❝REMEMBER❞ [Yoonmin]

S e s e n t a y t r e s

"El sol poniente y la luna naciente se deslizan como nosotros para traer la oscuridad."

Su cuerpo le dolía. Los ojos le pesaban demasiado pero aun así se esforzó por usar las pocas fuerzas que le quedaban y abrirlos.

La luz sofocante del sol le hizo cerrar los ojos con fuerza antes de fijar su vista en el suelo. Intentó removerse en su lugar pero el dolor en los brazos y pies le hizo jadear. Se alteró cuando se vio atado a alguna cosa alta por una soga gruesa.

Intentó gritar pero la tela que cubría su boca se lo impidió.

Las lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas, quedando atrapadas en la tela sobre sus labios, cuando el dolor en su cuello le hizo inclinarse hacia adelante.

Giro su rostro con cuidado. Al parecer se encontraba en una explanada, completamente solo.

Empezó a moverse incómodo por los amarres, mirando hacia ambos lados en busca de ayuda. El grito que amenazaba salir de sus labios acompañado de un sollozo fue atrapado por la tela, causándole mayor ansiedad.

Ayuda, por favor.

El sonido de unos pasos a sus espaldas le hizo tensarse.

Se quedó completamente quieto, escuchando como los pasos se multiplicaban cada vez más.

No sabía por qué, pero el pánico se apoderó de su cuerpo. Empezó a moverse desesperado por escapar, pero fue en vano. Las lágrimas inundaron sus ojos y le hicieron agachar la cabeza, completamente sobrepasado por la situación.

Algo filoso contra su cuello le hizo sollozar.

— ¿Intentas escapar, maldito fenómeno?

Esa voz a sus espaldas le resultó familiar, no sabia de donde pero esa voz estaba relacionada con el peligro. El ardor de ese algo filoso insertándose lentamente en su cuello le hizo jadear y ahogar un grito.

— ¿Por qué no te liberas a ti mismo, maldito? ¿Por qué no nos lanzas una maldición? Debes ser experto en eso. — dijo la voz de una mujer con un evidente tono de burla.

— Es cierto, deberías liberarte a ti mismo. — concordó otra voz desconocida — Puedes hacerlo, ¿no?

— Por supuesto que puede hacerlo, es una persona maldita después de todo. — dijo la voz grave más cercana a él. — ¿Verdad? — preguntó apretando la navaja aún más, provocando que la sangre empezara a bajar de a pocos.

La cabeza le dolía, su marca le dolía, el vientre le dolía, todo su cuerpo le dolía. Le costaba mantenerse alerta, y ahora tener esa navaja filosa amenazándolo no ayudaba en nada.