Noelle

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia y los personajes que no reconozca son míos. 

Dedicado a las personas que han estado desde que empecé esta aventura de escribir fanfiction, a los eventuales, a los que siempre están, a los lectores fantasma y a los que les ha dado una oportundiad a mis historias originales. ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo! 

Volver a trabajar en S.H.I.E.L.D. había traído una complicación que Natasha no esperaba: Yelena. Su hermana había sido liberada completamente de la Sala Roja y ahora, después de la Guerra Civil, cuando los Vengadores se habían separado, ambas decidieron trabajar en la agencia.

—¿Cómo ha seguido Sharon?

Las hermanas compartían un apartamento en Manhattan, escondiéndose del mundo a plena vista. Se habían acostumbrado a la vecindad de Sharon Carter, que vivía en el mismo edificio hasta que la mujer había enfermado misteriosamente, mudándose con su pareja: el Capitán América.

—Ha estado mal, Lena—suspiró Natasha—No puedo mentirte, Steve ha pedido una baja temporal de los Vengadores.

Yelena se incorporó, no había escuchado acerca de aquello en S.H.I.E.L.D.

—¿Por qué no vamos a verla? ¿Ya saben qué tiene?

En un principio, Natasha pensó en decirle que no, pero se arrepintió y terminó por asentir con la cabeza. Sharon había sido una de sus primeras amigas cuando llegó a América, junto a Clint, fue la responsable de que le dieran el voto de confianza para formar parte del equipo Strike Delta.

—Le llamaré a Rogers, creo que ya han salido del hospital.

Después de varias llamadas, las hermanas se encontraron montadas en una misma motocicleta en camino a Brooklyn. Steve las recibió con una sonrisa triste, abrazando fuertemente a la Viuda Negra.

—Sharon las espera en la sala, chicas.

La rubia se encontraba sentada entre varios almohadones, su rostro pálido mostraba el dolor de lo que estaba viviendo. Tomó la mano de su amiga apenas esta se sentó.

—Tengo cáncer en un ovarios, Nat—dijo, sin poder contener las lágrimas—No sé que voy a hacer ahora.

Natasha abrazó a su amiga, aferrándose a ella con tristeza.

—Te ayudaremos en lo que sea—respondió Yelena, sin querer creer lo que decía su compañera—La doctora Cho se encargará de ayudarlos, también Bruce y Jane, ¿verdad, Nat?

—¡Por supuesto que lo harán!—soltó Natasha, segura de si misma.

A partir de ese momento, las tres se hicieron muy unidas. Steve no dejaba a su novia, pero las hermanas rusas se habían convertido en su fortaleza, dentro de las peores y las mejores noticias, como cuando le dijeron que estaba libre de cáncer, después de quitarle los dos ovarios.

—Se que Steve quiere un hijo—confesó la agente trece, entre sollozos—Un hijo propio, ¿saben? Ni siquiera hemos hablado de adoptar, pero sé que no querrá. Tengo miedo de que me deje.

—Steve no te dejaría, Sharon—dijo Natasha con seguridad.

No le había dicho jamás que ellos dos habían tenido una relación y había sido ella quien decidió terminarla. Poco a poco notaba como el soldado no estaba cómodo con lo que tenían, pero no se animaba a decirle así que ella le facilitó las cosas.

—Además, todavía tienes útero, ¿no?—cuestionó Yelena, dándole un trago a su cerveza—¿No has considerado una inseminación artificial?

Sharon pareció pensarlo por un momento, pero negó con la cabeza.

El soldado y la espía // ONE SHOTS ROMANOGERS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora