41. Todos castigados

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Connor

La paciencia como siempre lo he dicho tiene un límite y hoy la sobrepasaron todos. Se unieron para romper algunas las reglas. Por la mañana no quisieron levantarse de la cama porque según ellos ya no tendría sentido al haberles "arruinado los planes".

El día de ayer cada uno fue donde sus amigos con permiso y hora programada pero no les importó. Al principio lo dejé pasar con esa excusa de que estaban entretenidos y era el último día además de una posible mudanza que los iba a separar de sus amigos pero de eso a que llegaran tres horas más tarde me molestó.

Tenía a los dos mellizos peor que antes acostados con paños en la frente, anoche durmieron apenas tres horas y yo ninguna al cuidarlos. Si seguían unas horas más así tendría que tomar otras medidas que no les gustarían en absoluto.

- Haber mírame. - este por octava vez y entre sollozos prestó atención. - ¿Por qué no quieres?

- Porque no.

- Liam esa no es una excusa válida.

- No quiero. - se quejó.

- Pues lo tienes que hacer de todas maneras, abre la boca. - su hermano lo miraba triste y yo mantenía mi actitud seria para lograr darle el jarabe.

- Ya te dije que no.

Dios dame paciencia.

- Se pasará el sabor si tomas agua.

- Noo. - con un manotazo volteó la cuchara dejando que se esparciera por las mantas que cubrían la cama.

Se agotó.

- Una más jovencito y te daré unas buenas palmadas para que obedezcas. - su llanto subió la intensidad.

- Voy a vomitar. - tomé un largo suspiro.

- Anda al baño y vuelves. - se levantó y lo esperé.

Realmente lo comprendía, estar enfermo para nadie es fácil, no quieres nada con nadie pero tener este tipo de berrinches me agotan. Además de que deberían estar tomando pastillas pero como las odian y es mucho peor intentarlo busco el camino más fácil.

Esperé aproximadamente veinte minutos y Liam aún no aparecía.

- Papá quiero ir a ver televisión. - Ryan a diferencia de su mellizo era todo lo contrario, no hubo ningún problema con él.

- De acuerdo pero si te sigues sintiendo mal me avisas.

- ¿Podrías dejar que Liam se quede así? - sonreí.

- Cariño lo que está haciendo ahora es un claro berrinche.

- Es que no le gusta el sabor, dice que le dan náuseas. - lo defendió.

- Si él me lo explicara de esa forma sería todo diferente.

- ¿En serio? - sus ojos brillaron.

- Tendría que darle una pastilla. - su carita de desilusión apareció. - No puedo dejarlo así.

- Pero...

- ¿Le puedes avisar que se acerque? Porque estoy seguro que no está en el baño. - es evidente.

- Se va a enojar otra vez conmigo.

- Entonces iré yo por él. - negó repetidas veces antes de salir a buscarlo.

Al esperarlo arreglé un poco la cama y saqué algunas mantas que se mancharon.

- Que minutos más eternos. - hablé en broma cuando entró a su cuarto.

Pequeñas travesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora