Finalmente es esa hermosa época del año que tanto amo con todo mi corazón, otoño, y con ello vienen mis festividades favoritas Halloween y Día de Muertos. Así que estaré subiendo uno que otro one-shot relacionado a la temática de terror. Para abrir con el tema, empezaremos con asesinos. Para este me inspiré profundamente en el musical y la película de Chicago, pero sobre todo en la idea original de mi amigo @Betaworkshop (les recomiendo pasar por su perfil si les interesa leer algo fuera de lo clichey común).
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Transcurría el año de 1927 cuando Jack Frost caminó por los lúgubres pasillos de la cárcel del condado de Cook, sus elegantes zapatos resonaron por todo el piso del pabellón para mujeres, fue conducido hasta la celda, a su paso no se hicieron esperar los comentarios por parte de algunas mujeres.
Suspiró y rodó los ojos resignándose a otro día más en la cotidianidad de la vida de un abogado.
–Aquí es– la guardia de seguridad de la cárcel le señaló una de las celdas, tan oscura como la penumbra, solo la mitad del área era tenuemente iluminada por la luz de las lámparas del exterior.
–Sal– ordenó con voz firme, no porque fuera un maldito, si no que porque con los años había aprendido que era mejor tomar cierta postura ante sus clientes.
De las sombras se escuchó el sonido metálico de unas cadenas y la mujer joven se reveló ante él, a Jack le sorprendió un poco el ver que era tan joven como él, su cabello era rubio platinado, sus ojos azules y su piel rosada. Hizo una mueca al ver las cadenas en sus manos y pies.
–¿Por qué esta encadenada?– preguntó a la guardia.
La mujer lo miró con fastidió y suspiró –Mató a un hombre, es peligrosa–
Jack soltó una carcajada –Ella es mi cliente y hasta que se demuestre lo contrario no será tratada como un animal– le dio una rápida mirada de abajo hacia arriba a la mujer, su aspecto era corpulento –Mírela, ¿acaso cree que esta mujer es un peligro para usted?–
La encarcelada era como tres cabezas más pequeña que la otra mujer y tan delgada que parecía que se iba a romper.
–Bien– refunfuñando, la mujer abrió la celda para permitirle el paso al abogado y se dedicó a quitarle los grilletes a la joven.
–Gracias– musitó el chico antes de que la guardia los dejara solos.
Se sentó dejando su maletín sobre la pequeña mesa, se acomodó y encendió un cigarro para comenzar a fumarlo.
–Elsa de Westergaard– leyó el nombre del expediente exhalando una humareda.
–Arendelle– habló finalmente la rubia.
Jack levantó la mirada con curiosidad –¿Perdón?–
Elsa suspiró –Preferiría que me llamaran por mi apellido de soltera, Arendelle–
El abogado levantó las cejas e hizo una mueca resignándose –Lo haré entre nosotros, pero ante el jurado eso no sería muy favorecedor para usted–
–Está bien– respondió con voz gentil.
–Señorita Arendelle– se inclinó hacia ella –He leído sus declaraciones y necesito saber, ¿son correctas?– le deslizó las hojas para que ella las leyera.
Después de que ella revisara meticulosamente los papeles los volvió a colocar sobre la mesa y asintió –Son correctas–
–¿Entonces usted se declara culpable?– preguntó con calma inhalando de nuevo su cigarrillo.
Ella asintió sin decir nada.
–¿Por qué?– lanzó otra cuestión aún más profunda que la anterior.
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Jelsa one-shots
RandomUn recopilatorio de historias Jelsa que rondan por mi cabeza. Un poco de todo.