84. Casa de los abuelos

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Mateo

Un estúpido pájaro cantó al lado de mi ventana y pateé la almohada con todas mis fuerzas. No quiero levantarme ni poner un pie fuera de esta cama, tampoco ver la hora, comer o todo lo que implique salir de mi cuarto. Los rayos de sol me dejan más enojado de lo que estoy y me cubro la cara por completo.

- ¡Cállate! - le grité al animal que seguía en lo suyo. - ¡Quiero dormir, shh!

Entre quejas lloriqueé debajo de las sabanas, la verdad ir a la casa de la abuela no es una tortura sino todo lo contrario. Nos tiene pasteles, diversión y mucho amor pero precisamente hoy, quiero quedarme con papá cosa que él no entiende.

- Cariño. - el ruido me alarmó. - Baja a comer que hice tu desayuno favorito.

Cerré los ojos pero fue inútil cuando las cosquillas invadieron mi espacio. Papá no acepta que soy un chico mayor que puede tomar sus propias decisiones y eso es exactamente lo que pienso plantearle. Como casi adulto que soy me negaré, nadie puede decir lo contrario.

Aguanté la risa por supuesto ya que si la escucha verá que no estoy lo suficiente enojado para darle mis respectivos reclamos. No terminó bien un par de veces pero la sexta es la vencida, ¿o era la tercera?

- No comeré, papá. - la cara de disgusto fue obvia.

- ¿Por qué? ¿Te sientes mal?

Quería responderle que a bases de negociaciones podría funcionar pero no quise dirigirle la palabra.

- De hecho pienso hacer huelga de hambre. - me tapé la cara.

- Bueno en ese caso la tarta de yogurt tendrá que esperar. - mi estómago rugió. - También esos panqueques y la mermelada de durazno que te compré ayer.

- ¿Mermelada dijiste? - me ignoró saliendo por la puerta. - ¡Papi!

- ¿Sí? - se asomó. - Sigue durmiendo, llamaré a tus hermanos que si deben estar hambrientos.

- ¡No! - maldecí mentalmente. - Comeré pero solo esto nada más.

- Bien tesoro, baja. - fui a buscar mis zapatos y bajé rápido para alcanzar a comer algo porque con cinco hermanos si llegas al último te dejan las sobras.

Los chicos medio dormidos se sentaron a la mesa minutos después entablando una conversación de las actividades que pensaban tener por estar en casa de los abuelos. En varias ocasiones les dije que me aburría su tema pero ellos no pensaban otra cosa que ir por el establo y ver los caballos.

Mientras que yo rogaba en mi interior que cambiaran de opinión, hay muchas cosas para divertirse en casa, no solamente allá. Además quiero mimos y estar con papá, no es justo que me obliguen.

- ¿De verdad nadie quiere quedarse? - pregunté desilusionado.

- Es demasiado aburrido. - contestó Liam.

- Bien. - me levanté masticando el ultimo trozo de tarta. - Pueden irse todos, no me importa.

- Peque deberías ponerte en el lugar de papá... - Marco trató de aconsejarme pero hui de nuevo a mi cuarto.

Si es la única salida para quedarse lo haré, me vale si es que intentan sacarme a la fuerza pero de aquí no me muevo como ya dije antes tienen que respetar que puedo tomar mis propias decisiones a la hora que yo quiera.

- ¿Hijo? - papá me topó en el pasillo junto al canasto de la ropa sucia. - ¿Por qué corres por las escaleras? Ya les dije una vez...

- Me lo sé de memoria. - traté de no sonar grosero.

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