Extra 03: Parte dos

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Connor

Ocurrió un imprevisto, mi pareja no pudo viajar rápido desde el trabajo y se me hizo tarde para el turno. Sin opciones me tuve que excusar en por lo que le pedí a mamá que se quedara más tiempo con los niños en casa.

Tuve a Mateo en brazos durante una hora y media esperando respuesta en el hospital. Mis padres me insistieron que fuera a uno privado pero no tengo para costearlo, tampoco quiero pedirles dinero porque para eso estoy estudiando e intentando sacar una profesión. Algún día voy a tener los recursos suficientes y les daré todo a mis hijos.

Sus quejidos me tenían nervioso y más cuando nadie venía a ver lo que le pasaba. Estoy en proceso en la carrera de medicina, si fuera médico ya estaría viendo lo que tiene. Sé que no es algo tan preocupante por sus síntomas pero no puedo evitarlo, por algo existe una regla de no atender familiares, todo se vuelve más difícil.

— Tranquilo, shh —caminé con él por todos lados dándole mimos y besitos para que se calmara.

— Me duele —balbuceó.

— Si mi amor, lo sé, pronto te atenderán y se te pasará ¿bueno? —despejé su carita ya que sus rizos caían por su frente—, hay que ser pacientes.

— ¿Marco? Quiero a Marco.

— Él está en la casita esperándote.

— Lo quiero ahora —hizo un puchero y lloriqueó.

— No llores que ya lo vas a ver, Mateo —está inquieto.

Volví a preguntarle a la señorita de recepción sobre la hora y me respondió lo mismo. Detesto la salud pública, deberían ser rápidos sobre todo con niños.

— ¿Qué es eso de ahí? —abrí los ojos en grande y me quedó mirando con curiosidad—, wow es un pez.

— ¿Pez?

— Si tesoro, está nadando —escondió su rostro en mi hombro—, ¿tienes sueño?

Asintió y colocó sus manitos en los ojos.

— Mateo Miller.

Por fin.

Agradecí internamente que lo hayan llamado y caminé hacia la puerta de color azul con dibujos estampados. Temblaba en mis brazos y coloqué mi chaqueta por encima porque sentí que estaba congelado, sé que es malo para la fiebre pero hacen grados bajo cero y este hospital público no tiene ningún calefactor.

La médica se acercó con una sonrisa y lo saludó amablemente pero Mateo la rechazó. Me indicó que lo acostara en la camilla pero mi hijo se negó y no quiso cooperar. Es un reto llevar a los niños al médico cada vez que se enferman, le encuentran todo lo malo, jarabes con un sabor desagradable, agujas, miedo al estetoscopio, a los palitos, etc.

— Vamos a hacer un chequeo ¿bueno?

— Sí.

Mateo no quería que se acercara entonces solo era llanto cuando le acercaban algo para revisarlo, generalmente no soy yo el que viene con ellos sino su madre, para ella es más fácil en cambio para mí no, me da tristeza verlos llorar o que me pidan irse, accedo fácilmente cosa que es malo.

— Vamos a ser muy rápidos Mateo —la mujer le sonrió y volvió a esconderse.

— Hijo, es esto y ya nos vamos a casa —intenté cambiar su actitud— ¿te parece ayudar a la señorita?

— ¡No!

— No seas gruñón, abre la boca hijo —se tapó con las dos manos y suspiré mientras ella reía.

Pequeñas travesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora