El agua seguía escurriéndose por el cuerpo, pero entonces dejó su parálisis un momento para sentirse aterrada, Matt no era así, él no lo era y ella lo conocía, si bien en un momento ambos eran sólo dos desconocidos, para ella habían bastado un par de minutos para saber que era alguien especial y ese tiempo a su lado le habían enseñado una verdad y es que no había tiempo para empezar a amar, para Toni era poco, solía decirle que le daba demasiado en muy poco tiempo, pero no había temporalidad en las emociones y ella lo conocía, por eso sentía miedo.
Se limpió las manos sobre el vestido húmedo de la lluvia y sacó su móvil marcando a la BV, sabía a quién llamarle, a la persona que la había visto crecer y solía decirle todo sin preguntar, Daisy era la asistente de su padre.
-Señorita. -Le atendió de inmediato sabiendo que era ella, seguramente por el identificador.
-Daisy, por favor ve a la oficina de Matt y dime que está bien.
Nadie sabía de su relación con Matthew, aunque ella no lo ocultaba, saltaba a la vista por su forma de mirarlo, porque siempre estaba pegada como una lapa a él, como si fuera una extensión de su piel, porque lo extrañaba cuando no estaba, porque lo necesitaba, aunque no fuera oxígeno.
-Niña Simona, no tengo que ir a la oficina del señor Shepard para saber que está bien, hace un par de minutos lo vi salir de la misma.
-...Pero pudo pasarle algo en el camino Daisy, tú no entiendes, Matt es rígido.
-Eso lo sé.- le dijo la mujer afable y con cierta condescendencia.-Pero no le ha pasado nada.
Para Daisy los miedos de Simona eran justificados, había sido una nena cuando había perdido a su madre y eso casi la había matado, era una chiquilla con mucho encima, la vida a veces se ensañaba con personas y con ella no era justa, le tenía mucho cariño, aunque sus excentricidades fastidiaran a muchos, no era el caso de Daisy.
-Daisy, en serio necesito que revises si no le ha pasado nada, te digo que Matt es rígido, nunca llega tarde- Eso último se lo dijo más a sí misma.
-No le ha pasado nada, mi niña Simona, él salió hace poco con la señora LeBlanc, ha estado reunido con ella toda la tarde, ya sabe cómo es él cuando trabaja...
Simona soltó el teléfono sobre la mesa desmadejada y ya no tuvo consciencia de nada...
...
María Antonia cenaba en la enorme mesa barroca que ponía a sus padres de extremo a extremo y a ella en medio, eso no era sólo una metáfora, era la literalidad de la relación de esas tres personas, María Antonia no era tonta, sabía lo mal que estaba el matrimonio de sus padres desde que tenía 6 años, por algo era tan neurótica, no era fácil tener la responsabilidad de sostener lo insostenible y sin embargo ahí estaba ella haciéndolo.
Su móvil sonó y su madre la miró reprendiéndola.
-Ya sabes lo que pienso de los teléfonos y la cena María Antonia.
Claro que lo sabía, pero al mirar de reojo la pantalla vio que era Simona.
-Es Simon.-Le dijo a su mamá.
-Menos...-Su madre suspiró- No entiendo qué te mantiene siendo amiga de esa niñita, es un desastre.
-Te recuerdo querida que nos conviene esa amistad, -intervino su padre- Simona pertenece a la alta alcurnia.
-La clase la tiene en los pies.-Respondió su madre.
-Es su cumpleaños- Dijo María Antonia como si eso justificara la interrupción.
-No nos conviene la enemistad con los Saldarriaga y tu hija es inteligente.-Volvió a señalar su padre y su mamá hizo un gesto rendida como si con ellos dos no se pudiera.
Sus padres siguieron discutiendo, pero ella se alejó de la estancia para poder atender su llamada, le contestó a su amiga, pero escuchó una voz masculina, había tratado con Matthew en unas cuantas ocasiones para saber que no era su voz, ese sujeto tenía un acento muy marcado inglés y aunque hablaba un perfecto castellano no era el caso con el catalán y esa persona estaba hablando catalán.
-¿Quién es usted y por qué tiene el teléfono de Simon?
El hombre del otro lado de la línea se identificó como un paramédico y entonces el mundo interno de María Antonia giró por la comprensión, no necesitaba que le contara que Simona se había desmayado en un restaurante y que el mesero los había llamado, tampoco que le explicara que ella era su contacto de emergencia, todo eso ella lo sabía y sabía a qué se debía y aunque no debería culpar a nadie, culpó a Matthew, aunque ella desde luego desconocía todo lo que había ocurrido, Simona no se lo contaría, pero era una mujer inteligente que sumaba bien los hechos:
Su amiga sola en un restaurante.
Su amiga empapada por la lluvia.
Su desmayo.
Todo fue claro y la claridad no daba tranquilidad, no en este caso.
María Antonia era tan joven como Simona y a su corta edad llevaba muchas situaciones de ese tipo encima, los hospitales ya eran sus amigos, ella no les tenía la aversión que Simona, los veía más como una forma de esperanza, como una suerte de ayuda a quien lo requería, los médicos no eran por ende los enemigos, sino personas que dedicaban su vida a hacer lo posible y en algunos casos lo imposible por regalar salud.
Sabía que cuando Simon estuviera consciente la mataría por haberle llamado a José, pero ella pensaba que él debía saber lo que había ocurrido o al menos una parte, la parte en la cual ella estaba interna, Simona tenía una fiebre de 40 grados, tan mal estaba que ni siquiera estaba consciente, el médico le había explicado que tenía un bajón en sus defensas y que la lluvia que había recibido no había ayudado.
Su estado completo se lo comentaron a José y ella al ver su rostro entendió que no era bueno, no indagó, no había mucho que indagar, sólo veía al padre de su mejor amiga pasarse la mano por su calva como si todavía tuviera pelo, él era consciente de las decisiones de Simona, por lo cual ninguno de los dos decía mucho, era un caso perdido hablar de lo que no tenía mucho sentido y lo maniatados que estaban con ella.
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Una locura llamada Simona [Terminada]
ChickLitLas aventuras están siempre frente a tus ojos, sólo debes saber en dónde pescar. Su táctica: brindar sonrisas acompañadas de miradas pícaras. Su estrategia: colarse en todos los espacios de su vida y volverse su colorido secreto. Sus obstáculos: él...