pegó fuerte y no dudé en marcarle a papá.

Un timbre, dos y me contestó.

— Hola papá —dije en un susurro— ¿Cómo está todo por allá?

— ¿Hijo, pasó algo? —preguntó.

— Nada solo quería saludarte.

— ¿A estas horas? Dime todo campeón, te escucho.

— Los extraño.

Fue mi primera noche alejado de ellos, claro que los extraño y cada vez que pienso en ellos se forma un nudo. Quiero volver pero sé que no puedo porque decidí irme hasta acá, me insistieron y no les hice caso.

Pequeñas travesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora