El dolor del primer Vengador.

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Disclaimer: Los Vengadores son de Disney y de Marvel, solo la historia y los personajes que no reconozcan son míos. 

NOTA: Esta es la tercera parte de "Permítame señora". Es la primera versión, de tres. 

Steve abrió los ojos, confundido. Lo último que recordaba era haber caído al hielo en un momento en picada, sin posibilidad de salvarse, con la mente enfocada en Legna. Un enorme brote de esperanza llenó su cuerpo por completo, viendo a todos lados. ¿Dónde estaba su hija y sus padres? Intentó levantarse, descubriendo con alegría que no había perdido lo que le dio el suero del super-soldado.

—Buenos días, Capitán Rogers—dijo una enfermera—Me alegra verlo despierto, ¿necesita algo?

—Legna—dijo con la voz rasposa—Necesito ver a mi hija y mis padres. Están en Brooklyn.

La mueca que hizo la mujer no le gustó nada al Capitán América. Se dio cuenta inmediatamente que le estaban ocultando algo.

—Llamaré a su familia, Capitán—tartamudeó la mujer—pero ustedes tiene que esperarme aquí, ¿entendido?

Steve se dejó caer en la cama de hospital, recordando con horror todo el tiempo que estuvo atrapado en ella durante su infancia. Estaba desesperado por levantarse, seguro que no le había pasado nada aunque no se explicaba cómo había pasado eso. Giró para ver la pequeña radio escuchando un partido de beisbol. Abrió mucho los ojos al darse cuenta que estaban narrando. ¡No podía ser posible! Ese partido estaba programado para meses después del día en que caído al hielo.

—¿Qué está pasando?

Confundido, se levantó de la cama y comenzó a caminar hacia la salida. Apenas abrió la puerta de la habitación se dio cuenta de que había algo diferente, todas las personas se vestían de una manera extraña, pantallas complicadas se veían frente a él. Estaba conmocionado cuando salió de la habitación y comenzó a caminar. No sabia dónde estaba, se acercó a un letrero.

—Nueva York...

Leyó uno de los grandes espectaculares que anunciaba una obra de teatro en la ciudad. ¡Estaba en casa! ¿Pero cómo? Siguió caminando, encontrándose cientos de comerciales, aparatos electrónicos, cosa que ni siquiera era posible soñar en los años de la guerra. Habían demasiadas personas de todas las razas, caminando sin miedo por la calle. Caucásicos, afroamericanos, asiáticos, latinos avanzaban sin miedo de que les hicieran daño. Una punzada de dolor se cruzó por su estómago al pensar en su esposa que había sido asesinada por el odio de los americanos.

—Bienvenido a casa, Capitán Rogers—dijo un hombre americano—Mi nombre es Nick Fury, soy el director de S.H.I.E.L.D.

Steve se giró lentamente, escuchando la voz de aquel hombre. Era un total desconocido, tampoco sabía a que se refería cuando hablaba de S.H.I.E.L.D., pero era su única oportunidad de obtener respuestas.

—Tenemos que hablar—dijo Steve—¿Qué pasó conmigo?

—Porque no volvemos al hospital, es el lugar más privado para nosotros en este momento.

Asintió lentamente con la cabeza, dándose cuenta que no le quedaba otro remedio. Cuando entraron a la sala de espera del hospital, todos veían al hombre como si hubiese salido de una película. Y algo así había pasado. Una vez que estuvieron en la habitación, Steve se sentó en la cama, poniendo la cabeza entre las manos y respirando profundamente.

—¿Qué año es?—exigió saber a Nick Fury—¿Qué año es? Sé que no estamos en 1941, no es posible que la tecnología haya avanzado de esta manera en unos pocos días o meses.

El soldado y la espía // ONE SHOTS ROMANOGERS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora