¿Alguna de ustedes se preguntó qué pudo haberle pasado a Matt para que incumpla con su palabra?
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La puerta sonó, Matthew no esperaba a nadie, así que intuyó que era Abril, la mujer sabía que le gustaba que tocara, aunque fuera su asistente, la única que entraba sin tocar era Simona, así que quedaba claro que no era ella, por lo que siguió concentrado en lo que hacía en el computador, era un hombre multitareas, de manera que podría escuchar lo que quería Abril sin dejar de trabajar, sin embargo cuando escuchó esa voz alzó la vista de inmediato.
Llevaba mucho sin verle, sin pensarle y ahí estaba materializada generando muchas sensaciones en él, lentamente se le subió un calor al rostro, su vista se nubló sin lograr dar crédito aun a su presencia, su pecho se aceleró como solía hacerlo cada vez que estaba en su presencia, quiso ponerse en pie, como era usual en él cuando veía a una dama y más a esa dama, pero sus piernas no le respondieron.
-Señor Shepard.-Dijo ella en castellano con su tono suave como era usual, había llegado a olvidar cómo sonaba su apellido en sus labios mullidos, pero ahí estaba ella, generando las mismas reacciones.
-Señora Bracho.-Le contestó él homologándola y poniéndose finalmente de pie, señalando una de las sillas que estaban frente a él.
Ella caminó con sus stilettos, haciéndolos resonar en la instancia como era usual cuando se hallaba en cualquier lugar, la falda se le estrechaba a sus formas en los lugares adecuados y a él le costó no repasarla, sobre todo porque sus pechos estaban más redondos y grandes, esa mujer y el efecto que causaba, seguía siendo el veneno y el antídoto, le había sido tan fácil atraparle, ahí estaba haciéndolo sin ni siquiera mover un dedo, tan sólo con su imponente presencia, con sus labios mullidos en forma de corazón y sus enormes pestañas que adornaban esos ojos almendrados.
Tragó saliva cuando vio el enorme rubí rodeado con los diamantes que yacía en su mano derecha dándole el estatuto de casada y él no lo había olvidado, por algo la había llamado señora Bracho, no podía olvidar ni por un segundo ese detalle, aunque su presencia lo apabullara.
»¿A qué debo el honor de su visita?
-Me acabo de reintegrar.
Era cierto su licencia por maternidad se cumplía, así que él asintió.
-Pensé que se tomaría más tiempo.
-Lo haré freelance, sólo pequeños proyectos y José me dijo que lo hablara contigo.- Él movió la cabeza afirmativamente.
-Pronto dejaré de manejar esas cosas Rebecca, así que es posible que tengas que entenderte con otra persona, sin embargo aún no se define quién tomará ese cargo.
-¿Dejas la BV?
-No, no sólo paso a otras dependencias.
-¿Un ascenso?
-Así es.
-No sé por qué no me sorprende.- Le sonrió y él se quedó perplejo en esa sonrisa.
Pero fue sólo un momento, entonces pensó en que la conocía y él ya veía a través de sus ojos, veía lo que su boca callaba y volvió a mirar el rubí tan enorme como cualquier excentricidad de LeBlanc, no podía ser menos si se trataba del anillo que le decía al mundo que ella era suya y de pronto la mujer que Matt amó a rabiar ya amanecía con otro, ese amor que le profesó era parte del pasado.
»Te felicito, ya verás que pronto vuelves a ser el vicepresidente.- Él bajó la mirada triste por lo que pensaba, no por lo que ella decía.
-No es algo que persiga.-Volvió a mirarla a los ojos sabiendo que efectivamente ella amanecía con otro hombre y él a su vez llevaba amaneciendo con otra mujer, en algún momento dejaría atrás esa melancolía que le generaba: el podría haber sido. Matt era practico y no solía pensar así, pero con ella no funcionaba mucho como él mismo.
Llevaba tanto tiempo pasando esa prueba que se preguntaba cuánto tiempo continuaría viviendo en esa mentira, a esa mujer le había dado todo de sí, incluso lo había llevado a conocer un lado de él que le era desconocido, hoy en día no habría hecho nada de lo que había hecho, ni la trampa en la suite, ni el desprestigio a los restaurantes de LeBlanc, ni aquél absurdo compromiso, error tras error, siendo un hombre que no era, ya no lo haría, no por ella y no por nadie, la mujer que lo amase y que valiera que él la amara no lo haría hacer todo eso.
Sin embargo Rebecca seguía hablando vacuidades, porque en eso se habían vuelto los dos, de pronto se preguntó si no lo habían sido siempre, si quizás nunca habían dejado de hablar banalidades sin fondo.
Y a pesar de eso, él también le hablaba de lo mismo, el tiempo se le pasó entre esas palabras y cuando vio el reloj pasaban de las 6 de la tarde, entonces la invitó a comer, ella accedió, después de todo no estaban mal, ya no, ahora podían compartir espacios y ser.
Ella sabía lo que le generaba, sabía que se había muerto por ella, que había dado todo por ella, y aun así si alguien se lo preguntaba sabía que sólo brotarían mentiras de su ser, lo negaría, diría que ambos sólo fueron un par de adultos que compartieron cama, eso les diría a los más íntimos, a los desconocidos les hablaría de la relación profesional que llevaban hace 5 años.
5 años...
9 años en realidad.
9 años de Rebecca Bracho en su vida y a pesar de tenerla allí tan cercana y tan bella como siempre, la sentía lejana y no, no se trataba del anillo, ni de LeBlanc, era algo más de ambos, de él.
Desde que ella se había ido él había muerto un poco, su sueño se había ido, había llorado, la había soñado e incluso le había pedido que volviera, aunque eso había sido en vano, le habría jurado que le perdonaría todo, había delirado con eso, porque sentía que habían cosas que en realidad no se podían perdonar y no, no era el hecho de su infidelidad, si ella le hubiese dicho de ese deseo por aquél sujeto, él se habría complacido de satisfacer su fantasía y verla romperse en sus brazos, pero a cambio de eso había mentido, así que sí, todo eso era en vano.
Ella era como un trozo de nieve en el verano, algo hermoso, pero ilusorio y era eso un copo de nieve porque Rebecca era fría, era él quien le había inventado una serie de cualidades, había sido tantas cosas que le costaba entender que no fuera nada, aunque en parte era otra mentira, una mentira que él se contaba, porque aun su mirada le generaba un estremecimiento.
Pero era ella la que era amiga de sus enemigos, no podía evitarlo porque ella era ella y su historia con ella era corta, aunque los años hablaran de algo largo, no era así.
Rebecca.
Por siempre Rebecca.
Eterna Rebecca.
Perecedera Rebecca.
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Las otras caras de la moneda, esto sobre todo para las que vienen de leer la versión de Missis Bracho, desde Matt y desde Simona las cosas se sienten diferente y ahí se ve mejor su faz de villana.
Cuando hice estos capítulos, el anterior, éste y el que sigue, los hice de un tirón y la odie, odie a mi favorita por andar sembrando caos, pero esta es la historia de Matthew y de Simona y cada uno se labró su destino.
Por ahora les dejó una canción que bien podría haber escrito Matt para Rebecca.
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Una locura llamada Simona [Terminada]
ChickLitLas aventuras están siempre frente a tus ojos, sólo debes saber en dónde pescar. Su táctica: brindar sonrisas acompañadas de miradas pícaras. Su estrategia: colarse en todos los espacios de su vida y volverse su colorido secreto. Sus obstáculos: él...