Punto y Aparte II

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia y los personajes que no reconozcan, son míos. 

Para Nathie. 

Cuatro años después.

A Natasha le seguía pareciendo muy extraño vivir lejos de una base militar, a pesar del tiempo que había pasado. Pero todavía le era más difícil entender la sensación de paz que sentía al abrir la puerta del apartamento, sentir que todo estaba bien y aquel hogareño espacio le pertenecía.

—Vamos, cariño...—susurró, depositando a la niña en el suelo—Tienes que caminar un ratito para que mamá pueda meter a casa todas las cosas que compró.

La pequeña movió la cabeza, molesta. Se había quedado dormida en cuanto su madre la puso en el asiento del automóvil, cansada por los estímulos que traía con ella el jardín de infantes.

—¡Deja aquí cosas!—mitad imploró, mitad ordenó—¡Llévame a mi!

Se echó el cabello hacia atrás, el pelirrojo cada vez ocupaba más espacio, dejando solo las raíces rubias. Respiró profundamente, pues no sabía si reír o llorar al darse cuenta que se estaba estresando por cosas cotidianas y mundanas. ¿Que pensaría de ella la Viuda Negra que había salido de la Sala Roja y asesinado niños de un hospital? Volvió a mover la cabeza, esta vez para espantar los pensamientos intrusivos y se inclinó a donde su hija estaba pasada, balanceándose con pesar.

—¿Por qué no hacemos algo, cariño?—propuso—Me ayudas a llevar las cosas que compramos para la cena y después de eso te abrazo toda la hora de la siesta, ¿aceptas?

—¡Siesta!—repitió la pequeña, tomando una de las bolsas de compra que estaban en el suelo—¡No! ¡Pesa!

La niña había sido así desde que comenzó a hablar, unas cuantas frase cortas, la mirada baja, casi siempre viendo a sus juguetes o al suelo. Natasha deseaba saber si ella era así de niña, pero Alexei no la recordaba y Melina se había ido. De la infancia de Steve, tampoco había respuestas. Resignada a que tendría que hacer dos viaje, dejó la bolsa y tomó a su hija en brazos.

—Está bien, mi vida...

Natasha no podía resistirse a ella. Desde el momento en que la habían puesto en sus brazos, sabía que dedicaría su vida a ella. El embarazo no había sido nada fácil, sobre todo por la situación en la que el planeta se encontraba. Después de varias discusiones con Steve, siguió trabajando dirigiendo los esfuerzos de revertir lo que había hecho Thanos, aunque hasta ese momento habían sido inútiles.

—¡Mami! ¡Cama!—pidió la niña, señalando insistentemente la puerta de su habitación.

—Espera aquí, cariño—Natasha no cedió, poniéndola en el sofá—¡Mira! Aquí está uno de tus libros favoritos, ¿por qué no lo miras un poco mientras termino de traer las cosas y después nos vamos a dormir.

Una vez que tuvo el libro en las manos, la pequeña rubia se había acomodado en el centro del sofá, abriendo el libro y pasando las páginas con una concentración tan grande que cualquiera pensaría que sabía leer. Pronto, la espía había terminado de acomodar todo e incluso había puesto una tetera.

—¡Eliette! ¡Eliette!—dijo Natasha, sentándose frente a su hija—Cariño, no me estas escuchando.

Si no la llamaba, parecia que Eliette no estaba en casa, era demasiado silenciosa, siempre parecía estar en otro mundo, en el suyo propio.

—¡Eliette escucha!—coreó la niña, pero no despegó la mirada del libro.

Natasha no pudo evitar sonreír, su pequeña se veía demasiado adorable, las rodillas pegadas al cuerpo, concentrando en las imágenes del cuento ruso que tenía frente a ella. Después del tercer bostezo, sabía que Eliette no aguantaría más antes de ponerse de malas.

El soldado y la espía // ONE SHOTS ROMANOGERS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora