Pude haber hecho algo furro... pero no lo hice y me siento orgullosa de no haberlo hecho.
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Existe una Antigua leyenda, una antigua leyenda proveniente de las épocas en la que los espíritus reinaban sobre la tierra; habiendo todo tipo de estos habitándola, desde espíritus del agua hasta los de tierra. Entre estos había un par de espíritus del invierno.
El primer espíritu, era un joven de cabello blanco como la luna, a él le gustaba llevar el invierno por todos los rincones del mundo viajando con el viento y a su vez se entretenía jugándole jugarretas a otros seres.
El segundo espíritu invernal era una mujer bellísima que usaba un vestido blanco como la nieve resplandeciente, tanto que parecía camuflarse con esta. Ella, al contrario del otro espíritu, no disfrutaba viajar por el mundo; en cambio ella, se había decidido a habitar en uno de los bosques encantados, siendo su guardiana.
Pero el hecho de que el viajara mucho y que ella no, no fue un impedimento para que tarde o temprano sus caminos se cruzaran. Al principio ambos sintieron curiosidad por el otro, después de ganarse la confianza del otro se hicieron grandes amigos, y finalmente, pasaron a enamorarse. Todos los años, cuando el invierno llegaba, ambos amantes se reencontraban para estar juntos por tres meses.
Todo marchó bien por un par de siglos, hasta que un día el espíritu travieso hizo una broma que se salió de control, se le ocurrió retar al padre tiempo. Y esta vez ni sus piernas tan veloces como el viento pudieron salvarlo de la ira de él.
–¿Te he dado la inmortalidad y es así como me pagas?, ¿intentas burlar al tiempo?– reclamó el imponente ser al tener entre sus garras al espíritu frágil en comparación con él.
–Esta vez te castigaré– dio su veredicto.
–¿Me harás mortal?– preguntó el joven sabiendo que ese era el castigo máximo para los espíritus,
El hombre negó con la cabeza.
Fue así como la deidad decidió que el castigo perfecto para él sería convertirlo a él y a su amada en animales.
–Seguirás siendo tan veloz como el viento, pero esta vez usaras esta velocidad para tratar de saciar tu hambre, vivirás persiguiendo a tu amada para devorarla– le dio su ultimátum.
Fue así como a él lo convirtieron en un imponente lobo de pelaje plateado y blanco, y a ella en un conejo con pelaje blanco como la nieve.
Por años la tortuosa rutina fue la misma, él intentaba darle caza a quién una vez amó y ella solo vivía huyendo de a quién una vez amó.
El espíritu rogó por misericordia cada noche en la que sentía no poder soportar más el hambre y fue ahí cuando la luna intercedió por ellos.
–No te preocupes, yo me encargaré de ocultarla– le dijo antes de tomar a la pequeña coneja y esconderla en la luna.
Esa había sido la solución al problema, pero ahora, cada que había luna llena, el lobo podía ver la silueta de la coneja plasmada en la luna y eso le causaba una melancolía profunda.
–Cada luna llena podías escuchar el llanto desgarrador del lobo hacia la luna–
Los tres niños escuchaban atentos y en total silencio la historia que su padre les contaba, pero al ver que se había quedado callado, el más joven preguntó –¿Y qué pasó después?– preguntó con su voz infantil.
El adulto les sonrió encogiéndose de hombros –Eso es todo– respondió con simplicidad.
Los niños se miraron impactados entre ellos –¡No!– comenzaron a protestar.
–¡No puede acabar así, es una historia de amor, no una triste!– reclamó la única niña.
Él se rio un poco –Bueno, niños, no todas las historias de amor tienen un final feliz–
–Pero... ¿Por qué no?– preguntó el mayor.
Antes de que el hombre pudiera responder, su esposa, quien veía el espectáculo desde el marco de la puerta, interrumpió abruptamente.
–Jack, deja de hacer eso– lo regañó –Ese no es el final de la historia y lo sabes–
Él se rio de nuevo –Pero suena mejor de esta manera, Elsa–
La mujer rodó los ojos y negó con la cabeza para luego ver a los niños –En realidad, al final, después de muchos años, el padre tiempo perdonó al espíritu travieso; les dio una nueva oportunidad para volverse a reencontrar, pero esta vez como humanos–
–¿Y volvieron a estar juntos?– preguntó la niña.
Ambos asintieron –Y son mucho más felices de cuando eran inmortales–
–¿Por qué?, a mí me molestaría perder esos asombrosos poderes– dijo el mayor de los tres.
Elsa negó con la cabeza –Es mejor ahora porque así pueden apreciar cada minuto de sus vidas juntos... Y, además, ahora pueden tener algo que no podían antes– les susurró.
–¿Qué es mami?– preguntó el pequeño.
Jack y Elsa se miraron –Una gran familia– respondió él acariciando el creciente vientre de su esposa.
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Jelsa one-shots
De TodoUn recopilatorio de historias Jelsa que rondan por mi cabeza. Un poco de todo.